InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2012

24.10.12

Al parecer, no es, éste, tiempo de Lolos

Por la libertad de Asia Bibi.

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Por el respeto a la libertad religiosa.

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Lolo

Don Vicente Alejandro Guillamón, periodista, dio a la luz (en Religión en Libertad) un artículo de título “Qué fue de la Salve Regina” en el que reflexionaba sobre el destino que se le ha dado a la oración que titulaba el artículo y que no ha sido, precisamente, edificante. Pues bien, entre lo que escribía había algo que llamaba la atención por lo verdadero de la cosa y es que el tiempo que nos ha tocado vivir no es tiempo de “Lolos”. Se refería, él mismo lo dice, al beato Manuel Lozano Garrido, que mostrando un ser que sobrenaturalizada el dolor que, sin duda, padecía, lo transformaba en gozo y en mirada a Dios. Y decía, el autor del artículo, que los tiempos de hoy, más bien hedonistas, no son, en efecto, tiempos de personas como Lolo.

El artículo dice, en concreto, esto:

“Rebuscaba en fechas recientes entre los numerosos carnetes de mis pertenencias múltiples –académicas, sindicales, asociativas, políticas, apostólicas, etc.- aquellos que me permitiesen acreditar mi condición de periodista –graduado en la antigua Escuela Oficial de Periodismo y con sesenta años largos de ejercicio profesional a cuestas-, y me tropecé con la tarjetas, foto incluida, de “aspirante” y luego miembro de la Juventud de Acción Católica. Al releerlas, algo se removió en mi interior, pero no tanto por la lejanía de una edad quieras que no añorada, sino por la pérdida de ciertas prácticas o devociones piadosas que los vientos desérticos postonciliares se llevaron por delante.

En los lejanísimos años de mi “militancia” –palabra horrorosa de resabios marxista- en la JAC, raro era el acto piadoso o litúrgico que no rematáramos con el canto de la “Salve Regina”, entonces en latín, como era casi toda la liturgia. “Salve, Regina, Mater misericoridiae; vita dulcendo et espes nostra, salve…” Tal vez no entendiéramos exactamente todo lo que decíamos, pero nuestro corazón lo comprendía perfectamente, en especial su sentido balsámico y suplicante.

Cierto que la Salve es una oración algo tremendista, apropiada para tiempos tremendos, angustiosos (…”a ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”…). De incierto origen medieval, venía a ser refugio o remanso de almas dolientes, agobiadas por acontecimientos más externos que íntimos, más sociales que personales. Quiero recordar de haber leído alguna vez en alguna parte, que la plegaria original la creó un monje de un monasterio gallego en plena y furiosa invasión musulmana. Tiempos rudos y violentos aquellos, pero históricos, es decir, para nosotros, no actuales, mas para otros cristianos de áreas más orientales, por desgracia, plenamente vigentes. De todos modos, para los católicos del mundo cultural en el que vivimos, la Salve nos parece un tanto irreal, extemporánea, casi fastidiosa. Hoy las gentes no están por el sufrimiento, por la resignación ante las adversidades, por la fatalidad que el rodar de la vida nos asigna a cada uno. Ciertamente no es época de “Lolos”, de santos sufrientes aunque siempre alegres, al modo del beato jienense Manuel Lozano Garrido. Ahora lo que prevalece es el hedonismo, el pasarlo pipa, la buena vida, el goce sin límite del cuerpo más que del alma.

