InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Apostolado laico -La Palabra para el Domingo

12.01.25

La Palabra del domingo - 12 de enero de 2025

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Lc 3, 15-16. 21-22
 



15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; 16 respondió Juan a todos, diciendo: ‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego’.

21 Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, 22  y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo:  ‘Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado’”.


COMENTARIO

Aquel que bautiza con fuego

Muchos judíos esperaban, con franqueza y con fe, la llegada del Mesías. Y es que sabían que Dios, que nunca incumple sus promesas, había prometido que lo enviaría para que el mundo se salvase de la perdición eterna. 

El caso es que muchas señales mostraban, en los textos sagrados del pueblo elegido por Dios para ser el Suyo, que el Enviado del Todopoderoso haría cosas grandes, que muchas otras cambiarían de signo y que, en general, vendría al mundo el perdón de los pecados. No extraña, por tanto, que muchos miraran a Juan el Bautista de una forma muy especial y esperanzadora. 

Juan, aquel hombre que había nacido de la prima de María, la Virgen, llamada Isabel estaba más que seguro de una cosa: él no era el Cristo. Lo sabía, primero, porque no se sentía capaz de serlo (por su indignidad personal según él mismo creía) pero, sobre todo, porque se le había dicho que sería él, precisamente él, quien anunciaría al Enviado de Dios. 

Es bien cierto que Juan sabía eso. Y lo muestra con unas palabras que son muy fuertes porque enseñan que Quien tenía que venir haría algo que él, el Bautista, no podía hacer: bautizaría con Espíritu Santo y fuego. 

¡Espíritu Santo y fuego! Estas dos realidades mostraban, bien a las claras, que quien bautizada en el río Jordán no era el Mesías. Él bautizaba, sí con un bautismo para el perdón de los pecados. Lo hacía, sin embargo, con agua. No lo hacía, tampoco, con Espíritu Santo. Eso era cosa de otro, del Otro. 

Juan, por tanto, presenta al Hijo de Dios mostrando dos características propias, en exclusiva de él: el Espíritu Santo estará con él y el fuego de su bautismo limpiará los pecados con el fuego de la purificación. 

Y entonces acude Jesús a ser bautizado por Juan. 

Jesús recibiendo la bendición del espíritu santo durante su bautismo 12 |  Imagen Premium generada con IA ¿El Hijo de Dios pecador para ser perdonado? No, el Hijo de Dios mostrando qué se debía hacer a sabiendas de no haber cometido, Él, pecado alguno y, además, haber nacido de mujer Inmaculada. 

Jesús muestra qué se ha de hacer: nacer a la vida eterna a través de un bautismo que perdona los pecados, de la infusión del Espíritu Santo que sana el alma y prepara el corazón para ser su templo. Eso es lo que muestra Aquel que había venido a ser bautizado por su primo Juan. 

La cosa, como es de imaginar, no iba a quedar ahí. Dios debía manifestarse porque todos debía conocer, todos debían saber a qué atenerse. 

Dios, diciendo que Aquel era su hijo y que le había engendrado, sienta las bases de una fe, de una creencia, que se asentaba en una Voluntad santa: el Todopoderoso había engendrado, no creado, a Aquel que había salido de las aguas del río Jordán. Además, sobre Él se había posado el Espíritu Santo, que desde entonces regirá su vida de una forma muy especial (llevándolo, por ejemplo, enseguida, al desierto) y, a partir de entonces, iba a bautizar con fuego, con aquel que sana, con aquel que purifica y, en fin, con aquel que prepara para la vida eterna que dura para siempre, siempre, siempre. 

Por otra parte, Juan se sabe indigno. Y es que nos dice que no lo es para desatarle la “correa de sus sandalias”. Y se refiere al Cristo. 

Podríamos preguntarnos nosotros mismos si creemos que somos más que Juan y podemos hacer otra cosa que no sea seguir la santa Providencia de Dios que envió a su Hijo para que el mundo se salvase… y el mundo no lo recibió.

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que no aceptan el bautismo de fuego de Cristo.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren escuchar la voz de Dios.

 Roguemos al Señor.

ORACIÓN
 
Padre Dios; ayúdanos a escuchar tu voz y a seguirla; y a seguirla.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego.

