InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2013, 29

29.03.13

La muerte que da la vida eterna

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Cristo entregó su vida para que cumpliese lo que estaba escrito. No deberíamos olvidar nunca que se escribió para nuestra salvación.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Cruz y vida eterna

“No quiera Dios que me gloríe sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo”.

En la Epístola a los Gálatas, San Pablo (6,14) nos hace partícipes de una verdad sin la cual, el discípulo de Cristo, no puede caminar por el mundo hacia el definitivo Reino de Dios manteniendo que lo es: la cruz de Jesús la que ha de complacer nuestra propia existencia y, según ella, obrar en nuestro devenir.

Hagamos, ahora, como recomienda San Josemaría, e imaginemos como que estamos entre los testigos de la Pasión, de los últimos momentos de vida humana de Nuestro Señor Jesucristo. Así, viviremos, de nuevo, lo que fue una muerte aceptada por Cristo pero no, por eso, menos inmerecida.

Atormentada el alma, el cuerpo demudado de espanto,
vuelto el rostro hacia Dios y su espíritu ansioso, ya, por hallarlo,
llega Jesús al Calvario, monte Gólgota llamado,
lugar donde se designó fuera crucificado.

Ya se tumba sobre el madero, sobre la cruz estirado;
ya coloca, a ambos lados, sus martirizados brazos.

Avanzando, sin espera, para cumplir la sentencia,
clavan con saña las manos a la sufrida madera,
clavándole los pies cerca de la ensangrentada tierra.

A su lado dos ladrones esperan la muerte cierta.

No conformes con el agravio que le estaban infiriendo
el ropaje se reparten despojándolo de su dueño,
dejando el cuerpo de Cristo de las vestiduras desprovisto,
incrementando la desvergüenza de tan grande sacrilegio.

Cuelga del central madero cartel para su escarnio,
nombrándolo de los judíos rey para reírse de tal cargo,
porque no quiso Pilatos modificar lo que había dicho
en un infausto momento, acobardado y vencido.

Queriendo Cristo llegar hasta el último momento,
entregado a su futuro y sin limitar el tormento
rechaza el bebedizo para el dolor mitigado,
no acepta aquella mirra que le ofrece aquel soldado,
mas pronuncia ese ruego a su padre destinado:
¿por qué me has abandonado?; sabido ya que antes,
en Getsemaní orando, entregó la vida a su Dios,
que fuera lo que su voluntad hubiera pensado.

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