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12.08.20

Homilía del Centenario de Lolo (1920-2020)

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Hoy, a diferencia de lo que hacemos todos los miércoles, no vamos a traer aquí ningún texto del Beato Manuel Lozano Garrido. Y es que queremos aportar el texto de la Homilía que el P. Rafael Higueras Álamo, a la sazón Postulador de la Causa de Canonización (ya lo fue de la de Beatificación) de Lolo pronunció en el momento adecuado para ello. Y la traemos aquí porque, de verdad, vale la pena conocer, de mano de quien conoció al linarense universal en los últimos años de vida, de quien supo entenderlo y, en fin, de quien estuvo a su lado hasta el último momento, lo que nos pueda decir que siempre, siempre, será importante y edificante.

 

Homilía Centenario del nacimiento del beato Manuel Lozano Garrido

9 de agosto de 1920-2020

Momento de la Consagración

Celebramos con gozo el regalo que Dios hizo a su Iglesia por el nacimiento (hace hoy 100 años), del beato Manuel Lozano Garrido. Un regalo de Dios a su Iglesia; porque los santos son regalos de Dios a la Iglesia Santa, al mundo entero; y, en este caso de nuestro querido “Lolo”, un regalo a Linares: aquí nació, aquí vivió, aquí trabajó, aquí se santificó y aquí murió.

En una página dedicada a la santidad, en el primer libro que publicó nuestro amigo Lolo (El sillón de ruedas) (1), dice que la grandeza de la perfección, de la santidad, está precisamente en ir superando, día a día, los defectos propios de nuestra naturaleza.

1.-  Hemos escuchado, en el Evangelio, el miedo de los discípulos de Jesús, cuando creen que es un fantasma quien se acerca andando sobre las aguas del mar. Y Jesús les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.

Pedro tuvo miedo. Los discípulos tuvieron miedo… Nosotros en muchas ocasiones también tenemos miedo del camino que se nos abre por delante. ¡Lolo también tuvo miedo!

Lucy, su hermana del alma, lo cuenta así, en su declaración ante el tribunal diocesano cuando se instruía  el proceso para la Beatificación:

“… la noche-víspera de su muerte, le escuché decir muchas jaculatorias. Pero, una de las veces que me acerqué a él, me dijo: ¡Qué mala sombra, quiere el demonio meter la pata!”

Lolo sentía miedo a la muerte. Él escribió una preciosa página en “Las estrellas se ven de noche” (2)  Allí aparece claro como él se siente humano, pobre, necesitado; y  consciente de sus limitaciones que le hacen muy débil y dependiente. Por eso escribe pensando en su hermana Lucy, que es para él sus manos, sus pies, su fuerza y su amparo:

       “Morir sin ella ¡que escalofriante y desolador se me hace así el cruce de la raya final; pero, algo, como el chasquido de un foco que se enciende de pronto, me cruje en medio de la noche oscura del interior, iluminándolo todo en fe y en gracia de recuerdos”.

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