
El Padre Palau, como buen carmelita, fue un gran apóstol del Santo Escapulario
Rosa María Ber Miralles. Esposa y madre. Natural de Horta de San Juan (Tarragona). Estudia y difunde la obra y vida del beato Francisco Palau desde 2017. Nos cuenta que el pasado mes de mayo tuvo la gracia, a través de un amigo suyo de muchos años, de estar en el Monte Carmelo, en Israel. Allí, en el origen, pudo rezar a Nuestra Señora del Carmen o como también le diría el P. Palau, a Nuestra Señora de las Virtudes y al profeta Elías. Allí nos encomendó a todos.
¿Cómo nace la devoción del Santo Escapulario?
Bueno, pues como ya muchos conocen, la Virgen se aparece a San Simón Stock el 16 de julio del 1251. Simón nace en 1165, en Inglaterra. La Orden de los Carmelitas se había extendido por Europa después de que los Bienaventurados Hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo, constituidos por el Patriarca de Jerusalén, San Alberto, hubieran tenido que abandonar Tierra Santa por la persecución de los musulmanes. Este grupo de hombres, entre ellos algunos de los cruzados, se habían retirado para entregarse a Dios en oración y penitencia, en imitación del espíritu de Elías y, en esta imitación, a la veneración de la Santísima Virgen, a la Inmaculada. El primer prior participó en la primera cruzada, San Bertoldo.
Pues bien, La Virgen se aparece a San Simón, en ese entonces prior general de la Orden, en un momento grave para ellos en Europa, hasta el punto en que temieron su desaparición. No entro a explicarla para no extenderme demasiado, pero como siempre repito, Dios permite la prueba antes de confirmar su obra. Y es a partir de la aparición que, poco a poco, todo empezó a cambiar, con la protección de su misma Reina. El Papa Inocencio IV fue la ayuda enviada por el Cielo. La Orden del Carmelo es la Orden de la Madre de Dios, de la Inmaculada.
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