InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Octubre 2021

30.10.21

La Palabra para el Domingo - 31 de octubre de 2021

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Como es obvio, hoy no es domingo 31 sino sábado, 30 de octubre de 2021. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.

También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.

 

 

Mc 12, 28b-34

  

“’¿Cuál  es el primero de todos los mandamientos?’ 29 Jesús le contestó: ‘El primero es:  ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor,  30  y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y  con todas tus fuerzas. 31 El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  No existe otro mandamiento mayor que éstos.’ 32 Le dijo el escriba: ‘Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que  Él es único y que no hay otro fuera de Él,  33 y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.’ 34    Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: ‘No estás lejos del Reino de Dios.’ Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.”

      

COMENTARIO

 

La verdadera Ley de Dios

 

Muchas de las personas que seguían a Jesús y muchas de las que le perseguían le hacían preguntas. En unas ocasiones era para del Maestro y otras para ver si contestaba de forma que se le pudiera acusar de no seguir la Ley de Dios. Eran, pues, muchas veces, una simple y vulgar trampa en la que, no lo olvidemos, caían los que la habían tratado de plantear. 

Pero la pregunta que le hacen a Jesús y que trae aquí el evangelio de San Marcos es clave. Como para ver si conocía la Ley de Dios esa clase de inquisición podía aclarar muchas cosas para sus presentes oyentes y para los que, en un futuro, conocerían de su doctrina y mensaje. Si la norma divina, en general, estaba constituida por los diez mandamientos que Dios entregada a Moisés, saber cuál es el más importante, el primero, no dejaba de tener importancia. Aunque, claro, el escriba ya sabía la respuesta. Quizá se tratara de una prueba de fe, no sé. 

Como siempre, Jesús sorprende a todos. Y parece mentira que aún no lo conocieran lo suficiente como para saber que ciertas preguntas no se le debían hacer. Y es que no sólo les refiere cuál es el primero de los mandamientos sino, por estar totalmente ligado a él, también se segundo: Dios y prójimo, esos son los ejes por donde ha de ir el corazón del hombre como hijo de Dios. 

Al primero de ellos, Jesús contesta con una respuesta que era de esperar: el Shema :Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-5) en el que se expresa, con meridiana claridad, cuál es el más importante de los mandatos divinos, que nuestro Dios es el único Dios. Pero no sólo dice esto. Dice algo que da contenido a esa unicidad de Dios: no sólo es el único Dios sino que, por eso, y por ser hijos suyos, tenemos que amarlo con todo nuestro, su, corazón y con toda nuestra, su, alma y con todo nuestro, su, espíritu y con todas nuestras, sus, fuerzas. 

Podemos preguntarnos que cómo se ama a Dios con todo nuestro corazón, y con nuestra alma, etc. Esto es, evidentemente, cosa difícil, por ese mismo cómo. Y la dificultad está no en lo que hay que hacer sino en nuestra propia naturaleza humana. Sin embargo, si transformado nuestro corazón de piedra en uno de carne amamos a los demás perdonando, queriendo, con misericordia… pues entonces estamos amando a Dios con nuestro corazón. De la misma manera, con toda nuestra alma le amamos si tenemos un contacto con él diario, a cada momento, si nuestro estado de oración es despierto, si preferimos la Palabra que sale de la boca de Dios antes que el pan, como gusto propio. 

De la misma manera, si sometemos, por controlados, los muchos apetitos humanos que nos poseen (concupiscencias incluidas) para, así mostrar, un espíritu más puro y unas ganas, por fuerzas, más acendradas de tener y mantener una relación de exquisita filiación y amor con el Padre Eterno, pues entonces le amaremos sobre todas las cosas y cumpliremos con lo dicho por Jesús. 

Pero Jesús, por si no fuera esto ya demasiado, también les habla del segundo mandamiento general (que englobaría desde el 4º al 10º de los contenidos en las tablas de la Ley: amarás a tu prójimo como a ti mismo) Esto que a veces resulta muy complicado de llevar a cabo, lo llevó, con todas sus consecuencias, escrito en su comportamiento, el mismo Cristo. 

