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3.01.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Cuando llegue la primavera

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. 

 

Cuando llegue la primavera

“Espinas, siempre espinas…

Tantas, ¡ay!, ¿no será que, a lo mejor, me nacerá una rosa? ‘Oh! ¿Cuándo llegará la primavera

  

Este texto lo pone Lolo antes de dar comienzo al Capítulo I de este su libro “Las golondrinas nunca saben la hora” de título “Esa luz que se dora en otoño”. Y, para más información digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años. 

Para aquel entonces, 1961, Lolo ya llevaba sus buenos 20 años enfermo y, podemos decir, empeorando pues pronto perdería la vista y pasaría a formar parte de los listados, digamos, de la ONCE, a saber la Organización Nacional de Ciegos Españoles desde octubre de 1964. 

Este texto lo suponemos de Lolo porque no viene indicado que sea de otro autor como, por ejemplo, en el mismo libro se indica que la cita “Cuando menos veo, más creo” corresponde a Santa Teresa de Jesús y que, teniendo en cuenta que este libro contiene, por así decirlo, el momento en el que Lolo queda ciego viene muy bien para explicar cómo se sentía nuestro amigo: cuando menos veía, más creía… 

De todas formas, aunque no fuera suyo (que sí lo es) explica más que bien cómo se encontraba por aquel entonces. 

Sabe el ahora Beato de Linares (Jaén, España) que no es que lo haya pasado, hablando de lo físico, muy bien desde que a principio de los años 40 del siglo pasado se le empezara a manifestar una enfermedad degenerativa. Es más, lo dice con toda claridad: “Espinas, siempre espinas…” Es más, en una ocasión dirá que él tiene la sensación como que muchos “alfileritos” se le clava en todo su cuerpo… 

Sobre esto, cuando se habla de las rosas se sabe que las mismas, como planta y de la forma cómo son, tiene espinas su tallo. Es más, que muchas veces, puede hacer bastante daño si no somos cuidadosos al cogerlas. Y Lolo se pregunta, con un ¡ay! muy significativo delante si es que a él no le puede nacer una cosa y no sólo ser la espina la que contemple para sí en su vida. 

Hacerse esa pregunta lleva implícito la esperanza de que, en efecto, le pueda nacer una rosa. Es decir, no se deja vencer por la desesperanza pues eso es cometer un pecado más que grave al desatender, en su propia vida (de hacer eso) la Providencia de Dios y dejarse dominar por el no a lo que pueda ser… y eso no lo puede hacer Lolo ni por fe ni por nada de nada. Y sabe Manuel que su Creador le tiene preparada tal rosa cuando eso tenga que suceder que, para nosotros, fue su propia vida y existencia cual manifestación más excelsa de lo que, en cuanto obra maravillosa de Dios (como la rosa) puede hacer el Todopoderoso. Y tal fue la rosa que le nació a Lolo. 

De todas formas, no se niega a sí mismo, como dice, la “primavera” en el sentido de que cree que está pasando por un invierno como metáfora de lo oscuro, del frío de una existencia físicamente penosa. Y esto lo decimos porque se pregunta “cuándo” y entonces entendemos nosotros que sabe que ha de llegar, en bien propio, pero que ignora cuando será

Y nosotros pensamos que la primavera le llegó un 3 de noviembre de 1971 cuando Dios lo llamó a su Casa y allí, en la Bienventuranza y Visión Beatífica, las espinas se convirtieron, todas, en rosas que, junto a Santa Teresita del Niño Jesús (como ella dijo que haría cuando estuviera en el Cielo) lanzan, a modo de pétalos, sobre nuestras pobres vidas para que, al menos, tengamos, con sus palabras, un buen quicio en el que apoyarnos.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.