Adelantándose un día al tradicional chupinazo que da la orden de salida a las fiestas de S. Fermín en Pamplona, el Ejecutivo laicista y abortista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero consiguió que ayer mismo, 5 de julio, la malhadada nueva legislación del aborto entrara en vigor.

Matar está mal y así lo dice el mismo Decálogo (“No matarás”) y eso lo sabe cualquiera aunque ni siquiera conozca la Ley de Dios ni sus consecuencias. De hecho, así lo dice san Pablo en la Epístola a los Romanos (2:14-15) cuando dejó escrito que “En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza…”

Es decir que ni siquiera aquellos que se manifiestan, con hechos, leyes y reglamentos, en abierta oposición a la doctrina de la Santa Madre Iglesia y a la Ley de Dios puede hacer uso de algún tipo de desconocimiento sobre la materia: matar está mal.

Sin embargo, aún puede haber, y lo hay, un grado de perversión superior y es que hacer lo mismo con un ser humano que no tiene defensa posible es, simplemente, algo así con un delito de lesa humanidad.

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El pasado día 14 del presente mes de junio, gracias a un comentarista de un artículo sobre la dictadura homosexualista, tuve conocimiento de algo que, de ser cierto, supone el ejercicio de una forma de actuar totalitaria.

El origen de todo esto está, precisamente aquí. Pero la cosa ha ido a más porque el asunto nos pone ante una situación bastante grave y que no es otra que el extraño sentido que algunos tienen de la libertad y del derecho ajeno.

Cuando una persona, que se siente homosexual pero que, es posible esto, quisiera no serlo, busca una solución a la situación por la que pasa, tiene perfecto derecho a buscar, encontrar y hacer uso de los servicios que se le puedan prestar para terminar con su situación si eso es lo que quiere.

Es de suponer que las personas que acudan a tal centro (En este caso la Policlínica Tibidabo de Barcelona) lo harán de forma voluntaria y, a lo mejor, porque creen que pasan por una situación a la que quieren poner remedio. Pero esto, claro, como no está dentro del lenguaje y comportamiento políticamente correcto no puede ser bien visto.

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Tengo que decir que cuando leí el titular de la noticia me preocupé de golpe y porrazo. No podía ser verdad lo que estaba leyendo. Pero lo era.

Sin embargo, fue mucho peor lo que vino después.

El caso es demasiado grave como para no preocuparse. Que el mismo haya tenido lugar al otro lago del charco (Estados Unidos de América) no es como para dar saltos de alegría porque se trata, aquello, de una epidemia que se transmite de una forma más rápida que el cólera o la peste.

Como es más que probable que las personas que lean este artículo acudan a la dirección arriba puesta tampoco voy a contar lo que allí cuenta.

El caso es bien sencillo: un padre es encarcelado por oponerse a que un hijo suyo sea adoctrinado en materia de homosexualismo. Y la cosa es así de simple.

Pero eso, con ser malo (porque supone una agresión a los derechos elementales con los que han de contar los padres) aún hay algo que supera en perversión al hecho mismo de abusar del poder para reprender a un padre.

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Cada cual hace de su vida una que lo sea congruente con lo que piensa o, por el contrario, una que lo sea muy contraria a lo que se supone tendría que ser.

Por ejemplo, con el aborto hay muchas personas que se están retratando, por desgracia, muy mal porque les está saliendo una imagen en la que no se sabe si la sonrisa es verdadera o simple mueca.

Cuando Mariano Rajoy dijo lo que dijo es de suponer que no lo hacía presionado por nadie salvo por su relativista comportamiento.

Desde que la norma “sensata y razonable” que apoya Rajoy entró en vigor (1985) se han producido, en España, miles y miles de abortos que es una forma muy extraña de ser sensato y razonable.

Sin embargo a Mariano Rajoy no le parece mal tal norma sino que, ahora, se limita a hacer el paripé de presentar un recurso de anticonstitucionalidad en el Tribunal que conoce de tales causas.

Esto, así dicho, puede parecer buena cosa. Otra cosa muy distinta significa.

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En determinados aspectos del conocimiento puedo decir, sin temor a equivocarme que la ignorancia, por mi parte, me demuestra qué es lo que uno puede perderse por seguir tales caminos o, mejor, por no vencerla.

Algo así me ha pasado con Luis Guitarra, cantautor de los que, para aclarar qué canta, se dice que es “cristiano” porque el sentido de la música que compone tiene raíz, semillas y frutos cristianos.

Muchas personas pueden decir, por ejemplo, que eso está muy bien pero que, al fin y al cabo, se trata de algo muy particular por mi parte y que tampoco tendría que traer esto a InfoCatólica.

Sin embargo, esto sería un grave error y, sobre todo, sería hacer lo contrario de lo que dijo Jesús acerca de nuestra fe, del conocimiento que tenemos de ella y de eso de dejarla escondida debajo del celemín porque injusto sería no dar a conocer, más aún, la persona de quien, con acordes y letras, llega al corazón de la fe que, se supone, tenemos.

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