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

5.01.25

La Palabra del Domingo – Domingo, 5 de enero de 2025

Resultado de imagen de SAnta BibliaJn 1, 1-18

 

1 En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. 2 Ella estaba en el principio con Dios.  3 Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. 4 En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, 5 y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. 6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. 7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. 8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no  la conoció. 11 Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. 12 Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; 13 la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios.

14 Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan da testimonio de él y clama: ‘Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.’ 16 Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. 17 Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

 

COMENTARIO

 

En el Principio

 

Este texto del evangelio de San Juan es crucial o, mejor, cardinal. Lo es porque nos llega al corazón donde siembra la Verdad. En ella podemos vernos y podemos crecer. A cambio nos pide que la recibamos y no hagamos como aquellos que, viniendo al mundo la Luz, la Palabra, miraron para otro lado e hicieron como sus padres hicieron con otros profetas: despreciaron el mensaje que Dios les llevaba y, de paso, acabaron con sus vidas.

San Juan, en este maravilloso texto, nos habla de la historia de la salvación en estado puro.

La Palabra, el Hijo, estaba frente a Dios en actitud de diálogo. Mientras, en aquel Principio, el Espíritu Santo sobrevolaba las aguas. Y es que el evangelista más  joven de los que fueron toma el relato del Génesis para completar aquello entonces escrito por el amanuense inspirado por la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Y lo hace de forma esplendorosa y, para nosotros, bien gozosa.

La Palabra, que era, que es, Luz, vino al mundo. Fue enviada por Dios para que iluminara la vida de aquellos que el Creador había puesto sobre la faz de la Tierra. Y lo hizo porque sabía que se estaban precipitando hacia el abismo sin darse cuenta y, lo que es peor, aprobando un comportamiento tan alejado de la voluntad del Todopoderoso (¡Alabado sea por siempre!)

El evangelista nos habla de otro Juan al que bien que conocemos. El Precursor, enviado por Dios para que diera noticia de Quien tenía que venir al mundo.  Y, siendo cierto que muchos no lo recibieron otros sí aceptaron el mensaje que traía al mundo. E introdujo a Jesús bautizándolo.

Pero este texto es muy importante, además de por lo ya dicho, por algo en concreto. Nos dice que los que creen en el Enviado de Dios se convierten en hijos de Dios.

En realidad es lo único que nos conviene como seres humanos: aceptar a Cristo en nuestra vida como Quien vino para que fuésemos salvos.

Por cierto, al respecto de la importancia que Cristo ha tenido en la historia de la salvación el Bautista, en palabras de Juan evangelista, sabía que existía antes de todo, antes de que todo fuera creado. Y era posible porque el Enviado era Dios  mismo hecho hombre que es lo único que explica que existiese antes que todo, antes de todo.

 

Y lo que es más importante: por la Palabra se hizo todo; y nosotros, también.

 

PRECES

 

Por todos aquellos que no creen en el bien de la Palabra.

 

Roguemos al Señor.

 

Por todos aquellos que no tienen a bien aceptar a Cristo en sus vidas.

 

Roguemos al Señor.

 

ORACIÓN

 

Padre Dios; ayúdanos a tenerte en nuestro corazón.

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

Es que las tinieblas no recibieron a la Luz…

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29.12.24

La Palabra del domingo – Domingo, 29 de diciembre de 2024

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Lc 2, 41-52

 

41 Los Padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. 42 Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta 43 y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. 44 Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; 45 pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.46  Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; 47 todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. 48       Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: ‘Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.’ 49 El les dijo: ‘Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?’ 50 Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. 51 Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.52 Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.”

 

COMENTARIO

Siendo Hijo

Cumpliendo con sus tradiciones, los judíos, y con el comportamiento ordinario de todo miembro del pueblo elegido, Jesús, María y José, acudían, regularmente, a Jerusalén, desde Nazaret, a celebrar la fiesta de la Pascua. El respeto a la Ley era, pues, elocuente. De hecho Jesús, en su vida, nunca se alejó del verdadero sentido que de Dios partió para que su semejanza, la que había creado, se condujera por el camino correcto. 

Ante este hecho, el que Jesús se “pierda”, por así decirlo, de su familia, y se quede en Jerusalén, donde le encuentran, bien podemos ver tres formas distintas de encarar la situación que son la de María, la de José y, por último, la del mismo Jesús.

