12.08.16

Serie “De Jerusalén al Gólgota” – IV – La Verónica

                                                 

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el final de la vida de Cristo o, mejor, el camino que lo llevó desde su injusta condena a muerte hasta la muerte misma estuvo repleto de momentos cruciales para la vida de la humanidad. Y es que no era, sólo, un hombre quien iba cargando con la cruz (fuera un madero o los dos) sino que era Dios mismo Quien, en un último y soberano esfuerzo físico y espiritual, entregaba lo poco que le quedaba de su ser hombre.

Todo, aquí y en esto, es grande. Lo es, incluso, que el Procurador Pilato, vencido por sus propios miedos, entregara a Jesús a sus perseguidores. Y, desde ahí hasta el momento mismo de su muerte, todo anuncia; todo es alborada de salvación; todo es, en fin, muestra de lo que significa ser consciente de Quién se es.

Aquel camino, ciertamente, no suponía una distancia exagerada. Situado fuera de Jerusalén, el llamado Monte de la Calavera (véase Gólgota) era, eso sí, un montículo de unos cinco metros de alto muy propio para ejecutar a los que consideraban merecedores de una muerte tan infamante como era la crucifixión. Y a ella lo habían condenado a Jesús:

“Toda la muchedumbre se puso a gritar a una: ¡Fuera ése, suéltanos a Barrabás! Este había sido encarcelado por un motín que hubo en la ciudad y por asesinato. Pilato les habló de nuevo, intentando librar a Jesús, pero ellos seguían gritando: ‘¡Crucifícale, crucifícale!’” (Lc 23, 18-21)

Aquella muerte, sin embargo, iba precedida de una agonía que bien puede pasar a la historia como el camino más sangriento jamás recorrido por mortal alguno. Y es que el espacio que mediaba entre la Ciudad Santa y aquel Calvario fue regado abundantemente con la sangre santa del Hijo de Dios.

Jerusalén había sido el destino anhelado por Cristo. Allí había ido para ser glorificado por el pueblo que lo amaba según mostraba con alegría y gozo. Pero Jerusalén también había sido el lugar donde el hombre, tomado por el Mal, lo había acusado y procurado que su sentencia fuera lo más dura posible.

El caso es que muchos de los protagonistas que intervienen en este drama (porque lo es) lo hacen conscientemente de lo que buscan; otros, sin embargo, son meros seres manipulados. Y es que en aquellos momentos los primeros querían quitar de en medio a Quien estimaban perjudicial para sus intereses (demasiado mundanos) y los segundos tan sólo se dejaban llevar porque era lo que siempre habían hecho.

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11.08.16

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Conocerle y conocerse.

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar” –Conocerle y conocerse

 

¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí, ser mi amigo…, mi hermano, mi padre, mi maestro, ser Dios, y ser yo lo que soy!

 

La ventaja de conocerse a sí mismo es que podemos saber qué es lo que nos sobra o nos falta. Y eso es lo que le pasa al hermano Rafael: sabe cómo es y eso le da una ventaja muy grande de cara a su salvación eterna.

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10.08.16

Reseña: “De Resurrección a Pentecostés”

 

De Resurrección a Pentecostés                        De Resurrección a Pentecostés

Título: De Resurrección a Pentecostés

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 186

Precio aprox.: 6,5 € en papel – 1€ formato electrónico.

ISBN: 5800117965767, papel; 978-1-326-75814-1, electrónico

Año edición: 2016

Los puedes adquirir en Lulu

 

“De Resurrección a Pentecostés” - de  Eleuterio Fernández Guzmán

       

Con este libro, el que esto escribe termina una trilogía que, a lo largo de los meses, hemos ido trayendo a esta casa de Infocatólica: el primer libro fue “De Ramos a Resurrección”; el segundo “De Jerusalén al Gólgota” y ahora, el tercero y último lleva por título “De Resurrección a Pentecostés” y, como fácilmente puede entreverse de los títulos, todos tienen relación con la salvación eterna que nos ganó nuestro hermano Jesucristo.

         De-ramos-a-resurrección            De Jerusalén al Gólgota - Camino de salvación eterna                                                

Así, cuando Jesucristo murió, a sus discípulos más allegados se les cayó el mundo encima. Todo lo que se habían propuesto llevar a cabo se les vino abajo en el mismo momento en el que Judas besó al Maestro.

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9.08.16

Un amigo de Lolo – Hijos de Dios

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Hijos de Dios

 

“Hijos de Dios son los que se miran entre sí y no ven diferencia de piel o pómulos, sino una ancha curva de colores que se unifican en el arco iris de la paternidad de Dios.”  (Bien venido, amor, 403).

 

Todos somos hijos de Dios.

Decir eso pudiera parecer, a alguien le puede parecer eso, un exceso en tal tipo de planteamiento. Sin embargo, lo bien cierto es que no es posible que unos seres humanos seamos creación del Todopoderoso y otros no.

