InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Marzo 2013, 09

9.03.13

Serie P. José Rivera - Meditaciones sobre el Evangelio de San Marcos

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Los hechos extraordinarios que llevó a cabo Jesucristo en su vida pública son expresión del poder de Dios. Tengámoslo siempre como verdad suprema sobre nuestras vidas.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
Meditaciones sobre el Evangelio de San Marcos

Meditaciones sobre el Evangelio de San Marco

El Evangelio de San Marcos lo tenemos los católicos como uno en el que Jesucristo se prodiga en hechos extraordinarios que, como manifestación del poder de Dios, nos ponen en el camino hacia el definitivo Reino del Creador sabiendo que todo lo puede quien todo lo creó.

Se dice en el Prólogo (1) de este libro del P. Rivera que

“Estas meditaciones no son mero estudio, que como el mismo D. José señala, no llevarían muy lejos. Contemplar el Evangelio es consagrarse práctica e ininterrumpidamente a dejarse invadir por Cristo vivo y San Marcos real. Y como Cristo es la Luz, de aquí, del Evangelio así meditado y estudiado, le viene a D. José Rivera la luz que le ilumina la figura de Cristo y las Personas divinas. Y también los hombres y los acontecimientos”.

Es tenido, el evangelio de San Marcos, como uno en el que los llamados hechos extraordinarios, o milagros, que Cristo realizó, ocupan gran parte de sus capítulos. Sirve, por lo tanto, para mostrar y demostrar que Jesús era, en efecto, Hijo de Dios y que por tener el poder de Dios, nada de lo que para el hombre es imposible lo es para Él.

Así, en el Capítulo II, dice, al respecto de la curación del paralítico, que “Estamos tan acostumbrados, desde niños, a la idea del perdón de los pecados, que no sentimos admiración alguna. Que las palabras pecado y perdón se nos quedan como significantes de unas relaciones jurídicas. Sin embargo, la realidad es absolutamente maravillosa”.

En efecto, “El perdón de Dios pasa necesariamente sobre nosotros, con la colaboración indispensable de Cristo y de su Iglesia” (3) y, por eso, seguramente, fue curado aquel hombre que, impedido, pasaba por la vida con una pena mucho más grande que la de los que contemplándose completos no comprenden lo que debe suponer no poder servirse de sus miembros. Porque Jesús vio en los amigos una fe grande en su persona y, por eso mismo, quiso hacer patente que el perdón de Dios era realidad, exactamente, suya.

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