Homilía del Centenario de Lolo (1920-2020)

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Hoy, a diferencia de lo que hacemos todos los miércoles, no vamos a traer aquí ningún texto del Beato Manuel Lozano Garrido. Y es que queremos aportar el texto de la Homilía que el P. Rafael Higueras Álamo, a la sazón Postulador de la Causa de Canonización (ya lo fue de la de Beatificación) de Lolo pronunció en el momento adecuado para ello. Y la traemos aquí porque, de verdad, vale la pena conocer, de mano de quien conoció al linarense universal en los últimos años de vida, de quien supo entenderlo y, en fin, de quien estuvo a su lado hasta el último momento, lo que nos pueda decir que siempre, siempre, será importante y edificante.

 

Homilía Centenario del nacimiento del beato Manuel Lozano Garrido

9 de agosto de 1920-2020

Momento de la Consagración

Celebramos con gozo el regalo que Dios hizo a su Iglesia por el nacimiento (hace hoy 100 años), del beato Manuel Lozano Garrido. Un regalo de Dios a su Iglesia; porque los santos son regalos de Dios a la Iglesia Santa, al mundo entero; y, en este caso de nuestro querido “Lolo”, un regalo a Linares: aquí nació, aquí vivió, aquí trabajó, aquí se santificó y aquí murió.

En una página dedicada a la santidad, en el primer libro que publicó nuestro amigo Lolo (El sillón de ruedas) (1), dice que la grandeza de la perfección, de la santidad, está precisamente en ir superando, día a día, los defectos propios de nuestra naturaleza.

1.-  Hemos escuchado, en el Evangelio, el miedo de los discípulos de Jesús, cuando creen que es un fantasma quien se acerca andando sobre las aguas del mar. Y Jesús les dice: “Ánimo, soy yo, no tengáis miedo”.

Pedro tuvo miedo. Los discípulos tuvieron miedo… Nosotros en muchas ocasiones también tenemos miedo del camino que se nos abre por delante. ¡Lolo también tuvo miedo!

Lucy, su hermana del alma, lo cuenta así, en su declaración ante el tribunal diocesano cuando se instruía  el proceso para la Beatificación:

“… la noche-víspera de su muerte, le escuché decir muchas jaculatorias. Pero, una de las veces que me acerqué a él, me dijo: ¡Qué mala sombra, quiere el demonio meter la pata!”

Lolo sentía miedo a la muerte. Él escribió una preciosa página en “Las estrellas se ven de noche” (2)  Allí aparece claro como él se siente humano, pobre, necesitado; y  consciente de sus limitaciones que le hacen muy débil y dependiente. Por eso escribe pensando en su hermana Lucy, que es para él sus manos, sus pies, su fuerza y su amparo:

       “Morir sin ella ¡que escalofriante y desolador se me hace así el cruce de la raya final; pero, algo, como el chasquido de un foco que se enciende de pronto, me cruje en medio de la noche oscura del interior, iluminándolo todo en fe y en gracia de recuerdos”.

El miedo de Pedro, el miedo de los discípulos, el miedo de Lolo…, los miedos de cada uno de nosotros, se calman viendo y palpando que no estoy solo, no estoy solo… Cuando alguien está de corazón a nuestro lado, no estamos solos. Cuando la fe ilumina nuestros miedos, desaparece la oscuridad y se hace la luz.

