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25.06.11

Serie José María Iraburu 13- Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción

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Clamaste en la aflicción
y yo te libré
” (Sal 80,8)
Oraciones de la Iglesia en tiempos de aflicción (O.-t.a.)
Introducción
José María Iraburu

Oraciones tiempo aflicción

Como sabemos, orar es mantener una relación con Dios basada en una filiación que protege ante los embates y asechanzas del mundo. Si hemos hecho la elección a favor de Cristo y en contra de las mundanidades, a favor de la fe y en contra del olvido de Dios, orar es, ciertamente, una actitud de aquiescencia a favor del Creador.

Pero, como también es más que conocido, los tiempos que le ha tocado vivir a la Iglesia católica son, ciertamente, dificultosos y llenos de desazón. Por eso la misma se tiene que hacer oración con una dedicación especial.

Pues bien, a lo largo de la historia de la humanidad conocida como la que fue elegida por Dios para ser su pueblo, orar ha sido sinónimo de cercanía al Creador. Y, en efecto, hay muchas formas de hacer oración.

Plantear la situación

No hay nada mejor como fijar, desde el principio, la situación de lo que se estudia. Por eso dice el P. Iraburu que “La Iglesia hoy, como siempre, al menos en determinadas regiones, sufre muchas aflicciones de origen interno y grandes persecuciones del mundo. La mayoría de los bautizados se mantiene habitualmente alejada de la Eucaristía y de la oración” (1).

A este respecto, preguntarse acerca de que la situación, en tales ámbitos espirituales, esté como está, ha de suponer realizar un notable esfuerzo de comprensión de lo que pasa. Eso le hace decir a José María Iraburu que “es la soberbia la causa principal de todos estos males de la Iglesia: es ella la que produce rebeldías doctrinales y disciplinares, la que se avergüenza de la Cruz de Cristo, y lleva a gozar del mundo lo más posible, despreciando la Voluntad divina y olvidándose de los pobres…” (2). Y es tal actitud la que “lleva a las Iglesias locales más enfermas a buscar remedio para sus males allí donde en modo alguno van a encontrarlo. Ella, la soberbia, ciega a la Esposa y le impide volverse a su Señor humildemente, solicitando su ayuda desde lo más hondo de su miseria: ‘desde lo más profundo a ti grito, Señor’ (Sal 129,1)” (3).

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