InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Serie P. José Rivera

13.06.13

Nuevo libro: P. José Rivera Ramírez. Reflexiones de un seglar sobre algunas de sus obras

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Ser libre para escoger el camino que nos lleva al definitivo Reino de Dios es un regalo del Creador que, demasiadas veces, se desprecia.

Y, ahora, el artículo de hoy.

P. José Rivera Ramírez

Título: P. José Rivera Ramírez. Reflexiones de un seglar sobre algunas de sus obras
Autor: Eleuterio Fernández Guzmán
Editorial: Lulu.com/Amazon-kindle
Páginas: 138
Precio aprox.: 6 € en formato libro; 4’13 € formato kindle
ISBN – Lulu-: 5800095881868
Año edición: 2013
Lo puedes adquirir en Lulu.com o, también, en Amazon

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se escribe este libro.

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1.06.13

Serie P. José Rivera - Gracias P. Rivera

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dar gracias a Dios por las personas que, entre nosotros, suscita para que seamos mejores, debería ser, siempre, objetivo primero de nuestra existencia.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Gracias P. Rivera

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Así empezamos esta serie. Era importante destacar que el P. José Rivera había sido eso. Pero también, a lo largo de la misma, hemos podido comprobar que tenía unas facetas que nos lo han descubierto (para las personas que no lo conocimos, claro) como mucho más que eso que era.

Así, por ejemplo, hemos visto que era, y es, profeta; que era, y es, poeta; que tenía, y tiene, de la psicología humana, una comprensión difícil de alcanzar si no es tiene la gracia de Dios que dirija una existencia. Y así podríamos estar mucho rato porque el José Rivera Ramírez, sacerdote toledano, fue, y es, mucho más.

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25.05.13

Serie P. José Rivera - La Belleza y la Verdad

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios nos ha donado muchas bondades que podemos tenerlas por no recibidas. Luego no queramos sostener que, al contrario, las amamos.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
La belleza y la verdad

La Belleza y la Verdad

En el Prólogo de “La Belleza y la Verdad” se nos pone sobre la pista de otra realidad más del P. José Rivera y es que

“Don José Rivera es un hombre, un sacerdote, que mientras caminó sobre la tierra significó el ansia de totalidad de los hombres, mas no como construcción babélica sino en ese obediente y activo dejarse santificar por Dios. Don José recibió entonces de lo Alto un don especial e intenso para percibir la armonía, la proporción, la belleza. Un don que le capacitó para descubrir las relaciones íntimas de todos los aspectos de la obra de Dios. Y gozó como pocos hombres pueden gozar en esta tierra. Él mismo lo confiesa en sus cuadernos de estudio: ‘Todo el tiempo música. Primero en el magnetófono, Strawinsky. He gustado de nuevo el Apolo, el pájaro de fuego, el beso del hada, petruska. Ahora, concierto por radio: Mozart y Beethoven. Se reitera el pensamiento de que estoy muy bien dotado para disfrutar de la vida’ (23-2-1969)”.

Ciertamente, el P. José Rivera tenía un sentido de la belleza, don de Dios al mundo, que lo hacía especialmente preparado para gozar de ella. Y es que tiene constancia de que “la belleza es también atributo divino. Se entra en relación amorosa auténtica con ella, cuando se entra en ella como tal atributo: es decir, cuando se entra en relación personal con las Personas divinas, soberanamente bellas. De ahí que, de nuevo, concluya que el santo es, necesariamente, creador de belleza: artista. Y la creación meramente natural es una creación muy pálida, muy poco bella, por muy duro que parezca el juicio” (1). Y es que la Belleza y la Verdad tiene una relación más que directa.

Establece, por eso mismo, una relación estrecha entre Belleza y Santísima Trinidad, a Quien considera sumamente Bella, Belleza por excelencia. Por eso tiene por seguro que el mero comportamiento natural, de un andar por casa y sin tener en cuenta lo sobrenatural, no deja de ser un comportamiento meramente animal pues no hay belleza en el mismo sino simple cumplimiento de un hacer propio de un ser vivo. Al contrario, es decir, llevando una vida santa, santificar nuestra vida, es una forma agradecida de manifestar el don que Dios nos entrega, este especial don, y que la mayoría de las veces, hacemos de menos.

