Un amigo de Lolo – Frases que bien valen la pena – Resucitaremos
Presentación
Ya son algunos años los que, el que esto escribe, lleva haciendo lo propio sobre el Beato de Linares (Jaén, España) en esta casa de InfoCatólica. Siempre ha valido la pena hacer algo así y aportar, aunque sea, un granito de arena a la comprensión de un creyente tan fuerte y profundo como es Lolo.
El linarense universal, que tanta atracción espiritual tiene para quien lo conoce, no deja de producir interés en aquel que se acerca a su persona a través de su obra. Y es que, no pudiendo hacerlo ahora personalmente o, digamos, en la intimidad de la conversación entre amigos, que lo somos todos aquellos que ansiamos serlo, es seguro que acercarse a Lolo de forma cercana nos viene la mar de bien.
Lolo nos acerca a lo bueno que tiene saber que, cuando se es hijo de Dios la mejor forma de serlo es, sencillamente, siéndolo. Y él es una muestra perfecta de cómo hacer algo que, algunas veces, a muchos nos resulta difícil y a algunos… imposible. Acerquémonos, desde ahora, a la obra misma de Lolo y a su intimidad podríamos decir, con lo que vamos a ganar, seguramente, mucho y más que mucho. Y, para más abundancia de lo bueno y mejor, al final de todo esto les ponemos uno de los aforismos espirituales que publicó Lolo en su libro “Bien venido, amor“. Vamos, miel sobre hojuelas, como se dice en la Biblia pues esto, al fin y al cabo, es cosa del alma de cada cual.
Frases que bien valen la pena – Resucitaremos
“El Cristianismo no arranca de una culpabilidad, sino de una esperanza” (Beato Lolo, de su libro Bien venido, amor, 978)
“Creer y convertirse”. Son dos expresiones que manifiestan la voluntad de una persona acerca de qué es lo que quiere no para esta vida (que también) sino, sobre todo, para la que ha de venir cuando se cierre el telón de su existencia y tenga que acudir donde haya merecido acudir. Y eso es lo que le pasó al Beato Lolo (Linares, Jaén, España)
Existe la creencia errónea según la cual basta con no creer en Dios para librarse, automáticamente, de lo que supone la existencia del Creador. Sin embargo, para desgracia de muchos incrédulos, las cosas son como son y por la mañana amanece cuando sale el sol. Y ante la Verdad poco pueden hacer los que prefieren esconder la cabeza bajo tierra pensando que, así, pasa el “peligro” de sentirse hijos de Dios.
Pues bien, quien se sabe hijo del Creador sabe perfectamente que en esta vida está de paso o, como poco, a decir de Santa Teresa, que es una mala noche en una mala posada o dicho hoy día, en una mala pensión de las llamada de “mala muerte”. Es decir, que poco pasamos aquí con relación a lo que ha de venir tras nuestro final corporal. Y estamos seguros que tal pensamiento dio a Lolo una nutriente esperanza para su alma.
Tenemos una esperanza clara, como la tuvo Manuel Lozano Garrido, que nos sostiene en el mundo y por la cual vivimos y existimos: la resurrección.
En efecto, resucitar, cuando llegue el momento en el que Cristo vuelva a la tierra para juzgar a vivos y muertos, ha de ser el anhelo de todos los que estamos más que seguros que todo esto, nuestra fe y Dios mismo, no son una ilusión que necesitamos para vivir sino que ambas realidades son más que ciertas, que lo vemos todos los días y que, no obstante, lo que nos espera es infinitamente mejor y dura para siempre, siempre, siempre como diría Santa Teresa de Jesús.
Resucitar para toda la eternidad y que sea para una eternidad de vida y no de muerte, es lo que nos sostiene, lo que sostuvo a Lolo en su sufriente vida terrena. Es una esperanza fundada en la resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios, enviado por el Padre y Mesías de la humanidad toda. Por ella murió pero, no sin embargo, dejando de avisar acerca de los requisitos (¡sí, hay que cumplir algunas condiciones sine qua non!) citados arriba: creer y convertirse.
No basta estar más que seguros de que seremos salvados y vivir dormidos en los laureles. Si Cristo murió para que toda la humanidad se salve, no lo hizo porque estuviese seguro de que toda la humanidad se iba a salvar sino que, en todo caso, se salvarían aquellos que creyesen en Su persona y se convirtiesen. Así, sí; de otra forma, no. Y Lolo creyó y más que creyó en su hermano Jesucristo y por eso completó, con su dolor, el del Enviado de Dios.
El Amor de Dios, llegado directamente a nosotros (a falta de mayor fe en su pueblo elegido) es una garantía de verdad de la que no dudamos porque el Todopoderoso tiene, en efecto, todo el poder y nada para Él es imposible. Ni siquiera hacer posible que nosotros dejemos de pecar y nuestra esperanza se haga carne y sangre en nuestra vida. Ni siquiera eso.
¿Hay mayor esperanza?, verdad, ¿Lolo?
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Entender el sufrimiento es un bien más que importante.
Aforismos de fe católica: del libro de Lolo “Bienvenido, amor" (93)
“ Da escalofríos pensar que Dios, tan infinito, necesite del amor de los hombres y que aun hasta lo añore”
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Para leer Fe y Obras.