J.R.R. Tolkien - Entre Bloemfontein y Bournemouth- Capítulo 8 – Inklings

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Es cierto y verdad que los capítulos, hasta ahora, de esta humilde biografía de J.R.R. Tolkien se refieren, cada uno de ellos, a varios aspectos de su vida. Sin embargo, creemos que el tema del grupo que se reunía y del que formaba parte nuestro autor, de nombre “Inklings”, tiene entidad suficiente, por sí solo, como para dedicarle un solo artículo.

Sobre esto, sobre el hecho mismo de que nuestro autor forme parte de un grupo de tal jaez, ya sabemos que no tiene nada de extraño. Y es que ya formó parte de otro llamado T.C.B.S (Tea Club and Barrovian Society (1)) que se formó en la King Edward’s School, en Birmingham y que tuvo que disolverse por las bajas que produjo en el mismo la I Guerra Mundial. Ahora, sin embargo, no iba a pasar lo mismo pues no había guerra (aunque la hubiera, la II Guerra Mundial en la que sí participó uno de sus miembros del que hablaremos al final de esto) que hiciera que sus componentes pudiesen perder la vida de forma trágica a cómo la perdieron algunos de los componentes del otro grupo. Pero es que, además, cuando J.R.R. Tolkien fue a la Universidad de Oxford, también constituyó otro grupo similar, de nombre “Apolausticks” por mucho que TCBS siguiera reuniéndose

En 1931 quien fuera alumno del Oxford (University College), a la sazón Edward Tangye-Lean, fundó una especie de asociación literaria a la que denominó “Inklings”. De ella formaron parte tanto C.S. Lewis como J.R.R. Tolkien. Allí se leía aquello que sus miembros estaban escribiendo por aquel entonces.

Aquel estudiante, finalmente, se graduó y al dejar la Universidad pudiera parecer que aquel club iba a desaparecer. Sin embargo, era demasiado goloso para sus miembros dejar que aquello pasase sin más y tanto el autor de lo que serían “Las Crónicas de Narnia” como el que lo sería de “El Hobbit” (etc.) tomaron las riendas de aquellas reuniones y continuaron haciéndolas. Así, igual se reunían en las habitaciones que Lewis tenía en el Magdalen College como en un pub cuyo nombre es más que conocido entre los seguidores de uno y otro escritor, el “Eagle and Child” (que ellos daban en llamar, por razones obvias y con no poco ingenio, “Bird and Baby”) aunque también acabaron realizando aquellas reuniones en otro pub, sito en la misma calle que el primero, de nombre “Lamb & Flag”, reuniones las cuales, por poner fechas, se llevaron a cabo entre 1933 y 1966, pues tres años antes había fallecido C.S. Lewis y, a lo mejor, creyeron que no podrían ser lo mismo sin uno de sus fundadores…

Por cierto, algunos miembros de aquel especial club fueron, a saber:

 

John Ronald Reuel Tolkien,  al que también llamaban “Tollers”,

Clive Staples Lewis, más conocido como C. S. Lewis, y llamado “Jack” por aquellos que se consideraban sus amigos,

Warren Hamilton Lewis, hermano de C. S. Lewis,

Charles Walter Stansby Williams, a la sazón novelista, poeta y teólogo cristiano,

Owen Barfield, que fue filósofo, escritor, poeta y crítico inglés,

Christopher John Reuel Tolkien que es, como es más que sabido, el tercer hijo de Tolkien, padre,

Roger (Gilbert) Lancelyn Green, a la sazón biógrafo y escritor de literatura infantil y,

aunque es seguro que muchos otros escritores, pensadores, filósofos, teólogos, etc. se acercarían por aquel pub para poner sobre la mesa, los oídos y los corazones de los presentes aquello que tuvieran entre sus manos, valga el haber citado estos pocos para darse cuenta de cómo serían aquellas reuniones que, entre cervezas y otro tipo de bebidas, escanciaron algunas de las mejores páginas de la literatura del siglo pasado, el XX.

Casi podemos imaginar cómo aquellos grandes escritores se criticaban unos a otros después de haber leído fragmentos de las obras que estaban escribiendo y que unos a otros se animaran a seguir adelante. Sin embargo, tampoco podemos descartar que sus críticas fueran duras y que unos no estuvieran totalmente de acuerdo con alguno de ellos como, por ejemplo, pasó en el caso expreso de Tolkien y de Lewis pues, al primero no gustaba en exceso el sentido claramente alegórico de lo que Jack había leído y que daría lugar a “Las Crónicas de Narnia” donde el sentido religioso de la obra era más que evidente y el autor de El Señor de los Anillos, como sabemos, era poco partidario de tal figura literaria… Por eso entendemos que, con el tiempo, manifestara un disgusto más que evidente por el hecho de que en apenas unos años (entre 1950 y 1956, ¡7!) hubiera podido dar a luz, por decirlo así, a los tomos, 7, que constituyen las Crónicas… mientras él, el meticuloso Tolkien, había empleado más de diez años para su Señor de los Anillos… aunque no es menos cierto que los lectores de una obra de las otras sabemos muy bien la diferencia que hay entre ellas y reconocemos, a primera o segunda vista cuál es mejor, así de sencillo (y lo decimos en singular, para que se entienda)

Sin embargo, en aquellas primeras reuniones, ciertamente lejana la publicación de los libros de los autores más conocidos de aquellos Inklings, seguros estamos de que gozarían mucho y más de aquellas lecturas que, allí mismo, ponían en común sus anhelos literarios y hacían posible que, unos a otros, se echaran una mano en aquella ardua labor de escribir para el prójimo.

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De todas formas, hace relativamente poco tiempo(16 de enero del pasado 2020; ¡qué es un año para la dilatada historia de la Tierra Media!) nos dejó el que bien podríamos denominar “último Inkling” que no era otro que Christopher Tolkien, a la sazón, hijo del autor de El Hobbit y El Señor de los Anillos. Y es que, como hemos dicho supra, Christopher sí participó, como piloto de la RAF, en la segunda gran confrontación mundial del siglo pasado, el XX. Y mucho nos alegramos de que, terminada la misma, pudiera participar de forma intensa en un grupo tan insigne como fue el de los Inklings. Por eso decimos que el mismo ha tenido (al menos, simbólicamente) una vida larga y fructífera hasta que su último miembro ha partido desde los Puertos Grises hacia las Tierras Imperecederas o, al menos, eso es lo que nosotros queremos que haya pasado pues, no obstante, fue quien dio continuación al legado de su Padre, aquel escritor al que, sin saber cómo, le salió un Hobbit de una hoja de papel.

  

(1) El nombre de tal grupo les venía dado porque se reunían a tomar el té no sólo en la biblioteca del lugar donde estudiaban sino, también, en los salones de té de Barrow’s Stores, de ahí lo de Sociedad Barroviana pues lo del té (Club de Té) cae por su propio peso aunque, hablando con franqueza, de tal nombre podría decirse más y nos lo guardamos para otro momento…

  

(Continuará)

   

Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond

Para leer el Prólogo

Para leer el Capítulo 1.

Para leer el Capítulo 2.

Para leer el Capítulo 3.

Para leer el Capítulo 4.

Para leer el Capítulo 5.

Para leer el Capítulo 6.

Para leer el Capítulo 7.

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