InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Junio 2019, 18

18.06.19

Un amigo de Lolo – Volver al principio

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Resultado de imagen de El sillón de ruedas

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Volver al principio

 

De nuevo, con Cristo, revertíamos a la hora pura y el orden partía de cero, como cuando la Naturaleza estrenó la primera resonancia de una voz. “ (El sillón de ruedas, p. 105)

 

Es bien cierto y está al alcance de cualquiera que tenga interés en conocerlo, que el ser humano, desde que fue creado por Dios Todopoderoso, no hizo, en un principio, más que estropear las cosas.

Es conocido lo triste que pudo ser para el Creador ver como su creación preferida, el ser humano, se desviaba de lo que tenía establecido y hacía caso de un ser rastrero (aunque creemos que, al ser creada, la serpiente podía sostenerse sobre patas luego le fueron quitadas por Dios al condenarla al andar sobre su vientre después de lo que pasó…) porque quería ser igual a Dios. En fin…

Pues bien, aquello supuso la primera caída del hombre. El caso es que, luego, hubo otras muchas y el corazón de Dios no dejó de amar a la criatura que había hecho a su imagen y semejanza.

Perdonó nuestro Creador tantas veces como el hombre miró para otro lado y volvió la cara cuando Dios lo miraba y el corazón lo cerró al Amor del Padre. Pero Dios perdonó, siempre perdonó y echó una mano a quien había creado y entregado el mundo para que lo gobernase.

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