En realidad, el don de Dios consiste en proporcionar Belleza a su creación no pasa desapercibido para el P. José Rivera. Por eso dice que “Igualmente es patente que todo es bello, y que en todo podemos columbrar, al menos, la belleza de Dios. Y aquí tenemos uno de los sentidos de la connaturalidad con el universo: todo él, y cada uno de nosotros, participamos de esta belleza infinita, y por ello podemos sentirnos en la hondura -que es donde se realiza tal participación- parientes de las demás personas e incluso de las cosas todas. Sería un tema de alta categoría, el de la asunción y goce de la propia belleza” (2).

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18.05.13

Serie P. José Rivera - La Iglesia

Por la libertad de Asia Bibi.
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios quiere que la Iglesia que fundo su Hijo sea el mejor ejemplo de vida eterna que pueda existir. Tan sólo basta con que sus miembros también lo sepan.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera

La Iglesia

Es de imaginar que para una persona como José Rivera Ramírez, sacerdote, la Iglesia tuviera una importancia no pequeña. Su pertenencia a la Esposa de Cristo cualquiera pensaría que era tenido por crucial para su existencia.

Ya desde el mismo Prólogo de este libro de título, precisamente, “La Iglesia” se nos dice que “Cada una de las reflexiones, de las oraciones, de las actitudes plasmadas en el Diario, están determinadas por su pertenencia a la Iglesia. Innumerables párrafos hablar de Ella y desde Ella” pues, en realidad, otra cosa no podía esperarse de aquel hombre de Toledo que, con el paso del tiempo, acabaría siendo un hombre con fama de santidad en vida.

Por eso se nos dice que “En los últimos años de vida terrenal su espíritu se ve acuciado por la contemplación de la santidad de la Iglesia. Junto a sus bellísimas penetraciones truena la voz del profeta que sacude las conciencias de los que quieran oír: la Iglesia triunfa… no puede no hacerlo pues es el Cuerpo de Cristo Victorioso… pero la Iglesia en la tierra debe presentar combate santo, debe crecer, debe santificar, amar y esperanzar a los hombres; y si tal o cual Iglesia particular da la espalda a su Señor, esa Iglesia puede morir…” (1).

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11.05.13

Serie P. José Rivera - De la muerte y de la vida

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Todos tenemos que caminar hacia el definitivo Reino de Dios sabiendo que existe y que el Creador nos espera.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
De la vida y de la muerte

De la vida y de la muerte

Introducción

“Ya estoy desarraigado. Y en medio de la gente,
Que en necio torbellino se angustia y se fatiga
En el gesto excesivo o en la mínima intriga
Yo camino ligero, ya casi todo ausente.
Y cuando cese un día, definitivamente,
El mandato divino que a la tierra me liga,
No arrullará mi muerte ninguna voz amiga,
No cerrarán mis ojos, no besarán mi frente.
Solitario camino, ágil, libre, jocundo,
Abiertos a mis ojos senderos de otro mundo,
Cubriendo mi vereda del Señor al Señor.
Y cuando solitario mi hombre carnal sucumba
Acaso ni siquiera me den los hombres tumba,
¡Mas gozará mi espíritu la Verdad del Amor!”

Este poema, que viene en la Introducción de este libro del P. José Rivera, muestra, a la perfección, la situación en la que, entonces, se encontraba el sacerdote toledano. Por eso, en la misma se dice que “Don José marchó a la Casa del Padre en 1991… pero hacía ya mucho tiempo que vivía como entre los dos mundos…”. Y por eso, justamente, el contenido de este volumen va referido, precisamente, a cuestiones relacionadas con la vida y con la muerte.

En sus páginas se recogen textos referidos, por ejemplo, a la santificación, al hecho incontrovertible de que somos cuerpo y alma, de cómo vivir la propia muerte y del triunfo que, sobre la muerte, obtuvo Cristo. También se habla del purgatorio y del infierno y, claro está, de la vida eterna. Y, muy relacionado con todo esto, de los ángeles y del paganismo que, lógicamente, se opone con fuerza a lo que el P. José Rivera aquí propone.

Vemos, pues, que la riqueza espiritual de las páginas que componen “De la muerte y la vida” es importante y no podemos desdeñar o hacer de menos a ninguna de ellas.

El P. José Rivera, nos dicen, “ha experimentado en su andadura terrena que no estaba solo: Dios, los ángeles, los santos de toda época, las gentes que trató y que iban marchando… Todo le hablaba de la muerte y de la Vida” (1) pues no puede haber soledad en quien se sabe hijo de Dios y considera que el paso por este mundo es uno que lo es de peregrinaje y se ha de tener en cuenta tanto a la propia vida como a la que es compañera de este caminar y que es la muerte.

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