17.12.12

Serie Humanae vitae -3.- De lo que es sí y lo que es no

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Todas las personas tenemos escrúpulos materiales ante aquello que no es de nuestro agrado. Pero espirituales, escrúpulos espirituales, sólo los tienen los que son, más bien, de poco espíritu o, como mucho, de espíritu tibio.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Humanae vitae

Presentación de la serie

Hace tiempo cayó en mis manos un ejemplar de la publicación original (año 1969) de la Carta Encíclica de Pablo VI Humanae vitae (Hv) Iba, y va, referida a la regulación de la natalidad. Y era de esperar que produjera polémica y que hiciera sufrir mucho a su autor.

Lo que no era de esperar, o sí, era que la contestación a la Hv se produjera, además de con la puesta en práctica de políticas contrarias a lo que indica la misma, dentro de la misma Iglesia por aquellos que parecen que ven un ejemplo de virtud oponerse a cualquier cosa que pueda emanar de la Santa Sede.

Pero es de pensar que los sectores sociales, políticos e, incluso, eclesiales, que se mantienen en contra (con hechos y palabras) no están muy de acuerdo con tal Encíclica, ni por lo que dice ni por la verdad que muestra.

Había razones para que se diera a la luz una Encíclica como la Hv: “La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida“ (Hv 11).

Por lo tanto, no se trata de la plasmación de ideas retrógradas ni pasadas de moda sino, al contrario, la fijación, una vez más, de lo que la Iglesia entiende que se tiene que hacer y llevar a cabo en un tema tan importante como el de la vida humana y el de la natalidad que, evidentemente, lleva aparejado.

Ante eso, ¿Qué es lo que se ha hecho desde los sectores sociales y políticos que se podían haber limitado a aplicar tal norma eclesial por sus benéficos postulados para la humanidad?

Pues, exactamente, todo lo contrario:

1.-Anticonceptivos

En materia de anticonceptivos está claro que los poderes públicos se han encargado de difundir el uso de los mismos. Sobre esto, el punto 17 de la Hv dice que “Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a compañera, respetada y amada”. ¿No es eso cierto?

2.-Píldora del día después

El uso de la píldora del día después, como método anticonceptivo digamos, distinto al ordinario que es el preservativo, supone una aplicación perversa de la anticoncepción y una clara manipulación de determinados sectores sociales.

Sobre esto, la Conferencia Episcopal Española, en nota de fecha 27 de abril de 2001 titulada “La píldora del día siguiente. Nueva amenaza contra la vida” dice (apartado 1) que “Se trata de un fármaco que no sirve para curar ninguna enfermedad, sino para acabar con la vida incipiente de un ser humano”.

3.-Aborto

El aborto ha sido política habitual de las sociedades que se dicen “avanzadas” cuando nada hay más retrógrado que acabar con la vida de un ser vivo humano y nada peor que llevar a cabo la implantación legal de tan aberrante práctica. Y en España tenemos ejemplos más que suficientes y recientes (véase legislación sobre el aborto) como para avergonzar a cualquiera.

Sobre esto dice la Hv (14) que “En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas”.

Y es que parece que, aunque hayan pasado más de 40 años desde que publicara, Pablo VI, la Encíclica Humanae vitae, las cosas siguen en su sitio o mejor dicho, en peor sitio porque suponía, tal documento, un “aviso” ante la situación que la natalidad estaba sufriendo en el mundo o, al menos, una indicación sobre lo que no se debía hacer.

En realidad, lo único que ha cambiado ha sido, por un lado, el lenguaje políticamente correcto de llamar a las cosas por nombres que no son y, por otro lado, la técnica que procura, de forma, digamos, más disimulada, el atentado contra la vida humana.

Y así, mucho más podemos decir al respecto porque los temas que el documento salido del corazón de Pablo VI refiere no son, precisamente, de poca importancia para la consideración cabal y con criterio católico de los mismos.

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Hv

3.- De lo que es sí y lo que es no

Está bien, siempre lo está, que cuando tenemos que enfrentarnos a determinada realidad haya, digamos, algo a lo que agarrarse para no perecer en el intento de defender lo que creemos. De otra forma, sería dificultosa, incluso, la propia existencia.

Al respecto del meollo, de la sustancia y esencia de la encíclica de Pablo VI que aquí traemos no puede decirse que no establezca lo que es positivo y lo que es negativo al respecto de la natalidad humana. Y esto, lo que quiere decir, sencillamente, es que tenemos a qué atenernos y debemos, pues, atenernos a lo que la misma dice.

