La Palabra del domingo - Nada humana; todo de Dios
Lc 9, 11b-17
“Les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a los que tenían necesidad de ser curados. 12 Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: ‘Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.’ 13 El les dijo: ‘Dadles vosotros de comer.’ Pero ellos respondieron: ‘No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.’ 14 Pues había como 5.000 hombres. El dijo a sus discípulos: ‘Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta.’ 15 Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos.
16 Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente.17 Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.”
COMENTARIO
Nada humana; todo de Dios
“Curaba a los que tenían necesidad de ser curados”.
Esto muestra perfectamente qué es lo que Jesús había venido a hacer al mundo. Enviado por Dios para salvar a los que tuviesen necesidad de salvación sólo cumplía lo que debía llevar a cabo. Y lo cumplía a conciencia como vemos muchas veces reflejado en las Sagradas Escrituras.
Era obvio que, por aquel entonces, Jesús era muy conocido y había muchas personas que lo seguían. Y queremos decir que lo seguían físicamente. Y es que aquellos tiempos no eran los de ahora en los que seguimiento puede llegar a ser virtual sin tener, siquiera, contacto visual directo con la persona a la que se sigue.
Pero entonces, decimos, a Jesús lo seguían allí donde fuera y, si era necesario, lo buscaban hasta dar con Él. Y lo hacían porque gozaban con su presencia, con su palabra y, cómo no decirlo, con los hechos extraordinarios (también llamados milagros) que protagonizaba. Y el de hoy iba a ser de los grandes y sonados.
Podemos imaginar el número de personas que allí había. Dice el texto que eran 5.000 hombres. Y es más que seguro que no fueran sólo hombres sino que, también, hubiera allí mujeres y niños. Por eso vamos a estimar, por ejemplo, que hubiera entre 8.000 y 10.000 personas.
Hoy día, a lo mejor, tal número de personas en un mismo lugar puede que no cause sensación especial. Pero entonces, en tiempos de Jesús, tal número de personas era muy considerable e importante.
Pues bien, aquellas miles de personas no se mantenían del aire ni sólo de la palabra de Cristo. Necesitaban alimentarse y casi pudiera decirse que era responsabilidad de quien, al menos, los había invitado con su verbo, de Dios además.
Eleuterio Fernández Guzmán

Licenciado en Derecho, casado y con dos hijos. Hijo de Dios y hermano en Cristo… en defensa de la fe, sabiendo que en esta labor, a veces ingrata pero siempre fructífera, no estoy solo sino, al contrario, acompañado de muy buenas compañías.
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