El Beato Manuel Lozano nos habla así:

“Si tanto me doy de mí que una tarde siento una sensación como de haber salido… no estoy solo…

- no estoy solo, porque en el mundo no hay un hueco sin la presencia de Dios, ni un pozo donde no se refleje la estrella de un destino (3)

Hay una preciosísima anécdota en la vida de Manuel Lozano. Fue en mayo de 1958. Su peregrinación en un tren de enfermos, a Lourdes. La cuenta su hermana Lucy que le acompañó en aquel viaje como enfermera de Sta. María, salus infirmorum. Lolo, como sabéis, por su severo reumatismo tenía la cabeza muy inclinada y no podía levantar los ojos hacia arriba. Lucy lo colocó  inmediatamente debajo de la imagen de nuestra Señora de Lourdes, en la gruta de Masaviel. Para que pudiera verla, sobre las rodillas le colocó un espejo en que se reflejaba la imagen de Sta. María Inmaculada.   Luego, cuando retiró Lucy el espejo, aquel cristal estaba lleno de lágrimas. Lolo era humano, muy humano; sentía sus dolores, sentía el miedo, pero la fe le hacía superar tantos y tantos momentos difíciles y duros  de su vida.

Urna con los restos del beato Lolo

2. En la lectura de la carta a los Romanos, que hemos escuchado, dice San Pablo: “Siento una pena y un dolor incesante, por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre”. Podríamos hacer un paralelo entre Pablo y Lolo. Pablo es judío, se siente judío, fariseo muy fiel a la Ley de Moisés. También  el Beato Manuel Lozano Garrido se sentía orgulloso de ejercer como hijo de esta ciudad de Linares.

El humildísimo Lolo, cuando es homenajeado, y se le otorga el título de “Hijo predilecto de Linares”, escribe una parábola larga, extensa, contando una fábula que comienza así:

       “Había una vez un hombre que vivía siempre dentro de los límites de su propia habitación.  El alcalde, que usaba bastón de mando en las procesiones, puso su firma al pie del expediente…  (4)

Con la prudencia sabia del Job que ve pasar la vida por delante, dejándolo convertido en un “árbol desnudo” (5), Lolo concluye su fábula: “y al fin se oyó un chasquido (al abrir el sobre que contenía el título de Hijo Predilecto) y por los ojos asomaron dos lágrimas que resbalaron por las mejillas, la comisura de los labios y la barbilla”. Y concluye con un grito sordo: Homenaje al hombre.

Como Pablo se sentía feliz de ser israelita, Lolo se sentía feliz de ser linarense. Él escribió de las minas de Linares, de la silicosis; de la Coronación deseada de la Virgen de Linarejos; del legado de los Marqueses de Linares; del urbanismo de la Ciudad; de  las escuelas proporcionalmente necesarias para atender al número de niños  linarenses; del tranvía que recorría estas calles y acercaba a los mineros hasta Matacabras, Pozo Ancho, Arrayanes o la Cañada del Lobero… y del deporte necesario para los jóvenes de linarenses. Se comprometió con sus escritos y por ello recibió amenazas pero él sigue en su empeño, siendo fiel a lo que había escrito en su Decálogo del periodista: “Cuando escribas lo has de hacer: de rodillas, para amar; sentado, para juzgar; erguido y poderoso para combatir y sembrar”

Yo creo que hoy, leyendo los datos estadísticos del empleo en Linares, y recordando los siglos pasados más cercanos, con el esplendor de las minas y la industria automovilística de esta ciudad…, pienso que hoy podríamos hacer una oración a nuestro amigo Lolo:

“Mira a Linares, querido beato Manuel Lozano; mira a Linares, amigo Lolo. Linares, que ocupa, por estas fechas, con frecuencia el nada glorioso título del primero en la oficina de empleo; Beato Manuel Lozano, ruega a Dios por Linares”.

3. Una última reflexión sobre la lectura del libro de los Reyes que hemos escuchado en primer lugar:

El encuentro del profeta Elías con Dios. No fue en medio del ruido del terremoto ni del viento huracanado ni en medio del fuego… Dios se encuentra con Elías en el susurro silencioso de una sueva brisa.

Leyendo los tres libros-diarios que Lolo escribió, sus experiencias de vida, desde 1959, en “Dios habla todos los días”; o en “Las golondrinas nunca saben la hora” (entre junio de 1961 y agosto de 1965) y el 3º “Las estrellas se ven de noche”, que ya se publicó pocos meses después de morir.