Al respecto, digamos, de la validez que la doctrina establecida en la Hv tiene, el Beato Juan Pablo II dijo, por ejemplo, que “cuanto ha sido enseñado por la Iglesia sobre la contracepción no pertenece a la materia libremente disputada por los teólogos. Enseñar lo contrario equivale a inducir a error a la conciencia moral de los esposos” (5-6-1987) o que “dicha doctrina pertenece a la doctrina moral de la Iglesia, que ésta ha propuesto con ininterrumpida continuidad tratándose de una verdad que no puede ser discutida. Por ello ninguna circunstancia personal o social ha podido nunca, puede, ni podrá jamás, convertir un acto así (de contracepción) en un acto justo en sí mismo” (14-3-1988).

Seguramente por eso, como impulsor, en la vida de la Iglesia católica, del Concilio Vaticano II, procuró que quedara fijado en el Catecismo de la Esposa de Cristo todo lo que sigue al respecto, por ejemplo, de la “fecundidad del matrimonio (vale la pena traer todo el contenido):

2366 La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que “está en favor de la vida” (FC 30), enseña que todo “acto matrimonial en sí mismo debe quedar abierto a la transmisión de la vida” (HV 11). “Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador” (HV 12; cf Pío XI, Carta enc. Casti connubii).
2367 Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios (cf Ef 3, 14; Mt 23, 9). “En el deber de transmitir la vida humana y educarla, que han de considerar como su misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana” (GS 50, 2).

2368 Un aspecto particular de esta responsabilidad se refiere a la regulación de la procreación. Por razones justificadas (GS 50), los esposos pueden querer espaciar los nacimientos de sus hijos. En este caso, deben cerciorarse de que su deseo no nace del egoísmo, sino que es conforme a la justa generosidad de una paternidad responsable. Por otra parte, ordenarán su comportamiento según los criterios objetivos de la moralidad:

«El carácter moral de la conducta […], cuando se trata de conciliar el amor conyugal con la transmisión responsable de la vida, no depende sólo de la sincera intención y la apreciación de los motivos, sino que debe determinarse a partir de criterios objetivos, tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos; criterios que conserven íntegro el sentido de la donación mutua y de la procreación humana en el contexto del amor verdadero; esto es imposible si no se cultiva con sinceridad la virtud de la castidad conyugal» (GS 51).

2369 “Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad” (HV 12).

2370 La continencia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos (HV 16) son conformes a los criterios objetivos de la moralidad. Estos métodos respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica. Por el contrario, es intrínsecamente mala “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (HV 14):

«Al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal. […] Esta diferencia antropológica y moral entre la anticoncepción y el recurso a los ritmos periódicos implica […] dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí» (FC 32).

2371 Por otra parte, “sea claro a todos que la vida de los hombres y la tarea de transmitirla no se limita a este mundo sólo y no se puede medir ni entender sólo por él, sino que mira siempre al destino eterno de los hombres” (GS 51).

2372 El Estado es responsable del bienestar de los ciudadanos. Por eso es legítimo que intervenga para orientar la demografía de la población. Puede hacerlo mediante una información objetiva y respetuosa, pero no mediante una decisión autoritaria y coaccionante.

No puede legítimamente suplantar la iniciativa de los esposos, primeros responsables de la procreación y educación de sus hijos (cf PP 37; HV 23). El Estado no está autorizado a favorecer medios de regulación demográfica contrarios a la moral.

No extrañe, por lo tanto, que el Catecismo haga una referencia, en este aspecto, a la encíclica que tanto sufrimiento causó a Pablo VI. Tampoco extrañe que la misma tenga a bien iluminar al católico acerca de lo que significan estos importantes y cruciales temas.

Así, por ejemplo, al respecto de las vías ilícitas para la regulación de nacimientos (lo que ha de querer decir, por supuesto, que las hay que son profundamente lícitas) nos dice, en el punto 14 de la Encíclica, que

En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas.

Hay que excluir igualmente, como el Magisterio de la Iglesia ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer; queda además excluida toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación .

Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor o el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirán después y que por tanto compartirían la única e idéntica bondad moral. En verdad, si es lícito alguna vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual, familiar o social. Es por tanto un error pensar que un acto conyugal, hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda.

¿Qué es, pues, lo lícito desde el punto de vista católico?