Es de suponer que nadie vaya a someterse a sí mismo a ningún trato vejatorio, a que nadie, contra sí mismo, haga nada que le pueda perjudicar, ni pensará mal de sí mismo, ni se dañará. Pues entonces, eso que hacemos con nosotros mismos es lo que debemos hacer por los demás. Pero, claro, nadie podría argumentar que hace algo malo a otro porque también se lo hace a sí mismo pues esto sería intrínsecamente perverso, además de ser una exclusa en exceso burda a los ojos de Dios.

Por lo tanto, el amor al prójimo, al próximo (véase, por ejemplo, la propia familia) es la otra forma de manifestar amor por Dios. De otra forma se perdería una parte muy importante de esa relación que tenemos con el Padre.

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27.10.21

Ventana a la Tierra Media - Tolkien y el amor a las cosas que crecen

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“Si realmente quieren saber en qué se inspira la Tierra Media, es aquello que me asombra y maravilla de nuestra tierra, en especial, de la naturaleza.”

 (J.R.R. Tolkien)

 

Esta frase de J.R.R. Tolkien ya la utilizamos para otro artículo publicado hace más de dos años. Sin embargo, como el tema de hoy tiene relación, pero en lo íntimo, con aquello… pues nos viene la mar de bien para explicar, en palabras del profesor de Oxford, el meollo de una forma de ser, lo intrínseco, en fin, de un comportamiento muy personal. 

Aquel artículo iba referido a Tolkien como ecologista pero de los de verdad. Al menos tal era nuestra humilde forma de entender las cosas… 

De todas formas, y aunque aquello tenga que ver, en el fondo, con esto de hoy, lo bien cierto es que el título de este artículo no ha sido invención o creación del que esto escribe sino que ha sido extraído de una parte (minúscula, sí) de una carta que el autor de El Hobbit (etc.) escribió al poeta W.H. Auden el 7 de junio de 1955 y que recoge, en el libro de las mismas, la editorial Minotauro (a cada cual lo suyo…) 

Pues bien, en un momento determinado dice Tolkien padre esto que sigue: 

Fue la evolución inevitable aunque condicionada de un dar a luz. Esto ha siempre algo mío: la sensibilidad a la estructura lingüística, que me afecta emocionalmente tanto como el color y la música; el apasionado amor por las cosas que crecen y una profunda respuesta a las leyendas (por falta de una palabra mejor) que tienen lo que llamaría el temperamento y la temperatura noroccidentales.”

 

El caso es que este contenido de la carta de Tolkien a Auden tiene su origen en que, en concreto esto que aquí dice, al poeta le pidió la BBC que hablara de la obra del primero de ellos. Y le dijeron, en concreto, que diera unos “toques humanos” a lo que llegara a decir. Y por eso Auden quiere saber eso de los “toques humanos” a lo que Tolkien le responde con estos “toques” de su pensar, de su ser más íntimo o, en fin, de donde viene todo lo que fue su obra pues, aunque dice él mismo que no escribió El Señor de los Anillos buscando el goce el prójimo que lo leyera no deja de reconocer, sin embargo que “nadie puede realmente escribir o hacer nada de manera exclusivamente privada”. 

J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media – Un ecologista de verdad

Pues bien, como decimos (y dice Tolkien) él tenía un apasionado “amor por las cosas que crecen” y eso puede verse más que bien a lo largo de toda su obra.