Tras el Concilio Vaticano II, no pocos de sus intérpretes quisieron poner el reloj de la Iglesia tan a la hora del mundo secular, que hasta se dejaron contagiar por algunos pecados de la sociedad secularizada. Parte del entrañable devocionismo mariano dejó paso a una cierta piedad hirsuta, supuestamente esencialista, más propia del luteranismo o de otras confesiones protestantes que católicas. En cierta ocasión visité, invitado por un buen amigo anglicano, al obispo de la Iglesia reformada episcopaliana española, don Ramón Taibo, fallecido hace unos diez años, que vivía frente a lo que hoy es el disparatado Tribunal Constitucional, y oficiaba en la Iglesia de esta denominación de la calle de la Beneficencia de Madrid. Don Ramón, que sería un santo varón, digo yo, en las primeras de cambio de nuestra conversación me soltó: “Ustedes, los mariólatras”. Me mordí la lengua para no contestarle como se merecía, pero obviamente, no volví a visitarle. A veces, sin embargo, me pregunto si nuestra devoción a María no ha sido arrinconada, por algunos curitas, al cuarto de los trastos viejos de las sacristías. Desde luego, nada de cantar la Salve, Regina, al final de los actos litúrgicos o piadosos. ¿Se trata de una oración de viejos nostálgicos?.

Y, en efecto, la vida, el tiempo, que nos ha tocado vivir, no es tiempo de gozo en el dolor sino, muy al contrario, de huida del mismo y, también, de intento vano de esconder que existe el dolor y que, como seres humanos, caminamos por un valle de lágrimas.

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23.10.12

Un amigo de Lolo - Porque Dios siempre nos mira y perdona

Por la libertad de Asia Bibi.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Porque Dios siempre nos mira y perdona

“No estaremos muy lejos del secreto de Dios si le pensamos mirándonos con ojos empañados por la ternura ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor ( 72 )

Seguramente la relación que muchos creyentes mantienen con Dios no está muy alejada de la que supone saberse hijo de un Padre a quien, físicamente, no pueden ver. Así, muchos pensarán, resulta difícil dirigirse al Creador que es, sí, Quien te ha creado pero, al fin y al cabo, no podemos abrazar cuando necesitamos un abrazo o llorar y que nos vea.

En realidad, ser hijo de Dios debería ser lo más sencillo del mundo. Pero cuando se tiene una visión material de las cosas que nos pasa no se alcanza a comprender que el Todopoderoso está más cerca de nosotros de lo que muchas veces creemos y, siempre, más a mano de lo que sentimos.

También es cierto que nos hace falta una visión real de nuestra fe y de lo que supone la misma. Y, así, por ejemplo, vernos en la real dimensión que nos acerca al Padre y de la que nunca, pero nunca, deberíamos desprendernos si es que, acaso, la hemos encontrado. Por eso estar cerca de Dios ni es difícil ni, menos, imposible. Y basta con querer acercarse a través de la oración, de la contemplación del mundo con las maravillas creadas que lo adornan y embellecen o, incluso, con un simple pedir a sabiendas de que se nos dará.

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22.10.12

Serie Huellas de Dios .-14.- Saltarse las normas de Dios

Por la libertad de Asia Bibi.

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

14.- Saltarse las normas de Dios

Hoy mismo he podido comprobar cómo Dios influye en nuestra vida a través de las huellas que, en ella, deja porque he sido testigo de algo que, a lo mejor, es común y que, en realidad, no debería llamar la atención: una persona, estando yo esperando a que el semáforo, que estaba en rojo, cambiara a verde, se ha saltado el mismo y, sin pensárselo dos veces, ha seguido su camino.

Ha sido así de simple.

Casi de forma inmediata me ha venido a la mente y al corazón algo que sí que tiene que ver con nuestra vida de creyentes: ¿Cómo nos comportamos en relación a la Ley de Dios? y, también, ¿Miramos para otro lado cuando hacemos según qué cosas?

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21.10.12

La Palabra del Domingo - 21 de octubre de 2012

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Mc 10 -35-45

Biblia

35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» 36 El les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?» 37 Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» 38 Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» 39 Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo conque yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. 42 Jesús, llamándoles, les dice: «Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, 45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»

COMENTARIO

Servir para ser el primero

Los que seguían a Cristo más de cerca, aquellos que como apóstoles lo acompañaban a todas partes, escuchaban lo que decía y trataban de acercarse lo más posible al Maestro, eran seres humanos y como tales actuaban. Intereses propios y, seguramente, alejados de la Verdad.