María, Madre

María, además de Madre de Jesús era, eso, Madre y, como tal, es por lo que muestra ese enfado que ella y José tienen por lo que ha hecho Jesús. Es la que, digamos, lleva la batuta y, en cuanto encuentran a Jesús, en el Templo, a pesar de saber Quien era el que había dado a luz 12 años antes y por medio de Quién lo había engendrado, no deja de llamarle la atención; de regañarle, vamos. 

Cuál sería la situación de nerviosismo del matrimonio de Nazaret nos la podemos imaginar: el único hijo que tienen se les pierde (¡Hasta podían pensar que era por culpa de ellos mismos!) y cuando lo encuentran está, allí, tan tranquilo, hablando con los maestros y sacerdotes como si no hubiera pasado nada. Por eso, es comprensible la actitud de María. “¿Por qué nos has hecho esto?, “angustiados”. Estas son expresiones de una madre enfadada que le manifiesta al hijo no sólo su preocupación sino que le lanza ese por qué tan clarificador: sabía que lo había hecho por su voluntad, por eso se lo pregunta, claro. 

José, padre

Sin embargo, José, como siempre en la vida que le conocemos, no emite ni una sola palabra. Al igual que hiciera cuando el ángel le comunicó lo que iba a suceder a María, asiente, reconociendo, en Jesús, a Alguien más que a un niño de 12 años que se extravía. Bien sabía José que no se había perdido sino, al contrario, que se había encontrando, en la casa de Dios, con su Padre y por eso se había visto obligado a “no aparecer” con su padre durante tres días no por casualidad, los mismos que se “perdió” del mundo, tres su muerte de hombre. Es la actitud de José, el carpintero, una actitud calmada, conocedor de lo que la incomprensión ante lo que pasa es debido a la naturaleza de Quien la lleva a cabo. Aunque no lo diga el texto, yo creo que podemos pensar que José también guardaría aquellas cosas en su corazón, al igual que María, que tantas veces lo hace.

Jesús, el Emmanuel  

Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre ?"

Jesús, como tantas otras veces, nos sorprende con su actuación. No se limita a quedarse en Jerusalén (recordemos aquello de “porque me devora el celo por tu templo”, del Salmo 69,10 que les vino a la memoria a los apóstoles cuando zahirió  a las personas que negociaban con cosas religiosas, o más bien, utilizadas en el Templo) sino que, sabedor de su misión, debió de dirigirse directamente al Templo, donde tenía que demostrar su sabiduría preguntando a los más entendidos de entre ellos sobre las cosas de Dios pues estaba en su casa. Pensemos que dijera algo como esto:

 

Aquí custodiamos la Ley de nuestros padres, debatimos sobre las formas correctas
y las incorrectas, pero…yo pregunto: ¿hasta dónde cumplimos?,
¿no utilizamos la Palabra para no llegar a comprenderla?.
Yo pregunto: ¿es lo que quiere el Dios único y verdadero?.

 

Y así transcurrirían muchas horas…

La respuesta dada a María es, sobre todo, definitiva. Ese “estar en la casa de mi Padre” no debió de entenderse en ese momento, pero dejó claro quién era Él y Quien era su Padre.

Sin embargo, Jesús, que tenía muy claro cuál debería de ser su comportamiento, queda bajo la mano de sus padres, se somete a sus voluntades y regresa, con ellos, a Nazaret donde se sabe que vivía. Esto es un gran ejemplo, una vez más, de cómo debe de comportarse un discípulo suyo, de cómo ha de ser el proceder de quien se dice su seguidor: una cosa es el gusto de cada uno, aunque este sea razonable y hasta noble y otro, el comportamiento adecuado a la naturaleza espiritual de cada cual. 

Además, y como bien sabemos por lo sucedido luego, ese crecer en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios ante los hombres, era lo único que debía suceder. El crecer en estatura era la medida humana, el crecer en sabiduría y en gracia, la medida divina. Por eso Jesús es, también aquí, ejemplo a seguir porque con su crecer en ambos sentidos nos indica cual es nuestro camino: oración y vida común, mirar a Dios y al hombre, la verticalidad y la horizontalidad.