En realidad, lo que conviene reconocer desde un principio es que, en efecto, hay medios terapéuticos que son lícitos en al regulación de los nacimientos y, por lo tanto, que no cabe sostener que la Iglesia católica se muestra cicatera en este aspecto o que, incluso, censura el hecho de que, en determinados momentos el matrimonio no mantenga relaciones sexuales con el fin ordinario de la procreación.
Por eso, en el número siguiente, 16, dice la HV lo siguiente:

A estas enseñanzas de la Iglesia sobre la moral conyugal se objeta hoy, como observábamos antes, que es prerrogativa de la inteligencia humana dominar las energías de la naturaleza irracional y orientarlas hacia un fin en conformidad con el bien del hombre. Algunos se preguntan: actualmente, ¿no es quizás racional recurrir en muchas circunstancias al control artificial de los nacimientos, si con ello se obtienen la armonía y la tranquilidad de la familia y mejores condiciones para la educación de los hijos ya nacidos? A esta pregunta hay que responder con claridad: la Iglesia es la primera en elogiar y en recomendar la intervención de la inteligencia en una obra que tan de cerca asocia la creatura racional a su Creador, pero afirma que esto debe hacerse respetando el orden establecido por Dios.

Por consiguiente, si para espaciar los nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que entonces es lícito tener en cuenta los ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del matrimonio sólo en los periodos infecundos y así regular la natalidad sin ofender los principios morales que acabamos de recordar.

La Iglesia es coherente consigo misma cuando juzga lícito el recurso a los periodos infecundos, mientras condena siempre como ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias. En realidad, entre ambos casos existe una diferencia esencial: en el primero los cónyuges se sirven legítimamente de una disposición natural; en el segundo impiden el desarrollo de los procesos naturales. Es verdad que tanto en uno como en otro caso, los cónyuges están de acuerdo en la voluntad positiva de evitar la prole por razones plausibles, buscando la seguridad de que no se seguirá; pero es igualmente verdad que solamente en el primer caso renuncian conscientemente al uso del matrimonio en los periodos fecundos cuando por justos motivos la procreación no es deseable, y hacen uso después en los periodos agenésicos para manifestarse el afecto y para salvaguardar la mutua fidelidad. Obrando así ellos dan prueba de amor verdadero e integralmente honesto.

Es decir, no hay problema alguno ni lo supone para la doctrina católica que se recurra a momentos en los que no se da la capacidad de fecundar para que en el seno del matrimonio el hombre y la mujer mantengan sanas relaciones sexuales. No hay y no se puede sostener, en este aspecto, lo contrario.

Sin embargo, a pesar de que puede haber, y las hay, dentro de la Iglesia católica, personas que no acaban de comprender lo que defiende la Hv, la verdad es que la misma, como suele decirse, lo tiene bastante claro y, por eso mismo, abunda en poner negro sobre blanco para que se comprenda, si es que eso es posible, que los métodos de regulación de la natalidad de carácter artificial no tienen nada de positivo. Por eso se ve en la ineludible obligación de decir (17) que “Los hombres rectos podrán convencerse todavía de la consistencia de la doctrina de la Iglesia en este campo si reflexionan sobre las consecuencias de los métodos de la regulación artificial de la natalidad”.

Habla, por supuesto, de aquellos hombres que tienen de la realidad en la que viven un sentido cristiano, aquí católico, y conocen y reconocen que no es bueno todo lo que como bueno presenta el mundo a sus habitantes. De aquí que un poco más abajo diga que

Por tanto, sino se quiere exponer al arbitrio de los hombres la misión de engendrar la vida, se deben reconocer necesariamente unos límites infranqueables a la posibilidad de dominio del hombre sobre su propio cuerpo y sus funciones; límites que a ningún hombre, privado o revestido de autoridad, es lícito quebrantar. Y tales límites no pueden ser determinados sino por el respeto debido a la integridad del organismo humano y de sus funciones, según los principios antes recordados y según la recta inteligencia del “principio de totalidad” ilustrado por nuestro predecesor Pío XII (21).

Y, ante esto, ¿qué es lo que podemos hacer y creer?

Un católico sabe que tiene unos pastores que le guían hacia el definitivo Reino de Dios y que ellos tienen en cuenta todos los instrumentos espirituales como para determinar qué es conveniente y qué no es conveniente para nuestra vida de seres humanos. Tal es la causa de que la Iglesia se reconozca como garantizadora de los “auténticos valores humanos” y como es cierto que (18, éste y el resto de entrecomillados hasta el final de párrafo) “Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos: son demasiadas las voces —ampliadas por los modernos medios de propaganda— que están en contraste con la Iglesia” (si así era entonces, en tiempos de Pablo VI ¡qué no diremos de los tiempos en los que estamos bien entrado el siglo XX!), no es menos cierto, sin embargo, que la Iglesia católica no puede “jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre”.