Quieren, los que Jesús llamara Boanerges por lo impetuoso de su proceder, estar en una posición ventajosa al respecto de sus compañeros. Le piden a Jesús estar cada uno a cada lado de Hijo de Dios. ¡Qué menos, deberían pensar!

Para eso deben, primero, creer; luego, proceder de acuerdo con lo que creen y, más tarde, aceptar las consecuencias de lo que suponía tan creencia. Y la cosa iba mucho más allá de aquel saber que si el hijo el Hombre no tenía donde recostar la cabeza, dónde la iban a recostar sus discípulos más cercanos…

Pero había más, mucho más.

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20.10.12

Serie Pensamientos de vida sobrenatural - 24.- Más allá de este lado del Reino

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Presentación de la serie

Pensamientos de vida sobrenatural

Tomás de Kempis, dice refiriéndose a Jesús que “’El que me sigue no va a oscuras’, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo y con ellas nos enseña a imitar su vida y sus virtudes si queremos gozar de la luz verdadera, y librarnos de la ceguera del alma”.

No puede ser mejor explicado, en esencia, el comportamiento que debe expresar, con su vida, un discípulo del Hijo de Dios y resulta difícil, por eso mismo, decir más cosas con menos palabras.

Tal forma de demostrar que la Fe puede ser difundida, evangelizando con ella, es la que también siguió S. Josemaría en libros suyos como Camino, Forja o Surco que representan, para un creyente en el Dios Único y Omnipotente, una forma de demostrar que se cree porque se sabe lo que se cree.

El aforismo, por eso, es una fórmula comprimida de definir pensamientos, en este caso religiosos, que cada cual llevamos dentro y que, saliendo al exterior desde el corazón, puede servir para encauzar más de una situación que damos por perdida por las asechanzas del mundo o, simplemente, por nuestra mala cabeza mundana.

Por eso mismo, cuando manifestamos por escrito lo que tenemos como cierto para nuestro interior y, así, para nuestro corazón, no hacemos más que tratar de hacer ver que si del mismo habla la boca es de desear que hable bien del lugar donde, por tradición, se ha considerado que actúa el Espíritu de Dios y donde está su Templo.

Lo que podemos decir en pocas palabras a lo mejor es preferible que no se diga de forma extensa. Se entiende mejor lo que se pretende transmitir si no hay exceso de sílabas que, en muchas ocasiones, deforman una verdad espiritual y, en cierta manera, pervierten en esencial sentido que le queríamos dar.

Es, por otra parte, lo que de nuestra vida sobrenatural, llevaba y traída por el deambular de la existencia y conciencia que nos conducen hacia el definitivo reino de Dios, extraemos lo que nos ofrece unas frases que pretenden hacer real la voluntad de quien siente que su fidelidad a Dios puede ser imitada, puesta en práctica particular, como máxima expresión de una comunión vital y de fe.

Así, los “Pensamientos de vida sobrenatural” son una aproximación a la vivencia de la fe y un intento de plasmar, por la vía del mensaje escueto, lo que un alma puede sentir y expresar para obviar la tribulación por la que esté pasando o, a lo mejor, creyendo que pasa.

Cada cual, por supuesto, puede hacer con ellos lo que tenga por conveniente y, si eso surge, añadir los que crea oportunos porque, es bien cierto, que si Dios lo es personal para cada uno de nosotros, no está mal, de vez en cuando, compartir lo que su Espíritu nos ha sugerido. De todas formas, bien sabemos que no podemos ocultar la luz, aunque sea escasa, bajo el celemín.

24.- Más allá de este lado del Reino

Como católicos estamos en la seguridad de que después de la muerte física nos espera una vida de eterna que anhelamos pero que sabemos que sólo de Dios depende (y, en mucho modo, de nosotros mismos) que disfrutemos de ella. Estamos aquí, ahora, pero luego, cuando llegue el momento, gozaremos del más allá de aquí. Debemos, pues, prepararnos para dar el paso definitivo que llegará cuando Dios quiera que llegue.

Y lo que a continuación traigo es lo que, para este católico, supone saber que en la voluntad de Dios está nuestro destino eterno.

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