 

Así, por ejemplo, crece la pintura que empieza con una hoja y acaba siendo todo un cuadro en Hoja de Niggle,

 

Así, por ejemplo, crece su propia obra desde lo que pudiera parecer pequeño hasta convertirse en lo que fue, desde aquel Hobbit que apareció sin saber cómo hasta lo que acabó siendo todo de todo,

 

Así, por ejemplo, crece el ansia de aventura en el corazón de Bilbo cuando él, siendo un mediano, al parecer no debía tener tales ansias de salir de La Comarca,

 

Así, por ejemplo, crece la posibilidad de formar una Compañía que lleve a cabo una misión tan importante como era destruir el Anillo Único,

 

Así, por ejemplo, crece en el corazón de Frodo Bolsón, la valentía suficiente como para encarar aquello que debía hacer sin saber cómo lo iba a llevar a cabo,

 

Así, por ejemplo, crece el propio Hobbit hasta convertirse en El Señor de los Anillos,

 

Así, por ejemplo, crecieron a lo largo de las edades que se sucedieron desde que Eru creara Arda los acontecimientos que, desde los primeros sonidos de la música de los Ainur hasta el domino de la raza de los Hombres, conforman una historia verdaderamente universal, mítica y épica,

 

Así, por ejemplo, y en fin, creció en el corazón de John Ronald Reuel Tolkien una voluntad firme de empezar lo que había acabado y de acabar lo que había empezado.

 

Como podemos ver, en el mundo propio de la Tierra Media, en su creación y en su posterior desarrollo, fueron muchas las cosas que crecieron, muchas las voluntades que hicieron lo propio y, por decirlo pronto, mucho el Bien que también creció en los corazones de otros muchos para que el Mal saliese vencido en ese Monte del Destino donde nació y creció un Anillo que debía tener un final como el que tuvo. Y es que crecer, si se trata del Mal, ha de crecer lo justo hasta que sea destruido. Y no más.

Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

25.10.21

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” – Perdónalos; perdónanos

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Perdónalos; perdónanos

  

“¡Si Dios no pide nada difícil! Si con el vaso de agua ofrecido a un pobre se gana el Cielo. ¿No lo vas a conseguir tú más por un impulso de caridad? 

Perdónanos, perdonando, es lógico y necesario, pero que Tú nos perdones sin vales o visitas del cobrador, por caridad, a secas, madura, jugosa y dulcemente, como es la bondad con que consideras, ¿cómo hacerlo justo? 

Olvídalo todo, Señor, y perdónalos con los brazos abiertos en lo poco de amor que hacen, incluso cuando no saben lo que hacen. “ (Mesa redonda con Dios, p. 221)

  

El apartado que contiene este texto de titula “Cuando pasa el cobrador” y lleva entre paréntesis la expresión “Perdónanos” pues sigue el Beato de Linares (Jaén, España) escribiendo sobre la realidad misma del Padre Nuestro en la vida de su prójimo y, claro, también en la suya. Y ahora le corresponde a un apartado tan especial como es el del perdón. 

Ciertamente que, como dice Lolo, lo que Dios pide a su descendencia no son grandes cosas en el sentido de algo así como actuaciones grandilocuentes. Al contrario es la verdad: en lo sencillo de un acto de amor se encuentra la mismísima salvación eterna. Y por eso habla sobre el vaso de agua que se le puede ofrecer a quien lo necesita. Ahí radica una voluntad misericordiosa y buena que es la que fomenta Dios en sus hijos y la que transmitió su Hijo engendrado y no creado cuando fue enviado al mundo para que el mundo se salvase y no para juzgar al mundo… 

Además, aquí juega mucho la fe que tenemos y que nos impulsa, por caridad (como dice Lolo) a llevar a cabo las acciones mejores en beneficio de aquellos que las necesitan. Y así es como Dios, que conoce todo lo que hacemos, nos acepta como hijos que saben lo que deben hacer y no se dejan dominar por el egoísmo. Y por eso creemos que nuestro amigo de Linares nos dice eso de “por un impulso de caridad” pues esta virtud cardinal nos lleva a hacer lo bueno y mejor que nuestro corazón sabe que hay que hacer. 