Y en tales está la Iglesia católica y, así, sus fieles.

Eleuterio Fernández Guzmán
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16.12.12

La Palabra del Domingo .- 16 de diciembre de 2012

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

A quien te diga que ser cristiano es una buena forma de perder el tiempo porque no cree en Dios, simplemente demuéstrale que el respeto humano no va contigo porque Tu Padre no lo merece

Y, ahora, el artículo de hoy:

Biblia

Lc 3, 10-18

10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?»11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.»12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» 13 El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.» 14 Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada.»15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; 16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.»

18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

COMENTARIO

El que anuncia, habla

Como culminación de las maldades de Herodes, tetrarca de Galilea, éste, ante la acusación de Juan, hijo de Zacarías y de Isabel, sobre su ilícito matrimonio con Herodías, manda que lo prendan y sea encarcelado.

Pero Juan, antes de este infausto momento, predica, pues era la misión que le había encomendado Dios. Su predicación, continuación de su presentación al mundo, a su siglo, con ese “enderezad sus sendas” (se refiere a las del Señor) y la dura acusación a los hipócritas, a los que llama raza de víboras (Lc 3,7) tiene un sentido, que en este texto del evangelista médico de Pablo, doble, porque dos cosas nos quiere decir.

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15.12.12

Serie Pensamientos de vida sobrenatural - 30.- Ser apóstoles

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Políticamente correctos son los que creyéndose discípulos de Cristo lo son más del mundo porque abandonan la doctrina del primero para confraternizar con el segundo. Deberían saber que en esta espiritual operación el orden de los factores sí altera el producto.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación de la serie

Pensamientos de vida sobrenatural

Tomás de Kempis, dice refiriéndose a Jesús que “’El que me sigue no va a oscuras’, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo y con ellas nos enseña a imitar su vida y sus virtudes si queremos gozar de la luz verdadera, y librarnos de la ceguera del alma”.

No puede ser mejor explicado, en esencia, el comportamiento que debe expresar, con su vida, un discípulo del Hijo de Dios y resulta difícil, por eso mismo, decir más cosas con menos palabras.

Tal forma de demostrar que la Fe puede ser difundida, evangelizando con ella, es la que también siguió S. Josemaría en libros suyos como Camino, Forja o Surco que representan, para un creyente en el Dios Único y Omnipotente, una forma de demostrar que se cree porque se sabe lo que se cree.

El aforismo, por eso, es una fórmula comprimida de definir pensamientos, en este caso religiosos, que cada cual llevamos dentro y que, saliendo al exterior desde el corazón, puede servir para encauzar más de una situación que damos por perdida por las asechanzas del mundo o, simplemente, por nuestra mala cabeza mundana.

Por eso mismo, cuando manifestamos por escrito lo que tenemos como cierto para nuestro interior y, así, para nuestro corazón, no hacemos más que tratar de hacer ver que si del mismo habla la boca es de desear que hable bien del lugar donde, por tradición, se ha considerado que actúa el Espíritu de Dios y donde está su Templo.

Lo que podemos decir en pocas palabras a lo mejor es preferible que no se diga de forma extensa. Se entiende mejor lo que se pretende transmitir si no hay exceso de sílabas que, en muchas ocasiones, deforman una verdad espiritual y, en cierta manera, pervierten en esencial sentido que le queríamos dar.

Es, por otra parte, lo que de nuestra vida sobrenatural, llevaba y traída por el deambular de la existencia y conciencia que nos conducen hacia el definitivo reino de Dios, extraemos lo que nos ofrece unas frases que pretenden hacer real la voluntad de quien siente que su fidelidad a Dios puede ser imitada, puesta en práctica particular, como máxima expresión de una comunión vital y de fe.

Así, los “Pensamientos de vida sobrenatural” son una aproximación a la vivencia de la fe y un intento de plasmar, por la vía del mensaje escueto, lo que un alma puede sentir y expresar para obviar la tribulación por la que esté pasando o, a lo mejor, creyendo que pasa.

Cada cual, por supuesto, puede hacer con ellos lo que tenga por conveniente y, si eso surge, añadir los que crea oportunos porque, es bien cierto, que si Dios lo es personal para cada uno de nosotros, no está mal, de vez en cuando, compartir lo que su Espíritu nos ha sugerido. De todas formas, bien sabemos que no podemos ocultar la luz, aunque sea escasa, bajo el celemín.