 

PRECES

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no esperan nada de la sabiduría de Dios.

 

Roguemos al Señor.

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren cumplirla misión que tienen encomendada.

 

Roguemos al Señor.

  

ORACIÓN

 

Padre Dios; ayúdanos a cumplir con lo que nos corresponde cumplir como hijos tuyos que somos.

  

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El caso es que Cristo no se perdió sino que se encontró.

Para leer Fe y Obras.


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Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. (¡Con nuevos artículos sobre Lolo!)

15.12.24

La Palabra del domingo - 15 de diciembre de 2024

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Lc 3, 10-18

Tercer domingo de Adviento 


En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: —‘¿Entonces, qué hacemos?’ Él contestó: —‘El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo’.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: 

—‘
Maestro, ¿Qué hacemos nosotros?’ Él les contestó: —‘No exijáis más de lo establecido.’ Unos militares le preguntaron: —‘¿Qué hacemos nosotros?’ 

Él les contestó: —‘No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.’ El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: —‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.’ 

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.”



El anuncio que hace el Bautista


Como el Mal nunca descansa y como culminación de las maldades de Herodes, tetrarca de Galilea, éste, ante la acusación de Juan, hijo de Zacarías y de Isabel, sobre su ilícito matrimonio con Herodías, manda que lo prendan y sea encarcelado. Y lo hace porque, seguramente, no quería que u “honestidad” se viera comprometida por aquel hombre pobre y vestido con piel de camello que predicaba en el desierto. 

Juan, antes de este terrible momento, como decimos, predica. Su predicación, continuación de su presentación al mundo, a su siglo, con ese “enderezad sus sendas” (se refiere a las del Señor) y la dura acusación a los hipócritas, a los que llama raza de víboras (Lc 3,7) tiene un sentido, que en este texto del evangelista médico de Pablo, doble, porque dos cosas nos quiere decir.
 
El profeta de lo ordinario

Juan, el Bautista, en la primera parte de este discurso, justo antes de clarificar quién es él y, sobre todo, quién vendrá, da una explicación, ante las preguntas que le hacían, de cómo se debe actuar, de cuál ha de ser el comportamiento de sus discípulos porque no todo valía y, sobre todo, lo bueno debía ser conocido por aquellos que quisieran seguirlo. 

Juan el Bautista: la historia del precursor de Jesús - Biblia

Era una pregunta muy genérica eso de “¿qué debemos hacer?”. Sin embargo, a esto Juan contesta de una forma muy específica. No se limita a dar un gran discurso moral que pudiera valer para todos, no hace que su predicación sea algo vacío sino que, al contrario, da a cada uno una respuesta porque cada hijo de Dios merece ser escuchado y, personalmente, atendido. 

Juan, el Bautista, tenía, por así decirlo, respuestas para todos. Pero ¿Qué quiere decir el primo de Jesús, por qué contesta así y no de otra forma? 

Sabemos que, en nuestra vida, convivimos con personas diversas, distintas, con dignidad propia, que cada cual tiene unas relaciones particulares, un medio en el cual desarrolla su existencia. En esa vida, en ese convivir, en esos momentos en los que podemos manifestar un comportamiento que sea más o menos adecuado con lo que es un comportarse, después, y ahora, cristiano es cuando debemos hacerlo. 

Para cada uno de los que le preguntan Juan tiene algo que decirle: para el que tiene dos túnicas, que reparta una, para el que tiene de comer, que reparta; también para quien sobre impuestos, que no abuse, etc. Esto lo dice como resultado, eso que ha de devenir, de esa conversión, decimos, de ese bautizo que él ofrece. Cabía, por lo tanto, un cambio de actitud donde, sobre todo, debía tenerse muy en cuenta la misericordia y el amor. 

Pero lo que resulta más importante, a nuestro entender, es que viene a decir que en cada circunstancia, en la de cada cual (porque cada uno le pregunta según lo suyo), en la vida ordinaria de cada quien, debemos llevar una conducta acorde con esa voluntad de Dios. Así, por ejemplo, nos preguntaremos antes de cada acción qué querría Dios que hiciéramos. Ese profeta, Juan, es, por eso, profeta de lo ordinario, pues en su boca, a través de ella, nos comunica el qué para cada cual, sin formulismos de carácter absoluto, pues es evidente que cada uno estamos en el siglo y somos, por eso, seculares, de una forma distinta. 

