Al parecer, no es, éste, tiempo de Lolos

Por la libertad de Asia Bibi.

……………………..

Por el respeto a la libertad religiosa.

……………………..

Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Lolo

Don Vicente Alejandro Guillamón, periodista, dio a la luz (en Religión en Libertad) un artículo de título “Qué fue de la Salve Regina” en el que reflexionaba sobre el destino que se le ha dado a la oración que titulaba el artículo y que no ha sido, precisamente, edificante. Pues bien, entre lo que escribía había algo que llamaba la atención por lo verdadero de la cosa y es que el tiempo que nos ha tocado vivir no es tiempo de “Lolos”. Se refería, él mismo lo dice, al beato Manuel Lozano Garrido, que mostrando un ser que sobrenaturalizada el dolor que, sin duda, padecía, lo transformaba en gozo y en mirada a Dios. Y decía, el autor del artículo, que los tiempos de hoy, más bien hedonistas, no son, en efecto, tiempos de personas como Lolo.

El artículo dice, en concreto, esto:

“Rebuscaba en fechas recientes entre los numerosos carnetes de mis pertenencias múltiples –académicas, sindicales, asociativas, políticas, apostólicas, etc.- aquellos que me permitiesen acreditar mi condición de periodista –graduado en la antigua Escuela Oficial de Periodismo y con sesenta años largos de ejercicio profesional a cuestas-, y me tropecé con la tarjetas, foto incluida, de “aspirante” y luego miembro de la Juventud de Acción Católica. Al releerlas, algo se removió en mi interior, pero no tanto por la lejanía de una edad quieras que no añorada, sino por la pérdida de ciertas prácticas o devociones piadosas que los vientos desérticos postonciliares se llevaron por delante.

En los lejanísimos años de mi “militancia” –palabra horrorosa de resabios marxista- en la JAC, raro era el acto piadoso o litúrgico que no rematáramos con el canto de la “Salve Regina”, entonces en latín, como era casi toda la liturgia. “Salve, Regina, Mater misericoridiae; vita dulcendo et espes nostra, salve…” Tal vez no entendiéramos exactamente todo lo que decíamos, pero nuestro corazón lo comprendía perfectamente, en especial su sentido balsámico y suplicante.

Cierto que la Salve es una oración algo tremendista, apropiada para tiempos tremendos, angustiosos (…”a ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”…). De incierto origen medieval, venía a ser refugio o remanso de almas dolientes, agobiadas por acontecimientos más externos que íntimos, más sociales que personales. Quiero recordar de haber leído alguna vez en alguna parte, que la plegaria original la creó un monje de un monasterio gallego en plena y furiosa invasión musulmana. Tiempos rudos y violentos aquellos, pero históricos, es decir, para nosotros, no actuales, mas para otros cristianos de áreas más orientales, por desgracia, plenamente vigentes. De todos modos, para los católicos del mundo cultural en el que vivimos, la Salve nos parece un tanto irreal, extemporánea, casi fastidiosa. Hoy las gentes no están por el sufrimiento, por la resignación ante las adversidades, por la fatalidad que el rodar de la vida nos asigna a cada uno. Ciertamente no es época de “Lolos”, de santos sufrientes aunque siempre alegres, al modo del beato jienense Manuel Lozano Garrido. Ahora lo que prevalece es el hedonismo, el pasarlo pipa, la buena vida, el goce sin límite del cuerpo más que del alma.

