InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2020

29.01.20

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Consejo para ser santo

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Consejo para ser santo

 

“La grandeza de la perfección está, precisamente, en ir superando día a día estos matices negativos, contando con los consiguientes retrocesos y con el trabajo íntimo de lo sobrenatural.” (El sillón de ruedas, p. 151)

 

Cuando un santo dice algo o, mejor, cuando alguien al que se ha considerado santo dijo algo en su día y lo dejó, de tal forma, indicado que es posible atenderlo hoy día, no podemos hacer otra cosa que tenerlo en cuenta porque, de lo contrario, es más que seguro que nos perdamos algo importante.

Eso es lo que pasa, precisamente y no por casualidad, con el Beato Manuel Lozano Garrido, del que este año, como hemos dicho otro día, se cumplen 100 años de su nacimiento.

Pudiera parecer, así a primera vista, que ser santo es, primero, muy difícil y, luego, que por eso mismo sólo está reservado a unos pocos que rezan mucho y son muy buenos… 

Tal forma de ver las cosas no tiene nada que ver ni con la Voluntad de Dios ni con el Amor que el Todopoderoso tiene por sus hijos.

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26.01.20

La Palabra del Domingo - 26 de enero de 2019

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Mt 4, 12-23

12 Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. 13 Y dejando Nazará, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; 14 para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: 15 ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! 16 El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido. 17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: ‘Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.’

18 Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, 19 y les dice: ‘Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.’20 Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron. 21 Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. 22 Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.
23 Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.



COMENTARIO

Convertirse y creer

La regla matemática dice que, en determinadas operaciones, el orden de los factores no altera el producto. Por eso el resultado de multiplicar, por ejemplo, 4 por 5 es el mismo que hacerlo 5 por 4.

En el reino de Dios y con su Ley, sin embargo, no pasa lo mismo. Como suele suceder, el Creador nos sorprende con una lógica que, claro, no es la nuestra.

Ejemplo de esto tenemos cuando sabemos que mientras que en el mundo, también llamado siglo, la confesión de lo mal hecho acarrea la imposición de una pena, en el reino de Dios lleva aparejada el perdón. Y esto muestra, en efecto, dos realidades muy distintas.

Algo parecido pasa con el mismo hecho de creer.

En otra ocasión ya dice Jesús “Convertíos y creed en el Evangelio”. Ahora dice Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado”.

Aquí sí que hay alteración del resultado si cambiamos los factores de esta especial cuenta espiritual.

Así, primero se nos pide la conversión y luego, la creencia en el Evangelio y no al revés.

Vemos, por lo tanto, que cambiar el corazón (de uno de piedra a uno de carne) es fundamental para considerarse discípulo de Jesucristo. Luego se creerá, se pondrá la confianza en el Evangelio pero lo primero es venir a ser un hombre nuevo.

Actuar así no era, digamos, voluntad exclusiva de Jesús, aunque también, sino que venía a cumplir la que lo era de Dios cuando, como recoge el profeta Ezequiel (11, 19-20) escribe que dijo el Creador “yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios.

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24.01.20

J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media – Saruman no tiene quien le escriba

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Seguimos con la, digamos, “serie dentro de la serie”. Y esto lo decimos porque, desde el artículo anterior (de título “El amor en los tiempos de Aragorn”) estamos “aprovechándonos” (con buena intención) de títulos de obras de Gabriel García Márquez a las que hemos dado el toque particular que corresponde a todo lo que tenga que ver con la Tierra Media.

Vayamos, pues, con el de esta semana que tiene relación directa con aquel “El coronel no tiene quien le escriba” del citado autor colombiano. Nosotros, sin embargo, lo hemos titulado,

Saruman no tiene quien le escriba

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El Mal, por decirlo bien y pronto, tiene las cosas que tiene. Y es que, a lo mejor, pocos quieren acercarse al mismo aunque, claro está, siempre hay quien lo acepta, a lo mejor, como un mal menor o, a lo mejor, como vía para prosperar en la vida. Y eso pasa aquí, en la Tierra llamada Media, a saber obra subcreadora del profesor de Oxford, Tolkien padre. Pero, decimos, el Mal es como es…

Nuestro protagonista, Saruman, no era malo del todo o, mejor, se encontraba entre los que habían sido enviados a la Tierra Media para ayudar a los que estaban luchando y habían luchado contra el Mal supremo, el padre de todos los males, el Mal sobre el Mal o, lo que es lo mismo, Morgoth, antes Melko, en los tiempos antiguos. Entre sus compañeros estaba, por nombrar sólo a uno, un tal Gandalf, conocido también como Mithrandir, Olórin, Jinete Blanco, etc., etc. y etc.