Y entonces Lolo se dirige directamente a Dios a quien le pide perdón. Sí, quiere que nuestro Padre del Cielo perdone a todos los que necesitan ser perdonados por aquello que no deberían hacer o pensar en hacer. Pero quiere que su perdón lo sea por caridad, por Amor del Todopoderoso y no a cambio de pedirnos cuentas… 

El caso es que Lolo se pregunta cómo es posible hacer justo el perdón si es por puro Amor de Dios. Y nosotros creemos que lo es por aplicación de la Justicia divina condicionada por el Amor, por la Caridad, que es lo que mejor muestra cómo es el Padre Eterno. 

Es cierto y verdad que, sobre esto, sobre aquello que debe ser perdonado, hay mucho sobre lo que hablar. Es decir, muchas veces caemos en tantas y tantas tentaciones pero hay otras muchas veces en las que no hace falta que nada ni nadie nos tiente porque somos nosotros mismos quienes nos fabricamos las caídas. Y por eso dice el linarense universal, se lo dice y pide a Dios, que nos perdone a pesar de tales comportamientos e, incluso, si es el caso de no saber qué se hace (que también es posible que suceda eso) 

Lolo quiere que se nos perdone por lo mal que tantas veces lo hacemos. Pero estamos seguros (aunque esto nos pueda parecer extraño) que también se refiere a él mismo por lo que pudiera él tener por algo contrario a la Voluntad de Dios. Por eso dice, claro, “perdónanos” y, aunque nosotros creamos que a Lolo poco podía perdonarle Dios por según cómo era y hacía también creemos que él se sabía dentro de una humanidad pecadora y, a lo mejor, en lo muy poco, también caía según pudiera pensar nuestro amigo.

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

23.10.21

La Palabra para el Domingo - 24 de octubre de 2021

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Como es obvio, hoy no es domingo 24 sino sábado, 23 de octubre de 2021. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.

También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.

 

 

Mc 10, 46-52

 

“46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’ 48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’ 49 Jesús se detuvo y dijo: ‘Llamadle.’ Llaman al ciego, diciéndole: ‘¡Animo, levántate! Te llama.’ 50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. 51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ‘¿Qué quieres que te haga?’ El ciego le dijo: ‘Rabbuní, ¡que vea!’ 52 Jesús le dijo: ‘Vete, tu fe te ha salvado.’ Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.”

 

COMENTARIO

 

Ut videam! (¡Que vea!)

 

1.- Bartimeo es un hombre pobre. Ejemplo de la exclusión que suponía, para la sociedad de la época, no ser válido (y no sólo físicamente, pues recordemos la consideración que se tenía del niño y de la mujer) es que había devenido mendigo: un mendigo ciego. No sabemos si era mendigo por ser ciego  o lo era por otra causa, pero, teniendo en cuenta los muchos casos en que en la Escritura se dan casos similares, fácil es pensar que, en esto, sus contemporáneos tampoco habían seguido la Ley de Dios, la de la misericordia. Porque, además, estaba sentado fuera de la ciudad (‘salía de Jericó”, dice el texto), como si estuviera excluido, por si no fuera poco su situación. Por eso su situación era tan especial y tan necesitada de un auxilio grande, más que notable y voluntario de parte de quien quisiera ayudarle. 

2.-Jesús, da la impresión, que por Jericó sólo pasa de largo, sin quedarse para nada. Marcos dice que llegaron y ya salían. Sin embargo no perdía, puedo decir, “ripio” de lo que pasaba a su alrededor. Es fácil imaginar que el gentío que lo acompañaba sería bastante tumultuoso y ruidoso. Pero Bartimeo, como aquella semilla que está, porque crece, en el borde del camino, espera que el agua viva caiga sobre él o, al menos, le escuche. Espera, por decirlo pronto, alguna esperanza que le saque de su postrada situación. Por eso se ve en la obligación de alzar la voz, de levantar, por encima de aquella gente, su grito de desesperación que busca lo contrario de lo que lo ampara, ahora. Tiene ansias de conocer a quien pasa. Es posible que sepa de quien se trata (pensemos en alguien que le hubiera dicho, a aquel ciego, que venía Jesús por el camino) y, está seguro, sólo Él pueda ayudarle. 