En el segundo de estos diarios (Las golondrinas nunca saben la hora (6)) escribe así:

Que se acallen todos los relojes y yo sepa también enmudecer. Más que palabras concédeme silencios. Silencio cuando la vida me pase una factura que no reconozco; dedo en los labios cuando el cansancio me tire de ellos para la inconformidad….”

En esos tres diarios de su vida, cuenta Lolo con sencillez admirable también su vida de oración, sus encuentros con Dios. Cuenta sus miedos y noches oscuras, ciertamente. Pero tiene otras páginas de una ternura desbordante, de una altura mística que arrebata. Y no tiene pudor para abrir su corazón, como lo hace en la oración desgarrada a Cristo crucificado que publica en un periódico: Oración a Jesús, a las tres de la tarde del Viernes Santo (7); o sus requiebros al Niño Jesús recién nacido que pone en boca de San José (8) ; o finalmente la dulzura con que se dirige a Santa María al concluir “El sillón de ruedas”. Al Beato Manuel Lozano podemos pedirle que nos enseñe a dirigirnos a Sta. María, la madre de Dios y nuestra, con las aclamaciones tan sonoras y confiadas como él lo hacía.

Sta. María de las cosas sin brillo;

Reina de las horas gemelas;

Dama de Honor de los inútiles…

-arranca para nosotros la bondad, la perfección ‘standard’:

Santos a manojillos:

Los municipales, las mujeres que van a la compra,

las telefonistas, los que trabajan con sus manos y sus inteligencias,

Y los pobres hombres en sillón de ruedas. (9)

 

El encuentro de Elías con Dios fue en el silencio de una suave brisa… ¡Con razón Lolo pedía a Lucy que fuese fiel guardia vigilante de sus horas de silencio y oración!

El timbre de la puerta de Lolo repiqueteaba muchas veces cada día. Pero había “tiempos” sagrados que eran sólo para orar. La hora eucarística que cada día rodeaba el momento en que los sacerdotes le llevábamos la Comunión cada día… ; el rosario a la Virgen cada tarde, interrumpiendo el trabajo vespertino; o las horas de la madrugada, como es testigo y así lo cuenta su hermana Lucy  ¡Lolo se encontraba con Dios, con Jesús, con Santa María, en el silencio!

Algunos años, pudo pasar el tiempo asfixiante del calor de Linares, yéndose al Santuario de Tíscar A la puerta del santuario hay una fuente; junto a ella, el 20 de agosto de 1965, escribió Lolo una oración. Con ella, concluyo estas palabras mías, pidiendo al Beato Manuel Lozano Garrido que él, en el cielo, las diga al Señor por nosotros:

Tengo sed, Señor, del agua de esa fuente. Mi corazón quema de tanta lumbre interior, de tantos ardores siempre. Me abraso de ansias de ser mejor, de notarme más fiel, más leal, más generoso, más incondicional.

Mi sed es de Ti, ¿por qué has de darte siempre con cuentagotas? ¡Date más, Señor! Lléname como un aljibe, y, casi enseguida, me dejas vacío, para que yo goce, además, el júbilo de sentir cómo te viertes! (10)

 

NOTAS 

(1) El sillón de ruedas, p.123.

(2) Las estrellas se ven de noche, edic. 1973, p.195.

(3) Ib. p.38-39.

(4) Las estrellas se ven de noche, p. 251-253.

(5) El árbol desnudo, es el nombre de la novela autobiográfica que publicó Lolo en  Bilbao, Edc. Mensajero, 1970.

(6) Las golondrinas nunca saben la hora, p.199.

(7) Prensa asociada, 8-4-1963.

(8) Ib  21-12-1962.

(9) El sillón de ruedas, Barcelona 1961, p.311 ss.

(10) Las golondrinas nunca saben la hora, p. 274.

 

P. Rafael Higueras Álamo

Postulador de la Causa de Canonización del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo.

 

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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