Hay, sin embargo, una diferencia esencial entre uno y otro personaje: el primero de ellos era en exceso ambicioso mientras que el segundo supo contener lo que podía haber sido su ambición. Y eso es más que conocido y no vamos a abundar en tal cosa…

Sin embargo, sí que nos vale lo que hemos dicho arriba para decir que, precisamente, por haber escogido el camino equivocado (una especie de Breaking Bad a lo mago o, por decirlo de otra forma, como romper con la realidad no por la buena cosa sino, justamente, por la contraria o, así: romper mal) Saruman estaba solo y más que solo.

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22.01.20

Un amigo de Lolo – "Lolo, libro a libro" – Pecado vs. amor

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Pecado vs. amor

 

“Al pecado capital bastaría para definirlo con ir contraponiendo sistemáticamente sus características a las del amor. Si a Dios se le ha calvado en el corazón como una garra la rebeldía del hombre, es porque nada hay tan cínico y perverso, tan contrapuesto a su generosidad y dulzura, como la injusta entronización del alma que se atrinchera.“ (El sillón de ruedas, p. 91)

 

Está claro, según nos dice el Beato Manuel Lozano Garrido, que hay dos mundos, dos realidades tan distintas que puede resultarnos difícil ponerlas de acuerdo cuando, en realidad, ni debería haber separación entre ellas ni nos está permitido que la haya muy a pesar de cómo somos…

Podemos entender, a tal respecto, que existe un pecado que es más que importante. Es más, que a partir del mismo los demás van cayendo como uva de un racimo más que maduro. Y es, como decimos arriba, la realidad que nos corresponde a los hijos de Dios y que supone nuestro alejamiento del Padre, de Quien todo lo ha hecho y mantiene.

Tal pecado es tan grave y supone un peligro tan grande para nosotros, que deberíamos pensar más de una vez caer en el mismo.

Aquí aparecen palabras terribles que definen más que bien nuestra, a menudo, forma de ser: rebeldía, cinismo, perversión… Y, al contrario, otras muestra a Quién solemos enfrentarnos: amor, generosidad, dulzura…

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19.01.20

La Palabra del Domingo - 19 de enero de 2020

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 Jn 1, 29-34

“29 El día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: ‘He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. 30 Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. 31 Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea Manifestado a Israel.’

32 Y Juan dio testimonio diciendo: ‘He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. 33 Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.’ 34 Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.’”

 

COMENTARIO 

Quien tenía que venir como Cordero de Dios 

 

Quien lea el texto del evangelista Juan se dará cuenta que a Juan, el Bautista, se le había comunicado cuál era la finalidad de su labor y qué, sobre todo, tenía que anunciar. 

Cuando da testimonio es porque es testigo de la venida del Mesías. Él, a lo mejor el único que así aprecia tal cosa, ve al Espíritu Santo bajar sobre Jesús cuando sale de las aguas del Jordán tras el bautizo. Fue, con toda seguridad, una gracia de Dios otorgada a quien se le había dicho lo que tenía que hacer y lo había hecho. 

Había pasado un día desde que Jesús se acercó al Bautista para que le limpiara las impurezas que su alma podía tener. Bien sabemos que eso debía ser, sobre todo, para dar ejemplo, porque es bien cierto que el Hijo de Dios no tenía pecado ni podía tenerlo. Tenía, sin embargo, que cumplir la misión que le había sido encargado (“para eso he salido” diría en una ocasión) que no era otra que hacer cumplir la Ley de Dios y la conversión del corazón era uno de sus principales motivos de vida. 

Volviendo a lo dicho arriba, cuando Juan comunica, a los que le oyen, que se le había dicho lo que tenía que pasar es porque es fiel a la voluntad de Dios y que, aunque no sintiese fuerzas espirituales para desatar las sandalias a Jesús, hizo lo que tenía que hacer. 

Pero lo que más nos ha de importar es lo que dice Juan de Jesús. Dice que es el “Cordero de Dios” y, además, que “quita el pecado del mundo”. 

Como Cordero de Dios llevaría una vida mansa que, al final, determinaría una muerte también mansa; como perdonador de los pecados tenía tal facultad donada por Dios de limpiar el alma de tales manchas. 

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