30.- Ser apóstoles

En demasiadas ocasiones solemos decir que para ser apóstoles se necesita ser alguien muy especial. En realidad es una excusa para no llevar a cabo la labor que tenemos que llevar a cabo. Sin embargo, sabemos que también somos, en cierto modo, apóstoles y debemos serlo.

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14.12.12

Eppur si muove - ¿Dónde están el buey y la mula?

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Panecillo de hoy:

Si guardas, en las páginas de las Sagradas Escrituras bajo el celemín, la Verdad que reconoces importante en tu vida porque no se te despega del corazón… entonces te convendría más romper el celemín.

Y, ahora, el artículo de hoy.

El buey y la mula

Ciertamente hay personas que tienen poco que hacer y lo que hacen siempre lo encaminan a causar malestar y, si eso es posible, a sembrar cizaña en el seno de la Iglesia católica, aprovechándose, como diría el jurista romano Labeón, de la ignorancia para engañar o defraudar a quien sea o, lo que es lo mismo, actuando con claro dolo. Aunque también es posible que se trate, simplemente, de la ignorancia de quien así trata las cosas. Y, ya sabemos, que la ignorancia es muy atrevida.

En el tema del buey y la mula, domésticos animales que aparecen, desde hace muchos siglos, en las representaciones con las que los creyentes traemos al presente lo que nunca se olvida, y a tenor de lo escrito por Benedicto XVI en su último libro sobre Jesús de Nazaret, parece que muchos han pretendido pescar incautos en lago ajeno.

Hace poco, el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino, ha tenido que decir lo que es obvio pero que, al parecer, algunas mentes obtusas no son capaces de entender. Y ha sido que

“Hace dos mil años que cualquiera que haya leído los Evangelios ve que allí no aparecen la mula y el buey. El Papa explica en su libro que aparecen luego, en el arte, por el capítulo primero de Isaías: ‘el buey conoce a su amo, y el asno, al dueño del pesebre, pero Israel no conoce a su Creador’. San Justino, en el siglo II, interpreta que con Jesús ya Israel conoce al Creador, y pone como símbolo a estos animales en el pesebre. En la pintura románica catalana del siglo XII aparecen con los ojos como platos, mirando al Niño Jesús, y también en el belén, que inventó San Francisco de Asís en la Edad Media”.

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13.12.12

¡Para darle de comer aparte!

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Panecillo de hoy:

Escribes en un papel, para evitarlos, los escrúpulos que mantienes cuando no te conviene. Mejor no lo tires a la papelera porque si no corriges tal comportamiento, de muchos más tendrás que tomar nota.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Solemos decir que a una persona hay que darle de comer aparte porque su forma de ser no concuerda con el general y, por decirlo así, es mejor darle de lado y que allá se las componga.

Esto también pasa en materia religiosa y, aquí, católica.

Hay personas que, en este aspecto o tienen alguna deformación de base o, francamente, la han adquirido con el paso de los años y se ha encallecido de tal forma que ha convertido su corazón en un instrumento de la piedra y la dureza.

Digo, antes que nada, que es bien cierto que más de uno me puede decir que con este individuo las cosas son como son y que no se pueden pedir peras al olmo y que de donde no hay no se puede sacar, etc. Sin embargo, no es poco cierto que lo que dice y escribe no ha de ser, forzosamente, pensamiento exclusivo de la misma sino que debe tener, seguro, muchos, muchas y muches que le siguen.

Esto lo digo porque Enric Sopena, director de “El Plural” (nunca un hombre fue tan falso, por cierto) ha escrito esto: “Rajoy, Wert, Rouco y Camino, contra el ‘espíritu moderno’”.

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12.12.12

Asalto a mano armada en el Seminario de Abidjan (Costa de Marfil)

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Recomiéndate, a ti mismo, llevar una vida de oración digna de ser llamada cristiana.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Asalto a mano armada en el Seminario de Adibjan

El que fuera Director de la editorial Edibesa, el P. José Antonio Martínez Puche, se encuentra como Director espiritual en el Seminario de Abidjan (Costa de Marfil). En la noche del 2 al 3 de diciembre pasado sufrió el Seminario un asalto a mano armada perpetrado por 3 jóvenes que robaron lo que estuvo a su alcance e hirieron a varias de las personas que allí se encontraban.

Seminario de Abidjan

Entre empujones y golpes pasaron 3 horas de la noche del 2 al 3 del pasado diciembre los seminaristas, formadores, el Rector y el Director Espiritual del Seminario “Redemptoris Mater” de Yopougan-Abidjan, en Costa de Marfil.