Pero Juan, viendo que podrían, quizá, por sus palabras y sus hechos, confundirlo con quien tenía que venir, con el Cristo esperado por el pueblo de Israel, no tiene más remedio que pronunciarse al respecto. Era, además de profeta de lo ordinario, profeta de la Verdad que llegaba. 

A este respecto, por muy importante que fuera decir a cada uno lo que tenía que hacer, aún tenía reservado un mensaje trascendente para el pueblo que lo escuchaba. Venía el Cristo, a quién él no era digno, en frase muy conocida, de desatarle la correa de sus sandalias. Para nosotros esta expresión, además de referirse a ese trabajo propio de sirvientes en aquella época, quiere decir lo que sigue: alguien se desata la correa de las sandalias cuando va a descansar de un camino hecho, para que descansen los pies que le han llevado por esa senda. Pues bien, ni siquiera Juan, con el camino que había recorrido, espiritualmente hablando, en su vida, podía ponerse a la altura de aquel que, sin haber, aún, recorrido su camino, y el nuestro, entre la gente, ya había caminado bastante, mucho, pues venía de Dios, quien todo lo ve y quien, en su Reino, todo lo tiene ya andado. 

Además, su bautizo, el de Juan, el de agua, el que perdona los pecados, no es nada comparado con el que trae Jesús porque es un bautismo de fuego, de Espíritu (recordemos Pentecostés y las lenguas de fuego en cuanto a la utilización de este símbolo) y con el que no sólo venía a perdonar los pecados sino que, además, cambiaría el corazón de piedra por otro de carne, más dado a la misericordia que al sacrificio (como dijo el propio Jesús). 

Este mensaje era claro, diáfano, pues si él mismo había criticado a sus contemporáneos (como, por otra parte, habían hecho siempre los profetas) mucho más haría Jesús en su predicación. 

Para nosotros Juan refiere, al decir eso de “fuego que no se apaga” algo trágico. Lo trágico, para quien sea esa paja que se aparta de Dios, voluntariamente, es que ese resquemor que pueda sentir en su corazón no se apaga nunca, que siempre tenga, aunque no quiera, esa desazón, ese sentimiento de no haber hecho bien, lo correcto. Los demás, aquellos que, tras su conversión, tan necesaria entonces como ahora, ingresará, por así decirlo, en el “granero” de Dios porque habrá sido fruto bueno (unos el 30, otros el 40 y otros el 100%, como dice la parábola del sembrador). 

Todo esto era, como dice el texto de Lucas, un anuncio de la “Buena Nueva”, de que Jesús estaba al llegar. 

A nosotros, ahora que tantos siglos después escuchamos estas palabras se nos pide, también, el acogernos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra que, mientras Jesús acudía a Juan, como estaba escrito, guardaba todo aquello en su corazón.

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren cambiar su corazón. 

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no esperan la venida de Cristo. 

Roguemos al Señor.

ORACIÓN


Padre Dios; ayúdanos a escuchar las palabras del Bautista y ponerlas por obra. 
 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 
Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Juan, desde el vientre de su madre, ya sabía todo lo que debía saber. Y bien que lo demostró. 

Para leer Fe y Obras.


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Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. (¡Con nuevos artículos sobre Lolo!)

 

17.11.24

La Palabra del Domingo – Domingo, 17 de noviembre de 2024

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Mc 13, 24-32
 

24 ‘Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, 25 las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. 26 Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; 27 entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. 28 ‘De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 29 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas.30 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 31   El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.’”

  

Para siempre con Él

 

Después de haber hecho explícita la importancia que tiene, para nuestra alma, dar no de lo que nos sobra sino de lo que nos es imprescindible, es decir, de nuestro amor y de nuestra misericordia, de nuestro perdón y de nuestra comprensión (me refiero al episodio de la viuda y de la limosna del templo de la semana pasada) Jesús comienza un, denominado, discurso escatológico, es decir viene a profetizar, o sea, a decir lo que sucederá. Esto, no hay que dudarlo, el hecho de que ha de pasar porque el Mesías ya lo ha visto en la eternidad en la que habita junto a Dios.

