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2.09.20

Beato Manuel Lozano Garrido - Lolo, libro a libro - "Mesa redonda con Dios" - Hacia Dios vamos (1)

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Mesa redonda con Dios”.

Hacia Dios vamos (1)

 

“Estamos aquí los hombres, unos junto a otros, como en la raya de salida de una carrera. De un momento a otro se hará la señal y ¡hala! a dar zancadas hacia la meta. ¿Sabes, Señor, que yo también creo que la vida es una hermosa galopada para buscarte y que Tú siempre esperas a la llegada con el laurel de la felicidad entre las manos, sonriente y henchido, para coronar las frentes de los triunfan?” (El sillón de ruedas, p. 35)

  

Es bueno eso de saber que los seres humanos, creados por Dios a su imagen y semejanza, tenemos una meta, que es donde debemos querer ir.

Esto lo decimos porque el Beato Manuel Lozano Garrido nos dice que sí, que estamos, algo así, como preparados para una carrera y que, como en todas las de su tipo y estilo , hay un lugar donde llegar, hay una meta. Y es que, de otra forma, no se entendía algo así como correr, sea como sea el tipo de forma de correr o cómo se haga la misma.

Tenemos, por tanto, una meta.

Es bien cierto que hay quien cree que la vida es como algo así circular, como que no tiene lugar donde ir y que siempre volvemos al sitio desde donde hemos partidos como si fuéramos Quijotes que, en su Rocinante, acaba volviendo, él sí, a su pueblo de donde partió a correr grandes aventuras y desfacer entuertos.

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