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9.09.20

Beato Manuel Lozano Garrido - “Lolo, libro a libro”- Hacia Dios vamos (y 2)

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Mesa redonda con Dios”.

Hacia Dios vamos (y 2)

 

“Es así que yo quiero correr a tu ritmo, sin impaciencias agotadores, sin sesteos de moribundo. Ahora, dentro de poco, Tú has de decir: ‘En marcha’, y yo empezaré a pisar los adoquines al mismo tiempo que estos hombres que aguardan en la acera. Te digo que desde ahora mismo voy a hacer por entrar y amar la intimidad de los que han de ser mis compañeros en ese viaje que tiene premio para todos, porque tus tesoros son tan generosos que a todos llegan”. (Mesa redonda con Dios, p. 36)

 

Es cierto que sí, que todo ser humano que sea creyente sólo puede tener en su corazón ir junto a Dios y habitar unas de las estancias que está preparando su Hijo, Jesucristo.

Tal anhelo jamás puede faltar del corazón de ningún hijo del Todopoderoso cuando, hoy día, es más que sabido (y creído por fe) que el definitivo Reino de Dios, llamado Cielo, es el destino al que estamos destinados.

Pues bien, el Beato Manuel Lozano Garrido, que, como es de esperar, también quiere alcanzar una meta así (en su caso, trátase de una carrera sui generis donde el motor es su corazón) pues su vida, tan llena de sufrimientos y de aceptaciones de estos, sólo podía querer alcanzar la Luz divina y gozar de la Bienaventuranza junto a su Padre, Dios Creador.

Aquí nos lo dice bien claro: hay dos formas, en esencia, de querer ir hacia Dios.

En la primera de ellas abunda esa forma de ser tan común entre los hijos de Dios: somos demasiado impacientes y pareciera que nunca vamos a alcanzar al Todopoderoso. Y, es verdad, nunca lo vamos a alcanzar si lo que prima en nuestra existencia es un ansia, quizá, desmedida de conseguirlo mientras dejamos apartados otros temas que son, en este caso y por eso, más que importantes.

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