25.03.25

10.03.25

La popularidad de la ceniza

El otro día leí en algún sitio que un sacerdote se quejaba de la popularidad del Miércoles de Ceniza. Con razón, señalaba que cualquier domingo de Cuaresma es más importante que el Miércoles de Ceniza y se preguntaba por qué iba más gente a recibir la ceniza el miércoles que a Misa esos domingos.

Por supuesto, no es mi intención criticar al sacerdote, que tenía razón y, además, si no recuerdo mal, era ortodoxo y benemérito. Hablando en general, sin embargo, me llama la atención que justo cuando la Iglesia se declaró a sí misma “experta en humanidad” (cf. Populorum progressio, Pablo VI), los clérigos parezcan haber perdido cualquier conocimiento de lo que es la naturaleza humana.

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6.03.25

4.03.25

La muerte súbita

Un tío mío contaba una anécdota que siempre me llamó mucho la atención. En cierta ocasión, varios compañeros de trabajo se habían puesto a hablar y la conversación, de alguna manera, recayó en cómo le gustaría a cada uno morirse. Hablaron varios, que fueron comentando lo habitual con ligeras variantes, hasta que llegó uno que se limitó a decir: “yo le he pedido a Dios una muerte lenta y dolorosa, para que me dé tiempo a arrepentirme de mis pecados”. La conversación terminó ahí, claro, y todos se quedaron en silencio y con la boca abierta. A fin de cuentas, quien más, quien menos, si los demás le habían pedido algo a Dios era no morirse nunca.

Siempre me acuerdo de esta anécdota al hablar de la muerte, porque lo cierto es que se ha producido un cambio asombroso en la forma de considerar la muerte entre los católicos. Si hiciéramos una encuesta o preguntáramos al azar a los católicos que salen de Misa de doce, la respuesta más frecuente sería el deseo de una muerte rápida, sin darse cuenta, a ser posible durante el sueño y, por supuesto, sin ningún dolor. Es algo tan asumido y generalizado que no creo que nadie se sorprenda por ello.

Digo que el cambio ha sido asombroso, sin embargo, porque esa muerte ideal de los católicos actuales fue siempre la peor pesadilla de los católicos de épocas anteriores. Basta consultar misales o devocionarios antiguos para encontrar en todos ellos la petición clásica: a morte subitanea et improvisa, liberanos Domine. De la muerte súbita e imprevista, líbranos, Señor. ¡La muerte ideal del católico medio actual era uno de los grandes males de los que se pedía a Dios que nos librara!

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26.02.25

Información, censura y otras

Algunos lectores ya sabrán que el conocido y siempre interesante blog Wanderer ha sido desalojado de su dirección habitual blogspot, aunque ha encontrado nueva morada en https://elwanderer.com/ y en Twitter/x (@CaminaWanderer). El traslado ha sido forzado por una denuncia presentada a blogspot, denuncia que el propio blog atribuye a algún eclesiástico enfadado, quizá de la diócesis argentina de San Rafael.

En efecto, hace unos días el Wanderer publicó una información terrible en materia de abusos, aunque verdadera, que había sido ocultada por la diócesis. Una vez que el Wanderer dio la voz de alarma, múltiples medios de comunicación publicaron artículos similares, en algunos casos añadiendo nueva información, y la diócesis tuvo que reconocer la verdad.

Al margen del caso concreto, que no conozco en absoluto y en el que no nos vamos a meter, el propio Wanderer plantea temas interesantes de gran calado, sobre los que he pensado bastante, aunque sigo teniendo dudas. Desde el punto de vista utilitario, ¿sirve de algo censurar información verdadera, aunque incómoda, en un mundo como el de hoy, en el que todo se termina sabiendo? ¿O esa censura provoca un efecto Streisand (así llamado porque la actriz intentó que se censuraran fotos de la costa de California en las que aparecía su casa y no solo perdió el juicio, sino que consiguió que cientos de miles o millones se interesaran por las fotos y las descargaran de Internet)? La censura es admisible y a veces conveniente según la Iglesia, pero ¿hasta qué punto resulta conveniente hoy, en qué lugares y en qué casos?

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