3.- En Bartimeo se reconoce a aquel que, persistente, desea, con fe, alguna cosa que, para él, es muy importante. Pero no sólo lo es para su persona sino que va más allá. Ese “que vea”, esa necesidad de desprenderse de ese velo que lo separa del mundo que le rodea, bien podemos aplicarlo a nosotros: También debemos querer ver, con los ojos de la fe, aquello que nos rodea para, así, hacer cambiar nuestra vida si sigue un camino equivocado. Y si es posible, hacerlo con tanta insistencia como este ciego Bartimeo. 

Es más, el hijo de Timeo, tira aquello que, seguramente, es lo único que tiene: “su manto”, aquello que lo cubre de las inclemencias del tiempo, aquello que va a quedar viejo, que ya no necesita porque algo bueno le espera. Deja atrás lo que fue para ser otro hombre, curado, con posibilidad de ver y de mirar. 

4.- Pero Bartimeo no se limita a pedir lo que hubiera sido perfectamente comprensible. Con su fe, que Jesús reconoce, pide al maestro que tenga piedad, misericordia. Esto, como no puede ser de otra forma, ejerce un efecto inmediato en Jesús que, al ver a Bartimeo, sabiendo quiera era, pues conoce su fe (como haría con los amigos del paralítico que bajan, a través del techo, hasta donde se encuentra predicando, para que lo cure) y, a pesar de esto, insiste en preguntarle que qué es lo que quería. Sin duda lo que pretendía Jesús es que el propio Bartimeo manifestara esa voluntad que se apoyaba en su fe. Porque el Mesías siempre espera que se le pida (actitud de oración tan necesaria…) y, con esto, reconoce lo que ya sabía y que confirma. Aquel ciego merecía verdaderamente lo que pedía. 

5.- Así Jesús, como tantas veces, como tantas otras veces, procede a curar la enfermedad de aquella persona, a devolverlo a la vida común entre sus contemporáneos, a salvarlo para la vida civil de la que era, seguro, un excluido. Por eso le manda que se vaya, a vivir, ahora que puede. Pero esa curación, esa sanción, tiene un fundamento que ha de ser superior al mismo fundamento que origina tal acto. No lo hace, ese milagro, porque el ciego le hubiera caído especialmente bien, que también, sino porque demostró, ha demostrado, la fe suficiente como para que el Mesías le ayude. No es que no lo hubiera hecho igual si esa era su voluntad, sino que insiste en que ha sido la fe la que le ha salvado. 

6.- Este es un mensaje claro para nosotros. Lo que nos salva, la fe. Con la fe podemos encarar los problemas, aun los más graves, de nuestra vida. Pero como Bartimeo, no basta con reconocer el bien que nos haya hecho Dios sino que acto seguido, sin solución de continuidad, hay que seguir a Jesús, reconocer en Dios a nuestro Padre, no dejar caer en saco roto lo hecho sino saber cuál es la primera razón, la causa, de que eso se haya producido. Fe, pues; obras, también. 

No seamos, pues, ciegos voluntarios, sino, al contrario, pretendamos, al menos, sanar nuestra vida con una visión y fe de Dios que, verdaderamente, nos ayude.

PRECES

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren dejarse iluminar por Cristo. 

Roguemos al Señor.

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no buscan a Cristo. 

Roguemos al Señor. 

 

ORACIÓN

 

Padre Dios; ayúdanos a aceptar la luz que tu Hijo trajo al mundo para que el mundo se salvase.

  

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

     

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

El definitivo Reino de Dios es nuestro anhelado destino. Vivamos, pues, como tal la vida que tenemos.

