Juan Pablo II Magno - María
Como no podía ser de otra forma, María, Madre de Dios y Madre nuestra, fue tenida en cuenta por Juan Pablo II Magno para apoyarse en ella y ser, verdaderamente, un buen hijo.
Seguramente fue el amor que le tenía a María lo que le hizo elegir un lema que define su pontificado de forma perfecta: ¡Totus tuus! (todo tuyo) Se adhiere, así, al espíritu de San Luis María Grignion de Montfort.
Así lo dice el mismo Juan Pablo II Magno en “Cruzando el umbral de la Esperanza (Libro de pregunta-respuesta escrito, a medias, por así decirlo, con Vittorio Messori):
“Esta formula no tiene solamente un carácter piadoso, no es una simple expresión de devoción; es algo mas. La orientación hacia una devoción tal se afirmo en mí en el periodo en que, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajaba de obrero en una fábrica. En un primer momento me había parecido que debía alejarme un poco de la devoción mariana de la infancia, en beneficio de un cristianismo más cristocéntrico. Gracias a San Luis María Grignion de Montfort comprendí que la verdadera devoción a la Madre de Dios es sin embargo, cristocéntrica, que esta profundamente radica en los misterios de la Trinidad de la Encarnación y la Redención. Así pues, redescubrí la nueva piedad mariana, y esta forma madura de devoción a la Madre de Dios me ha seguido a través de los años. Respecto a la devoción mariana, cada uno de nosotros debe tener claro que no se trata solo de una necesidad del corazón, de una inclinación sentimental, sino que corresponde también a la verdad sobre la Madre de Dios. María es la Nueva Eva, que Dios pone ante el nuevo Adán – Cristo, comenzando por la Anunciación, a través de la noche del Nacimiento de Belén, el banquete de la Bodas en Cana de Galilea, la Cruz sobre el Gólgota, hasta el Cenáculo del Pentecostés: la Madre de Cristo Redentor es la Madre de la Iglesia“.