Lo que podría haber sido una noche tranquila en aquella nación africana se tornó tormento y sufrimiento cuando 3 jóvenes de unos 25 años irrumpieron en una de las instalaciones que tiene el Seminario católico de aquella ciudad marfileña.

Eran las 23:15 del pasado 2 de diciembre cuando Fray José Antonio Martínez Puche se encontraba en los alrededores del Seminario. Unos individuos lo abordaron y le obligaron a entrar en sus instalaciones con intenciones no precisamente santas.

Buscaban dinero. Sin embargo, como es de imaginar, un Seminario en África no suele ser un lugar donde abunde al vil metal y, salvo unas pequeñas cantidades del mismo poco más pudieron robar. Sin embargo aprovecharon para arramblar con todo lo que de valor encontraron. Así, se llevaron los relojes de los presentes, los móviles y los ordenadores personales de cada uno de los que allí estudian o enseñan además de los propios del Seminario.

Pero como el Mal tiene sus formas de hacer las cosas, aquellas horas, 3, que pasaron, seguramente, como si de siglos se trataran, fueron de no poco sufrimiento y prueba de hasta dónde puede llegar la confianza en Dios de parte de unos creyentes, pastores unos y otros en vías de serlo. Por eso maltrataron físicamente a dos seminaristas (entre ellos hay dos españoles) además de al Rector, a la sazón el P. Thomas Kubala, de nacionalidad polaca, pues no encontraron todo el dinero que esperaban encontrar.

¿Y, mientras tanto, qué hacían las víctimas del atraco?

Como se espera de unos cristianos cabales y de criterio, no se dedicaron a enfrentarse a los atracadores. No. Actuaron como suelen hacerlo quienes saben lo que son: oraron y pidieron a Dios por la especial situación por la que estaban pasando. Por ejemplo, el P. Thomas no cesaba de repetir “Señor, guarda la vida de los seminaristas, guarda la vida de los seminaristas” porque es lógico que imaginara que su vida, en manos de aquellos asaltantes, valía más bien poco.

En el colmo de la falta de corazón, la avaricia y el egoísmo, los atracadores se hicieron, también, con un rosario de oro que había recibido un seminarista de Camerún como regalo especial de su hermana para cuando recibiera los ministerios previos al diaconado. El caso es que tanto el rosario como el cuerpo sin vida de su hermana llegaron el mismo día de la celebración para la que había pensado tal regalo. Y al ruego de parte del seminarista de que no se lo llevaran, uno de los asaltantes respondió amenazándole de muerte.

Estuvieron en un tris de morir porque, por ejemplo, uno de los asaltantes apuntó al Rector del Seminario en la sien y dijo, en francés, “uno, dos y tres” con intención, a lo mejor, de quitarle allí mismo la vida.

Las cosas, sin embargo, no fueron a más porque los atracadores salieron del Seminario con el botín que habían conseguido y dejaron, allí mismo, a las víctimas de su delito, dando gracias a Dios por haberles hecho pasar aquel trago de la mejor forma posible.

Demuestra, sin embargo, la hombría de bien de los que sufrieron el atraco el hecho de que en los días posteriores al asalto, tanto seminaristas como formadores pidieron a Dios por los asaltantes y por sus familias porque, de verdad, necesitaban el auxilio del Creador.

Eleuterio Fernández Guzmán

La fuente de la noticia ha sido tomada de www.dominicos.org

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Ad pedem litterae-Hermanos en la red - P. Pablo Cabellos Llorente

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Si sabes decir ¡No! en el momento oportuno a las proposiciones del mundo habrás dicho ¡Sí! a Dios cuando corresponde que, por cierto, es siempre.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

Cuando nos planteamos cómo debemos convivir con nuestros semejantes, hacemos planteamientos acerca de lo que supone la convivencia y de si, en verdad, nos interesa o no, en el fondo, la misma.

Señala el P. Cabellos, autor del artículo aquí traído, que la convivencia debe cimentarse en una serie de valores sin los cuales la misma no es posible se lleve a cabo. Y dice que en la verdad, la libertad, la justicia y el amor son los pilares sobre los que debe comentarse una forma de vida de la que pueda decirse que, en verdad, existe convivencia.

Es bien cierto que hoy día muchos de esos valores no se tienen muy en cuenta en la vida común y que se tienen por olvidados porque, o bien políticamente son incorrectos o, simplemente, no conviene seguirlos.

