29.06.25

La serenidad del papa León

La solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo trae a nuestra mente la iglesia de Roma, de la que son patronos. La comunidad cristiana consideró a estos dos apóstoles como una especie de contrapeso de Rómulo y Remo, los míticos fundadores de Roma. También evoca esta festividad la figura del papa, sucesor de Pedro y obispo de Roma. En las parroquias se hará una colecta, llamada del “óbolo de san Pedro”, que tiene la finalidad de sostener la misión del santo padre y las numerosas obras caritativas que dependen de él.

Desde el 8 de mayo de 2025 el papa es León XIV, el estadounidense y peruano Robert Prevost, nacido en Chicago en 1955. Religioso agustino, matemático, filósofo, teólogo, doctor en Derecho canónico, políglota, misionero y con experiencia de gobierno en su orden, en la diócesis de Chiclayo y en el Dicasterio para los Obispos. Realmente, un currículo impresionante y completo. Personas que lo conocen desde hace tiempo dan fe de su espiritualidad, inteligencia y sencillez de trato.

Leer más... »

23.06.25

Descanse en paz, don Benito Estévez Domínguez

A veces uno cree, ingenuamente, que siempre habrá ocasión de despedirse de los seres queridos. No es verdad. Puede haberla o no. La muerte sorprende, literalmente, “como un ladrón en la noche”. Esta mañana me ha despertado de mi ensoñación, de mi deseo de que todo sea lógico y razonable, el mensaje de un amigo: “Buenos días – me decía -. Esta noche se nos ha ido don Benito al cielo”.

Don Benito no solo fue mi párroco, sino que, para mí, durante mucho tiempo, era “el” párroco, “el” cura. Yo no había conocido a ningún otro. Don Alberto Cuevas, delegado de medios de comunicación social de mi diócesis de Tui-Vigo, en un breve y precioso “obituario” me ayuda a recordar con objetividad lo real. El recuerdo personal no necesariamente traiciona la realidad, pero, a menudo, la deforma. Y es oportuno que con datos y fechas se nos reconduzca a la senda de lo que ha acontecido.

Leer más... »

22.06.25

Simone Weil y el deseo de comunión

El papa Juan Pablo II expresaba, en un texto sobre la eucaristía, el deseo de suscitar el “asombro eucarístico” ante este sacramento, a la vez misterio de fe y de luz. El asombro, la maravilla, la fascinación ante lo real, está en la base de la mirada filosófica. No es, por consiguiente, extraño que también ante la eucaristía muchos filósofos hayan mostrado este asombro. Nos fijaremos en un texto de Simone Weil (París 1909 - Ashford 1943), nacida en una familia judía agnóstica, escrito en Londres muy poco antes de su muerte y que tituló “Teoría de los sacramentos”. Este texto lo envió por carta a su amigo Maurice Schumann, miembro, como ella, de la Resistencia Francesa.

Para Simone Weil, lo religioso tiene que ver con el deseo profundo que anida en el corazón, en lo hondo del ser humano: “es el deseo el que salva”, llega a decir en una de sus obras. Cuando estaba en Londres, Schumann solía acompañar a Simone Weil a la misa dominical y, en alguna de aquellas ocasiones, ella le expresó que sentía un deseo muy grande de recibir la comunión, pero no podía cumplirlo porque no estaba bautizada. El deseo, para hacerse real, necesita de la carne: “la naturaleza humana está concebida de tal forma, que un deseo del alma, mientras no pase a través de la carne por medio de acciones, movimientos o actitudes que le corresponden de manera natural, no tiene realidad en el alma”. Solo un deseo real dirigido directamente hacia el bien “puro, perfecto, total, absoluto”, dirigido hacia Dios, puede poner en el alma más bien que el que existía antes.

Leer más... »

15.06.25

El amor perfecto

La Ilustración ha buscado la razón universal. Lo que la religión declara como misterio podría resultar de interés “dentro de los límites de la pura razón”; es decir, si se pudiese reducir a la razón sola y especialmente a la dimensión moral de la misma. Lo que fuera más allá no aportaría ningún conocimiento. Es lo que, según Kant, acontece con la Trinidad: “De la doctrina de la Trinidad… no se puede simplemente sacar nada para la vida práctica, incluso si se creyera entenderla inmediatamente; pero mucho menos todavía cuando uno se convence de que supera nuestros conceptos”.

No todos comparten este ensimismamiento de la razón; algunos, singularmente en la tradición cristiana, apuestan por la apertura de la razón a la revelación y, en consecuencia, por la concordia entre la razón y la fe. A principios del siglo XII Guillermo de Champeaux fundó en París la abadía de San Víctor con una escuela para la formación de los monjes, abierta también a estudiantes externos, en la que se realizó una síntesis entre la teología monástica, orientada a la contemplación en la Escritura de los misterios de la fe, y la teología escolástica, que utilizaba la razón para tratar de escrutar esos misterios.

Leer más... »

6.06.25

Los sentidos de la Escritura

La Biblia es una referencia imprescindible para cualquier cristiano. Los Libros Santos tienen, así lo reconocen los creyentes, una naturaleza humana y divina. Humana, porque han sido escritos por hombres elegidos para esta misión, y divina, porque estos autores han consignado en los textos, por inspiración del Espíritu Santo, lo que Dios ha querido comunicar en orden a la salvación. Si uno desea encontrar orientación en la travesía de la existencia puede acercarse a la Sagrada Escritura con la certeza de que siempre encontrará una guía saludable y una fuente de esperanza y de consuelo: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero”, dice el Salmo 119. Pero no solo ayuda a descifrar el misterio de la propia vida, sino que además nos permite leer las grandes claves que conforman nuestra cultura. Baste, a modo de ejemplo, pensar en el arte. Si uno visita, pongamos por caso, la catedral de Santiago de Compostela o el Museo del Prado, todo o gran parte de lo que podrá observar resultaría ininteligible al margen de la Escritura.

La hermenéutica de los textos, el arte de su interpretación, ha surgido, en buena medida, del esfuerzo de comprender la Escritura. Frente a las pretensiones del fundamentalismo, que apuesta por una lectura exclusivamente literalista, la Biblia “precisa de la interpretación, y precisa de la comunidad en la que se ha formado y en la que es vivida”, recordaba Benedicto XVI en un encuentro con el mundo de la cultura celebrado en París en 2008. La Biblia es un texto que halla su contexto en la vida, en la tradición, de la Iglesia. Los Libros Santos poseen una unidad, desde la que se despliega el sentido que aúna el todo. “Mediante la creciente percepción de las diversas dimensiones del sentido, la Palabra no queda devaluada, sino que aparece incluso con toda su grandeza y dignidad”, añadía también el papa Ratzinger.

Los Padres de la Iglesia y otros autores de la Antigüedad cristiana, además de los teólogos medievales, no estaban limitados por un solo significado del texto, sino que permitieron que este expresara su mensaje de diversas maneras, que corresponden a diferentes niveles de significado. A estos niveles de significado se le llaman “sentidos de la Escritura”. Se suele distinguir entre el sentido literal y el sentido espiritual. El sentido literal, que es el fundamento de los demás niveles, es el de las palabras de la Escritura consideradas en sí mismas; es aquello que ha sido expresado directamente por los autores humanos inspirados. El sentido espiritual no se reduce simplemente al texto de la Escritura, sino que considera como signos las realidades y los acontecimientos de los que habla el texto. En la exégesis medieval, se distinguían tres sentidos espirituales: el alegórico, que incluía la tipología; el sentido tropológico o moral; y el sentido anagógico o futuro.

Leer más... »