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

20.10.21

J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien: apologías de la fe cristiana a su manera

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Nosotros partimos de la base de que quien se lleve esto a los ojos (o alguien pueda leérselo por cualquier tipo de problema) tiene un cierto conocimiento de la cosa. Es decir, que cuando alguien lea el título de este artículo no diga algo así como “¿Cómo?” o, también, “¿Quiénes son tales personas?”

No vaya a creer nadie que esto es cosa baladí o de poca importancia sino que  es puramente crucial pues a partir de un conocimiento así es posible entender lo que ha de venir. Y es que partir de no saber, siquiera, quién es Lewis y quien es Tolkien… en fin, como que no puede ser.

De todas formas, estamos más que seguros que cualquiera, aquí, sabe a qué nos referimos y nos quita la preocupación de explicar más de la cuenta…

Y sí, tanto C.S. como J.R.R. han sido, y lo son, escritores de renombre en el mundo de las letras. Y aunque alguien pueda decir que, en todo caso, lo han sido, y lo son, del mundo de lo fantástico (como haciendo de menos tal campo) y que tampoco es para ponerse según de qué forma, algo así como elevando el tono de lo referido a ellos, nosotros, como no puede ser de otra forma, los alabamos por lo que merecen que es más que mucho, si ustedes nos entienden.

En general, esto se enmarca dentro de un título mayor que abarca, por  decirlo así, lo que suponen ambos autores en cuanto cristianos que son (y es que a nosotros no nos gusta escribir como si, al morir, todo tuviese que escribirse en pasado porque ellos están ahí porque está su obra y su obra está más que presente, es de ahora y es actual en sí misma considerada) Y sobre eso van a tratar estas letras (unas 1500 más o menos, según dé la cosa…) que van a procurar, eso sí, ser ecuánimes pues tampoco es de nadie desconocido que mientras que el autor de “Las Crónicas de Narnia”, “Cartas del Diablo a su sobrino” o, sobre todo, “Mero cristianismo” (obra verdaderamente loable donde las haya) era anglicano, el que lo es de “El Hobbit”, “El Señor de los Anillos” o “El Silmarillion” era católico convencido de serlo y no podemos, ni debemos, hacer uso de tal distinción algo así como para zaherir, desde el punto de vista católico al que lo fue anglicano. No. Y es que aquí la cosa va más allá pues ambos, digamos que en general, se pueden enmarcar (cada uno a su forma) en apologistas del cristianismo y eso no lo deberíamos olvidar nunca y tenerlo como no puesto por vaya a saber usted qué cosas de nuestras respectivas fes.

Creemos que está muy bien señalar un aspecto como el que hemos puesto en primer lugar para que nadie se lleve a engaño y pretenda encontrar aquí nada distinto de aquello que va a encontrar pues, de otra forma, sería errar tanto el tiro que, seguramente, daríamos muy fuera de la diana que, por supuesto, recibiría, como proyectil, una flecha, como corresponde al ideario literario de ambos autores ingleses.

Why is Tolkien Scholarship Stronger than Lewis Scholarship? Part 2:  Literary Breadth and Depth | A Pilgrim in Narnia

¿Saben ustedes lo que pasa con C.S. Lewis y con J.R.R. Tolkien, así, al alimón? Pues lo que pasa es que son dos autores tan buenos que sobran ciertas cosas que podría separarlos (y que seguro que los separó en un determinado momento aunque, a lo mejor, más por parte del segundo que del primero…) Aquí sólo nos vale el tema en cuestión para hoy: ellos dos son dos apologistas cristianos, así dicho, en general y para que se sepa lo que hay. Y todo esto está muy por encima de lo que se pretenda hacer, si es el caso, con sus obras por parte de aquellos que, no creyendo en su fe (la de los autores, queremos decir) trazan algo así como un mundo donde la creencia espiritual nada tuviera que ver cuando, en realidad, es justamente todo lo contrario.

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