Obligada ética laicista y pública
Poco a poco se van despejando las dudas (si es que, aún, quedaba alguna) sobre las pretensiones que el XXXVII Congreso Federal que el PSOE celebra en Madrid hasta mañana domingo, 6 de julio, tiene.
Ya escribimos sobre las intenciones, malas, que en orden a la ideología laicista, se pretenden aprobar en tal Congreso. Pero es que, por si no estuviera todo, ya, bastante claro, el que es secretario general del grupo socialista en el Congreso, Ramón Jáuregui, ha salido a la palestra para dejar el asunto bien zanjado, dejando caer unas ideas que, no por ser contrarias a toda verdad, manifiestan el verdadero estado de la situación.
Digamos que, quizá sin saberlo (o, a lo mejor, sí) ha dicho lo que ha querido decir o, mejor, lo que ha querido decir, su sentido, ha quedado bastante bien dicho.
Y, sobre todo, es esto:
1.-Al parecer, existen “pretensiones” de imponer una moral cristiana en asuntos públicos.
Esto dicho por el secretario general del grupo socialista en el Congreso es, sobre todo, un dislate, una sinrazón y algo que está fuera, pero que muy fuera, de todo lugar.
Para empezar es algo ridículo que se diga y que se mantenga con el mayor descaro que alguien quiere imponer algo así como una “moral cristiana”. No se sabe de nadie que quiera hacer tal cosa. En primer lugar, ningún partido político ha llevado en su programa de reciente presentación (en marzo pasado) a la votación popular, el querer hacer lo posible, en caso de haber salido vencedor de aquellos comicios, para que el modo de pensar religioso se alzase con el mando social y, desde entonces (cual nación musulmana que no se considere laica) la Ley de Dios fuera la norma a seguir por todo.