Esta parte, este texto que el calendario litúrgico nos reserva para el día de hoy, se encuentra (es conveniente leer lo que hay antes y después, es decir Mc 13,1-23 y Mc 13,33-37) entre el anuncio, primero, de lo que ha de suceder cuando haya quienes se hagan pasar por Él y el hecho de que hay que estar preparados: “velad, por tanto, ya que no sabéis cuando viene el dueño de la casa” (Mc 13,35a). Es decir, que esta parte (Mc 13, 24-32) supone el centro de este discurso y, por eso,  la importancia que tiene y a la que ahora me refiero.

En esta parte concreta del discurso de Jesús, creo yo que pueden apreciarse dos elementos que resulta importante destacar: por una parte, el hecho de que Jesús deja claro que (al igual que dijo que Él estará siempre con nosotros, pero siempre, siempre)  sus Palabras, su Palabra (que es, por eso, Palabra de Dios) estará, también, con nosotros, que no pasará, que siempre podremos acudir a ella en busca, no sólo de consuelo sino, sobre todo, de doctrina y de camino.

El Periódico de México | Noticias de México | Columnas-VoxDei | «El cielo y  la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»

Por esto, esta parte es tan importante.

Los cristianos, los discípulos, sus discípulos, siempre podemos refugiarnos en Él y en su Palabra para sacudir nuestro corazón y solventar las muchas preguntas que nos hacemos a diario: ¿hasta dónde debo amar; hay, acaso, límites?, o ¿cuál es, para mí, el sentido de la caridad ante el necesitado?, o ¿qué puedo y qué no puedo perdonar? Si Él dice que “el cielo y la tierra pasarán pero” sus “palabras no pasarán” y esto quiere decir que, también en la eternidad, cuando ese cielo y esa tierra hayan pasado, para nosotros, las Palabras de nuestro hermano Jesús alumbrarán nuestro paso mostrándonos el camino mejor.

Por si no fuera suficiente, para nuestro corazón anhelante, con saber que tendremos, a nuestra mano y a nuestro corazón, de donde salen las obras, el Verbo, otra cosa nos comunica el Mesías de total importancia para nuestro devenir.

Con relación a la parte siguiente, y final, de este discurso que, en su totalidad, recoge Marcos en 13, 1-37, destaca algo esencial: de cuándo ha de suceder lo que Jesús dice no sabemos nada; ni siquiera los ángeles ni Él mismo, pues sólo Dios lo sabe. Esto ha de servirnos de alerta. Si los cristianos (y no digo sólo los católicos) hemos de mantener una relación con Dios a través de la oración y con el prójimo a través de nuestro comportamiento directamente relacionado con ese “amor” que le debemos por ser, además de hermano nuestro, hijo de Dios, no podemos dejarnos vencer por el desaliento ni por el pesimismo. Contra el primero hemos de luchar con la esperanza del que sabe que todo bien está por llegar; contra lo segundo, esa losa triste que nos hunde en la fosa terrible de la perdición, hemos de luchar reconociendo, en nosotros, esa filiación divina que nos señala como herederos del Reino de Dios.

Ese “velad” con el que acaba este discurso que, aunque no esté comprendido en el texto para el día de hoy, es de vital importancia y resulta esencial para tener una idea completa de lo que hablamos, nos muestra la necesidad de mantener esa doble relación-realidad (Dios-prójimo) que, de verdad, nos acerca al Padre.

Para este día de hoy, y para mañana, y para siempre, podemos preguntarnos cómo está nuestro nivel de apertura al prójimo y nuestro nivel de relación con Dios. Ese permanecer despiertos va dirigido, directamente, a nosotros, a todos los que, de una manera o de otra, nos sentimos llamados a formar parte de esa multitud que lavará sus pecados en la sangre del cordero, esa sangre que clama, desde el Reino de Dios, desde la otra parte del Reino, nuestra atención y nuestro corazón.

PRECES

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no tienen en cuenta que el final del mundo, de este mundo, ha de llegar.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que creen que les basta este mundo para vivir.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a estar preparados, a prepararnos.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Seguramente, saber lo que va a pasar debería ayudarnos a ser conscientes de lo que eso supone para nuestra alma. Debería…

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.