Cuando Martín Descalzo escribió a Dios: 3- Gestos de cariño de Dios que muchos no entienden
Introducción:
José Luis Martín Descalzo o, mejor, el P. José Luis Martín Descalzo (Madridejos, 1930 – Madrid, 1991) fue, como vemos, sacerdote. Pero también fue escritor. Dirigió revistas como “Vida nueva” y “Blanco y Negro”.
Como escritor, es autor, entre otros, de libros como “La frontera de Dios”, a la sazón premio Nadal de 1956, “Lobos, perros y corderos”, de 1978, o ensayos como “Un periodista en el Concilio, 1962-1965” y, por citar una última obra suya, su impagable “Vida y misterio de Jesús de Nazaret” ante la cual cabe descubrirse el sombrero si es que se lleva tal prenda…
Pero Martín Descalzo también tuvo relación con el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, a quien mantuvo al punto de la noticia de lo que sucedía en el Concilio Vaticano II porque le enviaba, por decirlo así, un boletín con lo que estaba acaeciendo en Roma (fue, Martín, enviado especial de La Gaceta del Norte) y ante lo cual Lolo reaccionaba más que emocionado.
El caso es que el P. Martín Descalzo llegó a decir Misa en casa de Manuel Lozano Garrido (pues, dadas sus especiales circunstancias física le fue autorizado algo tan excepcional como eso) y quedó vivamente impresionado al ver el aplomo que tenía Lolo y cómo se comportaba teniendo en cuenta la situación por la que estaba pasando desde hacía muchos años.
Pues bien, este hombre, el P. Martín Descalzo escribió una carta a Dios pocos años antes de ser llamado por el Padre a su Casa (cinco años más o menos). Y a ella nos vamos a dedicar las semanas que Dios quiera.
3- Gestos de cariño de Dios que muchos no entienden
“Me diste primero el ser. Esta maravilla de ser hombre. El gozo de respirar la belleza del mundo. El de encontrarme a gusto en la familia humana. El de saber que, a fin de cuentas, si pongo en una balanza todos esos arañazos y zancadillas recibidos serán siempre muchísimo menores que el gran amor que esos mismos hombres pusieron en el otro platino de la balanza de mi vida. ¿He sido acaso un hombre afortunado y fuera de lo normal? Probablemente. Pero ¿en nombre de qué podría yo ahora fingirme un mártir de la condición humana si sé que, en definitiva, he tenido más ayudas y comprensión que dificultades? Y, además, tú acompañaste el don de ser con el de la fe. En mi infancia yo palpé tu presencia a todas horas. Para mí, tu imagen fue la de un Dios sencillo. Jamás me aterrorizaron con tu nombre. Y me sembraron en el alma esa fabulosa capacidad: la de saberme amado, la de experimentar tu presencia cotidiana en el correr de las horas.
Hay entre los hombres -lo sé- quienes maldicen el día de su nacimiento, quienes te gritan que ellos no pidieron nacer. Tampoco yo lo pedí, porque antes no existía. Pero de haber sabido lo que sería mi vida, con qué gritos te habría implorado la existencia, y esta, precisamente, que de hecho me diste.“
Continuamos con la carta que el P. José Luis Martín Descalzo dirige a Dios una vez conocida la enfermedad, cáncer, que padecía.
En el artículo anterior dijimos que íbamos a tratar de dar explicación a lo que nos dice el P. Martín acerca de que cree que su enfermedad es un don de Dios hacia sí…
Evidentemente, nosotros no estamos en la piel de una persona que, a tan joven edad se siente atrapado por una enfermedad como la que padeció Martín Descalzo. Sin embargo, tenemos sus palabras para tratar de comprender, al menos, lo que pasaba por su corazón en tales momentos. Y si en un principio de esto dijimos que la palabra “gracias” era la que le salía expresar al bueno de Descalzo, el texto de hoy certifica y confirma eso y, a lo mejor, nos ayuda a entender mejor el sentido que, de la enfermedad, tienen algunos creyentes como, por ejemplo (y por traer el ascua a nuestra sardina) el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo.
Como nos dice el P. Martín, pone en una balanza lo que ha sufrido en el mundo, por un lado y, por otro, en la otra parte que equilibra (si se puede…) los bienes recibidos y, en fin, cree que la cosa le ha ido bastante bien a pesar de los sufrimientos (según dijimos en otro artículo, el segundo de los presentes) que le habían causado otras personas. Y, sin embargo, lo que tiene muy claro es que siempre supo que Dios estaba a su lado. Desde la infancia, como nos dice, comprendió que su Creador no le abandonaba sino que, al contrario, lo amaba y que lo tenía presente siempre, “en el correr de las horas” que es lo mismo que decir a toda hora.
Es seguro que Martín Descalzo sufría físicamente por su enfermedad. Sin embargo, eso no lo achacaba, por supuesto, a Dios como hacían otras personas que, al parecer, le gritaban a Dios que no le habían pedido nacer. Y eso ha de ser terrible porque es el Todopoderoso Quien insta el ser de sus hijos y no podemos negar que puede llegar a doler al Creador que haya persona que entiendan que el sentido de lo que hace desde el Cielo, en realidad, no tienen sentido para ellas…
Nuestro amigo, sin embargo (gran escritor y, seguro, mejor hombre y sacerdote) tiene las cosas muy claras y no va a arremeter contra Dios por haberlo traído al mundo y, sobre todo, mantenerlo en el mismo a pesar de todos los pesares que pudieran recaer en su vida de hombre. Y es que no va a maldecir el día de su nacimiento (como, al parecer, hay quien sí maldecía) porque las cosas no le hayan ido bien “del todo” como si todo tuviera que ser de color de rosa en la existencia de un ser humano cuando, bien sabemos, que eso nunca es así.
El P. Martín Descalzo, podemos decir sin temor a equivocarnos, era plenamente feliz, su vida lo había sido y eso lo expresaba en una carta a Dios como la que aquí estamos trayendo. Y es que agradecer al Padre Eterno su propia existencia no es algo que se pueda tomar por baladí o de poca importancia sino, justamente, al contrario. Y casi podemos imaginarlo implorando a “gritos” (como dice en la carta) a Dios su existencia. Y no es nada extraño esto ni nada por el estilo pues sabemos, por fe y creencia, que Dios nos tiene en su corazón desde toda la eternidad y, por tanto, mucho antes de que vengamos al mundo. Y es en tal realidad, pensamos nosotros, en la que Martín Descalzo hubiera gritado a Dios que lo hiciera nacer, que lo creara.
En realidad, seguramente el P. Martín pensaba que por muchas gracias que diera a Dios nunca serían suficientes…
Continuará…
Eleuterio Fernández Guzmán
Llama Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Dar gracias a Dios siempre es bueno.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.