Está más que bien que acabe diciendo, lo que es cierto, que lo que pasa es que, en demasiadas ocasiones, lo que pasa es que buscamos excusas para que la convivencia sea generosa y sea cordial. Y debe ser cierto.

Y, ahora, el artículo del P. Pablo Cabellos Llorente.

Convivir

Pablo Cabellos Llorente

El DRAE define escuetamente el verbo del título: vivir en compañía de otro u otros. Es posible que así la Real Academia haya deseado abarcar toda posible forma de convivencia, pero parece muy pobre para la sociabilidad humana. De hecho, cuando expresamos la necesidad de convivir con todos, no nos limitamos a pensar en una yuxtaposición de unos con otros, ni siquiera en que residimos bajo un mismo techo, y tampoco que no nos peleamos con el del al lado.

El Magisterio de la Iglesia se ha referido a valores seguros para lograr la perfección personal y una convivencia social más humana. Esos valores, inherentes a la dignidad de la persona, serían la verdad, la libertad, la justicia y el amor. Así lo afirmó Juan XXIII y el Vaticano II, de un modo que a mi parecer sirve para los hombres y mujeres de cualquier creencia. Además, es obvio que este aprecio por la convivencia digna es mucho más hondo que el del diccionario citado.

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11.12.12

Un amigo de Lolo - Comprender el cielo

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

“No me conviene hacer esto o lo otro aunque, como cristiano, debería hacerlo”. ¿No será que lo que no te conviene es olvidar que eres cristiano?

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Comprender el cielo

“El cielo no es ni tan distante, que no ofrezca una estrella personal; ni tan inmenso, que no quepa dentro de un corazón. ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (5)

Cuando alguien habla del cielo es más que probable que piense, a tal ha llegado la deformación de este concepto, en un lugar con nubes donde todo es bello y bueno. Y eso, aunque seguramente está un poco deformado por la necesidad de consuelo que tenemos si pensamos en el más allá, no es poco cierto que algo ha de haber de verdad.

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10.12.12

Serie Humanae vitae - 2.- Lo básico, por elemental

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Y, ahora, el artículo de hoy.

Humanae vitae

Presentación de la serie

Hace tiempo cayó en mis manos un ejemplar de la publicación original (año 1969) de la Carta Encíclica de Pablo VI Humanae vitae (Hv) Iba, y va, referida a la regulación de la natalidad. Y era de esperar que produjera polémica y que hiciera sufrir mucho a su autor.

Lo que no era de esperar, o sí, era que la contestación a la Hv se produjera, además de con la puesta en práctica de políticas contrarias a lo que indica la misma, dentro de la misma Iglesia por aquellos que parecen que ven un ejemplo de virtud oponerse a cualquier cosa que pueda emanar de la Santa Sede.

Pero es de pensar que los sectores sociales, políticos e, incluso, eclesiales, que se mantienen en contra (con hechos y palabras) no están muy de acuerdo con tal Encíclica, ni por lo que dice ni por la verdad que muestra.

Había razones para que se diera a la luz una Encíclica como la Hv: “La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida“ (Hv 11).

Por lo tanto, no se trata de la plasmación de ideas retrógradas ni pasadas de moda sino, al contrario, la fijación, una vez más, de lo que la Iglesia entiende que se tiene que hacer y llevar a cabo en un tema tan importante como el de la vida humana y el de la natalidad que, evidentemente, lleva aparejado.

Ante eso, ¿Qué es lo que se ha hecho desde los sectores sociales y políticos que se podían haber limitado a aplicar tal norma eclesial por sus benéficos postulados para la humanidad?

Pues, exactamente, todo lo contrario:

1.-Anticonceptivos

En materia de anticonceptivos está claro que los poderes públicos se han encargado de difundir el uso de los mismos. Sobre esto, el punto 17 de la Hv dice que “Podría también temerse que el hombre, habituándose al uso de las prácticas anticonceptivas, acabase por perder el respeto a la mujer y, sin preocuparse más de su equilibrio físico y psicológico, llegase a considerarla como simple instrumento de goce egoístico y no como a compañera, respetada y amada”. ¿No es eso cierto?

2.-Píldora del día después

El uso de la píldora del día después, como método anticonceptivo digamos, distinto al ordinario que es el preservativo, supone una aplicación perversa de la anticoncepción y una clara manipulación de determinados sectores sociales.

Sobre esto, la Conferencia Episcopal Española, en nota de fecha 27 de abril de 2001 titulada “La píldora del día siguiente. Nueva amenaza contra la vida” dice (apartado 1) que “Se trata de un fármaco que no sirve para curar ninguna enfermedad, sino para acabar con la vida incipiente de un ser humano”.