Tras el Concilio Vaticano II, no pocos de sus intérpretes quisieron poner el reloj de la Iglesia tan a la hora del mundo secular, que hasta se dejaron contagiar por algunos pecados de la sociedad secularizada. Parte del entrañable devocionismo mariano dejó paso a una cierta piedad hirsuta, supuestamente esencialista, más propia del luteranismo o de otras confesiones protestantes que católicas. En cierta ocasión visité, invitado por un buen amigo anglicano, al obispo de la Iglesia reformada episcopaliana española, don Ramón Taibo, fallecido hace unos diez años, que vivía frente a lo que hoy es el disparatado Tribunal Constitucional, y oficiaba en la Iglesia de esta denominación de la calle de la Beneficencia de Madrid. Don Ramón, que sería un santo varón, digo yo, en las primeras de cambio de nuestra conversación me soltó: “Ustedes, los mariólatras”. Me mordí la lengua para no contestarle como se merecía, pero obviamente, no volví a visitarle. A veces, sin embargo, me pregunto si nuestra devoción a María no ha sido arrinconada, por algunos curitas, al cuarto de los trastos viejos de las sacristías. Desde luego, nada de cantar la Salve, Regina, al final de los actos litúrgicos o piadosos. ¿Se trata de una oración de viejos nostálgicos?.

Y, en efecto, la vida, el tiempo, que nos ha tocado vivir, no es tiempo de gozo en el dolor sino, muy al contrario, de huida del mismo y, también, de intento vano de esconder que existe el dolor y que, como seres humanos, caminamos por un valle de lágrimas.

Pero Manuel Lozano Garrido era un tipo de persona muy especial que tenía la impresión de que su sufrimiento tenía un sentido que debía difundir a través de su vida y de sus escritos. Por eso escribiría, en su libro “El sillón de ruedas” que

Sin duda el dolor es una de esas piezas aparentemente oscuras e inexplicables. Tiene mucho de misterio, pero no hasta el punto de velarnos todos sus ángulos de la luz.

Sabemos que, al contrario de lo que se dice, nadie tiene la vida que se merece sino la que las circunstancias le han llevado a gozar y sufrir. Por eso Manuel Lozano Garrido, creyente entregado al servicio del prójimo y de la Iglesia católica, no cejó en defender que cuando sufría (todo el tiempo desde que la enfermedad lo cogió a los 22 años y, sin soltarle, lo llevó a la Casa del Padre) tenía sentido que así fuera. Por eso su confianza en Dios y en su Providencia le bastaban para seguir adelante por el empinado camino que la vida le había deparado.

Y eso porque sabía que el dolor y el sufrimiento debían ser llevados con el ánimo de quien sabe que, como hijo de Dios, el Padre le espera para acogerlo en sus brazos. Por eso en su “Cartas con la señal de la Cruz” nos dice que

En el Calvario no se vieron los ángeles y aún el espectáculo de la tierra y el cielo agitados se dio después de la agonía. Cristo se expuso desnudo como un testimonio de la radical desnudez del corazón con que hay que vivir el sufrimiento.

Comprender, pues, el sufrimiento y llegar, incluso, a saber aprovecharlo como fuente de vida espiritual profunda que llega hasta donde sólo puede llegar quien ha comprendido y, así, ha amado.

Por eso, si bien este no es tiempo de “Lolos” sino, al contrario, de hedonistas y de personas ajenas a la verdad de las cosas, bien está que recordemos que hubo y hay personas que, como Manuel Lozano Garrido, dando su vida de la forma que la dieron y dan, fueron y son un ejemplo de por dónde ha de caminar un hijo de Dios hacia el definitivo Reino del Padre.

Al fin y al cabo, así lo expresa a la perfección el beato de Linares (también en “Cartas con la señal de la Cruz”):

Sobre todo, lo que vale es que el sufrimiento redime, personal y comunitariamente y que puede quedar en infecundo sin la previa aceptación

Aceptar, entonces, el dolor, y saber sobrenaturalizarlo, es cosa de hijos de Dios que saben que lo son y lo que representa la filiación divina. Por eso, quizá, no es, éste, tiempo de Lolos aunque siempre debería ser tal tiempo. Así Dios lo quiera y así Dios lo quiere.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

…………………………….
Para leer Fe y Obras.
…………………………….

InfoCatólica necesita vuestra ayuda.

Escucha a tu corazón de hijo de Dios y piedra viva de la Santa Madre Iglesia y pincha aquí abajo:


Y da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7), y haz click aquí.

Todavía no hay comentarios

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.