Nace María, Madre

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Natividad de María

Hoy celebramos, en la Iglesia católica, una festividad importante para la vida de la misma: el nacimiento, la Natividad de María, la Theotokos.

Recoge un libro titulado “El Rostro de Dios” referido a la Natividad de la Virgen María, lo que entiende Benedicto XVI sobre lo que supone tal acontecimiento. Para el Santo Padre, es, en realidad, la plasmación de la “plenitud de los tiempos” a lo que, por otra parte, llama “el alivio beneficioso aportado por el nacimiento de María”.

Quizá pueda pensarse que Dios podría haber redimido al ser humano de la forma que hubiese querido; que, a lo mejor, no hacía falta que María dijera sí a Gabriel y, por tanto, que el nacimiento de una niña en aquellas tierras de oriente podría haber sido uno de tantos nacimientos que a lo largo de la historia se hubiesen producido; uno más, sin mayor significado.

Sin embargo, los planes de Dios por algo son los del Creador y, a pesar de no ser capaces de entenderlos ni es posible adivinar su voluntad, sí podemos ver, después de conocer lo que sucedió con el paso de los años, que aquí también acertó Dios (pues ya sabemos que, muchas veces, las semillas de la fe tardan tiempo en germinar y dar fruto)

El nacimiento de María supone como un nuevo amanecer para la humanidad. Perdido el pueblo de Dios y alejado, bastante, de la Palabra que lo iluminó a lo largo de los siglos, un Salvador ha de hacer lo posible para que, al menos, comience el remedio a tantos males que la humanidad se había procurado a sí misma.

Por eso, el 8 de septiembre de 2004, en la Audiencia General que celebró el beato Juan Pablo II Magno dijo que “Esta fiesta, muy arraigada en la piedad popular, nos lleva a admirar a María niña la aurora purísima de la Redención”.

Y no sólo eso sino que, además, “contemplamos a una niña como todas las demás y, al mismo tiempo, única, la ‘bendita entre las mujeres’ (Lc 1:42)”, porque “María es la Inmaculada ‘Hija de Dios’” destinada a convertirse en Madre del Mesías y, a partir de ser acogida por Juan, el discípulo amado, en Madre nuestra también.

¿Qué significa, por tanto, el nacimiento de María, para la humanidad?

María debió ser elegida por Dios, desde la eternidad, para que fuera Madre de Su Hijo y, además (¡Gran misterio éste!), Madre Suya.

De aquí que, efectivamente, apuntaba a lo que iba a ser la llegada de la plenitud del tiempo, el momento en que el Mesías debía traer la confirmación de la Palabra de Dios y, entonces, la salvación del mundo.

Por eso tuvo que suponer un gran alivio para la humanidad tal nacimiento.

Sin embargo, como nos recuerda Benedicto XVI en la publicación citada arriba, y poniendo, como prueba, las palabras de Andrés de Creta, nada iba a ser, ya, igual desde entonces porque el nacimiento de María “representa el tránsito de un régimen a otro, en cuanto que convierte en realidad lo que no era más que símbolo y figura, sustituyendo lo antiguo por lo nuevo”.

Y es eso, precisamente, la apertura de una nueva creación que da lugar la natividad de María y que supone la aniquilación “definitiva de la serpiente infernal, aparición, por ello, destinada a iluminar a toda la Iglesia”.

Además, y de aquí, que, como dice la segunda antífona de laudes del 8 de septiembre, “Cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó”.

No se trataba, por otra parte, de una luz cualquiera ni de una que pudiera pasar como si nada. Al contrario, “Tu nacimiento… anunció la alegría a todo el mundo” según la antífona del Benedictus.

Al fin y al cabo, la salvación estaba, literalmente, en las manos de aquella niña que iba a manifestar, con el tiempo, una voluntad afirmativa a la voluntad de Dios. Pero para que se produjera tal momento era absolutamente necesario que el fruto del amor entre Joaquín y Ana, María, viniese a un mundo que esperaba, desde hacía demasiado tiempo, el nacimiento del Mesías, el Ungido de Dios.

Por lo tanto, el régimen antiguo iba a quedar obsoleto, iba a pasar a la historia de la humanidad creyente como el nacido del pecado original e iba a ser sustituido por otro (una nueva alianza se estaba preparando) en la que María iba a jugar un papel esencial sin el cual nada hubiera sido posible. Al menos de esa forma sustentada en la manifestación de la voluntad de aquella niña.

María, Madre de Dios y Madre nuestra nació para ser fruto antes de ser Madre porque lo era del Amor de Dios antes de todos los tiempos.

Por eso, seguramente, nada mejor que ahora que está cerca el nacimiento de María, que recordarla con poema mariano. El que esto escribe dedicó, en el poemario titulado “Poemas para un tiempo de fe”, el que correspondía al 8 de septiembre de 2003, Natividad de María, uno con el título “Natividad de Bamberg”. Quise que el título fuera el citado porque en el Metropolitan Museum hay una escultura de madera policromada del siglo XV (de la iglesia de Ebern-Bamberg) representando el nacimiento de Maria en la que puede verse a María y a su madre, Ana, Santa, en actitud de reposo.

Natividad de Bamberg

“Reposa, María, sueño dulce de Madre
de Dios por llegar, alegría dada,
con un diminuto corazón en llama,
y en el tiempo llegada esperanza,
promesa para la luz; cuando la eternidad
espera su palabra inmaculada y santa;
cuando, aún, Dios no le ruega su sí
para que al mundo venga en su vientre,
lugar donde la vida se acogerá segura.
Reposa, María, y azahar sus dedos esparcen
con delicadeza, sus ojos como estrellas
relucen, alma limpia de ángel siempre;
por el amor
a un hijo que, en el tiempo, esperará el momento
para la redención, mediando el Padre.
Reposa, María, alma clara, por la Gracia
llena,
en el instante preciso de alabar su nombre.
Reposa, María, para la eternidad luz, elegida del Padre,
en la esperanza dedicada a dar la vida
a Cristo.
Reposa, María… y duerme el mundo…
bajo un manto deleitoso de fe”.

Y es que María, para un creyente de fe católica, es, siempre, María y es, siempre, Madre.

Eleuterio Fernández Guzmán

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2 comentarios

  
rastri
-María, la mujer madre llamada la Virgen María, vino al mundo como todo aquel quien de su natural principio origen viene al mundo como hijo de Dios. Y de palabra y de obra se correspodne a la dicha progenie.

-Y María, en el discurrir de sus días como hija predilecta del Dios -Padre-; Como mujer predestinada a ser la Madre del Hijo de Dios -Hijo-; En su cuerpo y en su alma, libre y responsablemente, se dejó llenar de la gracia de Dios.- Espiritu Santo-


-Y por lo que en causa primera y principal del principio origen de cada cual conviene saber, del ser -o no ser- hijo de Dios. La pregunta es:

-Todo aquel que por principio origen del artificioso y coaccionado poder de la Ciencia de la Genética vienen al mundo: ¿Es hijo de Dios; O es hijo de la Ciencia de la Genética?

-Y si es hijo de la Ciencia de la Genética, desde su principio origen en causa y consecuencia de la Humanae Vitae: ¿nace ya condenado a no ser hijo de Dios?
08/09/11 10:32 AM
  
María
Dichosa Eres,Santa Virgen María, y Digna de Alabanza: de Tí salió el Sol de Justicia,CRISTO, nuestro Señor.
08/09/11 11:07 AM

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