3.-Aborto

El aborto ha sido política habitual de las sociedades que se dicen “avanzadas” cuando nada hay más retrógrado que acabar con la vida de un ser vivo humano y nada peor que llevar a cabo la implantación legal de tan aberrante práctica. Y en España tenemos ejemplos más que suficientes y recientes (véase legislación sobre el aborto) como para avergonzar a cualquiera.

Sobre esto dice la Hv (14) que “En conformidad con estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio, debemos una vez más declarar que hay que excluir absolutamente, como vía lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas”.

Y es que parece que, aunque hayan pasado más de 40 años desde que publicara, Pablo VI, la Encíclica Humanae vitae, las cosas siguen en su sitio o mejor dicho, en peor sitio porque suponía, tal documento, un “aviso” ante la situación que la natalidad estaba sufriendo en el mundo o, al menos, una indicación sobre lo que no se debía hacer.

En realidad, lo único que ha cambiado ha sido, por un lado, el lenguaje políticamente correcto de llamar a las cosas por nombres que no son y, por otro lado, la técnica que procura, de forma, digamos, más disimulada, el atentado contra la vida humana.

Y así, mucho más podemos decir al respecto porque los temas que el documento salido del corazón de Pablo VI refiere no son, precisamente, de poca importancia para la consideración cabal y con criterio católico de los mismos.

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Hv

2.- Lo básico, por elemental.

En materia de regulación de la natalidad y en todo lo que ello implica es de pensar que existen unos principios que todo católico tiene que respetar y llevarlos adelante aunque a veces eso pueda suponer algún tipo de dificultad relativa a la vida que lleva el ser humano en este valle de lágrimas.

La Hv no es escrita sin tener unos sólidos principios doctrinales que fundamentan la realidad que sostiene y que hacen incomprensible las críticas que desde dentro de la Iglesia católica se le han hecho y se le hacen. Por eso, a lo básico que, por elemental, es necesario conocer y defender, llama este documento “principios doctrinales” que estudia y, aquí, contempla, según la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II (entonces, 1969, muy reciente) Gaudium et Spes (GS desde ahora).

El ser humano hay que tenerlo en cuenta en su totalidad o, lo que es lo mismo, no se puede disociar, separar y tener como elementos distintos, lo material de lo espiritual o, lo que es lo mismo “su vocación, no sólo natural y terrena sino también sobrenatural y eterna” (Hv, 7). Es entonces cuando lo que podría parecer no tener cabida en el análisis de la natalidad humana, cabe y tiene derecho a ser tenido en cuenta.

¿Por qué entra la Hv a considerar estos aspectos?

Pues lo hace porque

En el tentativo de justificar los métodos artificiales del control de los nacimientos, muchos han apelado a las exigencias del amor conyugal y de una “paternidad responsable", conviene precisar bien el verdadero concepto de estas dos grandes realidades de la vida matrimonial”

No se puede decir, por tanto, que no haya una doctrina netamente católica al respeto de tales conceptos. La hay y es, además, sólidamente fundamentada.

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9.12.12

La Palabra del Domingo .- 9 de diciembre de 2012

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

¿Habrá algo peor para un cristiano que renegar de Dios por ser políticamente correcto?, puedes preguntarte. Pues sí lo hay: persistir en tal error

Y, ahora, el artículo de hoy.

Biblia


Lc 3,1-6

1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; 2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.3 Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados,4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: = Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; = 5 = todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. = 6= Y todos verán la salvación de Dios. =

COMENTARIO

Lo que dice el Bautista, Juan

Los datos lo dicen con toda claridad. En un momento determinado de la historia de la humanidad en el imperio romano a una persona muy concreta, un hijo, el hijo, de Zacarías e Isabel, Dios le dirigió la Palabra, Su Palabra. Había llegado el momento de que se manifestase, otra vez, al mundo, el Creador. Y Juan, aquel profeta que vivía el desierto, había sido la persona elegida.

Juan, como sabemos, era pariente muy cercano de Jesús. Primos carnales, para más señas. Y por sus venas corría sangre divina: en el caso de Jesús, por ser María su Madre y en el caso de Juan por haber querido Dios que naciese, de aquella mujer a la que llamaban estéril, el último profeta del Antiguo Testamento.

Y Juan había venido para anunciar al Cordero de Dios. y, para eso, tenía que decir lo que muchas personas no querían escuchar. Pero lo tenía que hacer… y lo hizo.

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