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26.01.22

Ventana a la Tierra Media - ¿Autocensura?

Resultado de imagen de JRR TOLKIEN

Como cualquiera puede imaginar, para poder escribir a lo largo de tres años o, lo que es lo mismo, 36 meses más o menos, se requiere tener una serie de temas que, unas veces, aparecen solos y otras, se crean por el que esto escribe.

Pues bien, estando en la circunstancia de procurarnos algo para escribir relacionado con las cartas que J.R.R. Tolkien escribió a su hijo Christopher (en la guerra el buen hombre por entonces) se dio algo que, en verdad, nos preocupó bastante.

Cierto es que cuando se escribe una carta, y es nuestro autor quien la escribe, muchos temas pueden suscitarse de las letras que la conforman. Sin embargo, me di cuenta (se acabó la tercera persona) de que muchos de los mismos tenían que ver con la religión de la que Tolkien, padre e hijo, eran fieles. Y entonces sucedió.

¿Qué fue lo que sucedió?

Para comprender lo que sucedió hay que repasar lo que, a causa de un artículo publicado aquí mismo sobre la fe de Tolkien, padre, se armó la marimorena en la sede de la Sociedad Tolkien Española. Y fue entonces y no antes cuando el que esto escribe ya llevaba muchos artículos escritos. Pero tuvo que ser entonces y no antes cuando se levantaron voces contra el contenido del mismo pero, sobre todo, con la “forma” de las cosas que, al parecer, para algunas personas es más importante que lo que se diga.

Pues bien… en el momento referido antes (el de elegir tema) yo mismo llegué a pensar que no podía escribir sobre un determinado momento en el que Tolkien padre escribe de realidades espirituales católicas. ¿?

¿?, En efecto, ¿?

¿Cómo era eso posible y, sobre todo, cómo había podido llegar la cosa a tal extremo que uno practicase la autocensura?

El caso es que hace mucho tiempo que no entro al trapo de lo que se diga acerca de la Iglesia católica. Y es que este blog, de nombre “Mera defensa de la fe” nació, precisamente, para repartir mandobles (a espada o mediando hacha… dialécticas) contra todo aquel que, de alguna manera u otra, tuviese en su punto de mira la fe católica, las creencias que eso supone y, en fin, el que cada uno quiera, quiera incardinarse dentro del seno de la única Iglesia verdadera que existe fuera de la cual, como sabemos, no hay salvación.

En esto tengo que decir que no es posible ejercer, contra sí mismo, un arma que suelen utilizar aquellas personas que, no admitiendo lo que otras dicen le procuran el silencio de la forma que sea como si se tratase de alguien apestado. Y es que la censura, sea de la forma que sea y adquiera la realidad que adquiera, tiene que ver, en realidad, con un miedo palpable a que haya quien se convenza por lo que otra persona pueda decir, opinar o sostener. Y eso es lo que aquí pasa. Y, ante eso, lo mejor es que se calle quien pretenda hablar. Es así se sencillo.

Ciertamente, que hay otros muchos temas que salen al paso de uno cuando lee las cartas de J.R.R. Tolkien pero no se puede entender como el único del que no se puede hablar es de la fe del autor de tantos y tantos maravillosos libros cuando él mismo la manifiesta en tales cartas. Es decir, se puede hablar de las lenguas que crea en tales libros, de las ilustraciones que tales libros llevan cuando son del propio autor, de las relaciones entre los personajes y de todo lo que a uno le venga en gana pero si se trata de la fe de quien eso hace… entonces es como si se nombrara a la bicha, como se suele decir.

Es cierto y verdad que, entre los muchos seguidores (a modo de lectores) que tiene J.R.R. Tolkien ha de haber, por fuerza, personas que se digan ateas, agnósticas o seguidoras de otras sectas propias o adquiridas. Sin embargo, no es menos cierto también las hay que son creyentes. Pero no unos creyentes en cualquier fe sino en la misma, en la mismita, que la que tenía quien subcreó la Tierra Media porque no podía creerse Creador al haber solo Uno al que amaba y por Quien se entregaba día a día de su existencia.

A mí, particularmente, me importa un bledo que alguien ateo pueda opinar lo que le parezca sobre la obra de Tolkien. Ahora bien, que se base en su falta de fe para atacar a los que la tenemos es algo que no se puede tolerar pues ya sabemos que los católicos no debemos ser nada tolerantes con los que no nos toleran pues, de otra forma, siempre acabamos aplastados y, sí, es cierto que sabemos que seremos perseguidos pero, qué quieren que les diga, a veces puede llegar a cansar ser el muñeco del pim-pam-pum…

Nosotros, los católicos que somos lectores, seguidores, etc., de Tolkien padre (y podemos decir que hasta del hijo a quien dirigía las cartas) no podemos hacer como si tuviera poca importancia que se zahiera nuestra fe, que se haga de menos lo que creemos y que eso salga gratis. Y es que, como está el mundo como está, a lo mejor hasta cree quien eso hace que hace un favor al mundo poniendo en solfa una fe que, ¡nada de casualidad!, es la misma que tenía quien tanto leen y admiran.

En realidad, la fe no puede separarse de lo escrito por J.R.R. Tolkien y quien crea otra cosa ya podría ir cambiando sus gustos por, por ejemplo, el Juego de Tronos ése.

¡Ah!, y tengo que decir que a mí, personalmente, esto me importa ya nada porque hace unos días he dejado de ser socio de la Sociedad Tolkien Española y bien puedo decir eso de que “con su pan se lo coman”. 

De todas formas, a lo mejor hay quien me pueda llamar cobarde por haber hecho eso pero, qué quieren que les diga, estar bajo el yugo de según quién… vamos, como que no. Y, ciertamente, me alegro de firmar los artículos sólo con mi nombre, sin pseudónimos ni nada por estilo pero, sobre todo, sin indicación alguna del poder que hay quien ejerce creyéndose alguien sobre quien, en realidad, no tiene ninguno o, en todo caso, el que se deje tener cada cual.  Y, eso, como se suele decir… verdes las han segao.

Y como dice Cervantes al final de El Quijote : vale. 

Eleuterio Fernández Guzmán

   

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.