La economista Marisa Gil nos habla de su proyecto para favorecer el emprendimiento católico
Marisa Gil Lapetra es economista y emprendedora, con amplia experiencia internacional en consultoría estratégica, salud digital y financiación de proyectos. Tras más de veinte años de trayectoria en organismos internacionales, orienta hoy su labor al impulso de iniciativas empresariales que no subordinen la fe católica a la economía real, especialmente a través de proyectos de formación y acompañamiento de nuevos emprendedores. Convencida de que la fe puede transformar la cultura y la empresa, Marisa ha optado por un compromiso firme de poner la fe en el centro de la vida profesional.
¿Por qué ha decidido crear un proyecto para favorecer el emprendimiento católico?
Hay una respuesta directa y corta y otra más detallada o anecdótica tan necesaria para entender el trasfondo. La corta es: para dar visibilidad a los proyectos que por su naturaleza (ser católicos) no reciben un trato favorable del mercado de inversión. No está de moda ser católico, no es rentable y sobre todo no hay detrás una maquinaria que lo fomente, como es el caso de la responsabilidad social corporativa y las certificaciones ecológicas, de género y un largo etcétera.
La respuesta más larga y detallada es más personal y consecuencia de una experiencia profesional. Durante un año y medio fui gestora de una pequeña startup de salud digital. Era mi misión encontrar fondos y presentarla a concursos y eventos del mismo calado. Fuimos a numerosos foros de inversión públicos y privados y tuve la ocasión de conocer “el mundillo”, las reglas de juego y por encima de todo los requisitos básicos para hacerse un hueco: las certificaciones de sistema. Algo así como el uniforme para entrar en el Gotham y recibir financiación. La idea, el proyecto, el concepto o el servicio que se crea es importante en la medida en que responda a los intereses de la oligarquía mundial.