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16.10.21

La Palabra para el Domingo - 17 de octubre 2021

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Como es obvio, hoy no es domingo 17 sino sábado, 16 de octubre de 2021. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.

También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.

 

 

Mc 10, 35-45

 

“35 Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: ‘Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.’ 36 El les dijo: ¿Qué queréis que os conceda?’ 37 Ellos le respondieron: ‘Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.’ 38 Jesús les dijo: ‘No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?’ 39 Ellos le dijeron: ‘Sí, podemos.» Jesús les dijo: ‘La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; 40 pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.’ 41 Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan.42 Jesús, llamándoles, les dice: ‘Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores  absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, 45 que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.’”

      

 

 

COMENTARIO

 

No es otra cosa seguirme que servir

 

1. Santiago y Juan, haciendo honor al mote con el que Jesús los nombraba, hijos del trueno (Boanerges), actúan de esa forma arrebatada que les caracterizaba y les diferenciaba de los otros Apóstoles. Eran hombres, y como tal actúan. Tratan de que Jesús les conceda estar a un lado de su persona, uno a la derecha y otro a la izquierda. Querían poder, por decirlo rápidamente. 

También la madre de los Zebedeos diría a Jesús lo mismo pretendiendo ese puesto existencial de verdadera importancia para sus hijos. Actuaba como madre al igual que hacen, ahora, Santiago y Juan. 

Jesús, conociendo la naturaleza humana, les conmina a que contesten sobre lo que son capaces de hacer. Como lo quieren todo, todo lo ofrecen, hasta beber la amargura del cáliz de la pasión que aún no conocen pero que, sin duda, también beberán (al menos uno de ellos en toda su crudeza). Con esto, los apóstoles que ahora desean manifestar su especial relación con el Maestro, afirman esa fidelidad diciendo ese “podemos”. Este acto de fe debería servir de ejemplo para los que nos entendemos o creemos seguidores de Jesús e hijos de Dios porque dicen querer, ignorando su futuro, abandonándose, totalmente, en las manos del Creador. Son, por eso, además de unos hombres que actúan como hombres, unos discípulos que actúan como discípulos. 

Así, Jesús les dice que, efectivamente, van a sufrir como Él sufrirá y que “recibirán el mismo bautizo que yo”, bautismo que lo será no de agua sino de sangre, la que emanará de su cuerpo en el camino de su calvario. Cada cual tendrá el suyo, Santiago antes que Juan pero, al fin y al cabo, cada cual en su forma. 

2. Como tantas veces aparece a lo largo de las Escrituras, la figura de Dios, que todo lo preside, es la que, en su persona, da solución a esta situación de anhelo, de parte de Santiago y Juan, y de decir las cosas claras, por parte de Jesús. Es Dios el que decide quien se sienta en qué sitio; eso no corresponde, ni siquiera, a Jesús; es Dios el que, desde la eternidad, eligió a aquellos que se sentarían  a la derecha y a la izquierda de Jesús. Eso ya debía de quedar zanjado y, aunque se produzca una posterior discusión entre estos dos discípulos y el resto, diez, no es menos cierto que lo que vendría después, dicho por Jesús, dejaba las cosas en su verdadero sitio. 

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