Partimos, por tanto, de una evidencia que no se puede soslayar: todos somos hijos de Dios.

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7.08.16

La Palabra del Domingo - 7 de agosto de 2016

 


Lc 12, 32-48.

 

“32 ‘No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. 33 Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; 34 porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

 35 ‘Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, 36 y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. 37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. 38 Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! 39 Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. 40 También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre.’ 41 Dijo Pedro: ‘Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?,’

 42 Respondió el Señor: ¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? 43 Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. 44 De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda. 45 Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, 46 vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles. 47 ‘Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; 48 el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más”.

 

COMENTARIO 

El tesoro inagotable del Cielo 

Ciertamente, Dios podía haber hecho las cosas de otra manera. Exactamente… como hubiera querido. Pero quiso hacerlas así y nada podemos objetar (tampoco si hubiera querido hacerlas de otra manera). 

Queremos decir que en tiempos del pueblo hebrero seguramente había otros pueblos que eran más poderosos. Los mundanos podían pensar que podía haber escogido el Creador alguno de ellos para ser su pueblo. Sin embargo, como es más que conocido, Dios no piensa como los hombres y tiene unos parámetros distintos de pensamiento. 

El caso es que escogió al pueblo hebreo. 

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6.08.16

Serie “Al hilo de la Biblia- Y Jesús dijo…” – Ser sal.

Sagrada Biblia

Dice S. Pablo, en su Epístola a los Romanos, concretamente, en los versículos 14 y 15 del capítulo 2 que, en efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza. Esto, que en un principio, puede dar la impresión de ser, o tener, un sentido de lógica extensión del mensaje primero del Creador y, por eso, por el hecho mismo de que Pablo lo utilice no debería dársele la mayor importancia, teniendo en cuenta su propio apostolado. Esto, claro, en una primera impresión.

Sin embargo, esta afirmación del convertido, y convencido, Saulo, encierra una verdad que va más allá de esta mención de la Ley natural que, como tal, está en el cada ser de cada persona y que, en este tiempo de verano (o de invierno o de cuando sea) no podemos olvidar.

Lo que nos dice el apóstol es que, al menos, a los que nos consideramos herederos de ese reino de amor, nos ha de “picar” (por así decirlo) esa sana curiosidad de saber dónde podemos encontrar el culmen de la sabiduría de Dios, dónde podemos encontrar el camino, ya trazado, que nos lleve a pacer en las dulces praderas del Reino del Padre.

Aquí, ahora, como en tantas otras ocasiones, hemos de acudir a lo que nos dicen aquellos que conocieron a Jesús o aquellos que recogieron, con el paso de los años, la doctrina del Jristós o enviado, por Dios a comunicarnos, a traernos, la Buena Noticia y, claro, a todo aquello que se recoge en los textos sagrados escritos antes de su advenimiento y que en las vacaciones veraniegas se ofrece con toda su fuerza y desea ser recibido en nuestros corazones sin el agobio propio de los periodos de trabajo, digamos, obligado aunque necesario. Y también, claro está, a lo que aquellos que lo precedieron fueron sembrando la Santa Escritura de huellas de lo que tenía que venir, del Mesías allí anunciado.

Por otra parte, Pedro, aquel que sería el primer Papa de la Iglesia fundada por Cristo, sabía que los discípulos del Mesías debían estar

“siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15)

Y la tal razón la encontramos intacta en cada uno de los textos que nos ofrecen estos más de 70 libros que recogen, en la Antigua y Nueva Alianza, un quicio sobre el que apoyar el edificio de nuestra vida, una piedra angular que no pueda desechar el mundo porque es la que le da forma, la que encierra respuestas a sus dudas, la que brota para hacer sucumbir nuestra falta de esperanza, esa virtud sin la cual nuestra existencia no deja de ser sino un paso vacío por un valle yerto.

La Santa Biblia es, pues, el instrumento espiritual del que podemos valernos para afrontar aquello que nos pasa. No es, sin embargo, un recetario donde se nos indican las proporciones de estas o aquellas virtudes. Sin embargo, a tenor de lo que dice el P. Francisco Varo en su libro “¿Sabes leer la Biblia?“ (Planeta Testimonio, 2006, p. 153)

“Un Padre de la Iglesia, san Gregorio Magno, explicaba en el siglo VI al médico Teodoro qué es verdaderamente la Biblia: un carta de Dios dirigida a su criatura”. Ciertamente, es un modo de hablar. Pero se trata de una manera de decir que expresa de modo gráfico y preciso, dentro de su sencillez, qué es la Sagrada Escritura para un cristiano: una carta de Dios”.

Pues bien, en tal “carta” podemos encontrar muchas cosas que nos pueden venir muy bien para conocer mejor, al fin y al cabo, nuestra propia historia como pueblo elegido por Dios para transmitir su Palabra y llevarla allí donde no es conocida o donde, si bien se conocida, no es apreciada en cuanto vale.

Por tanto, vamos a traer de traer, a esta serie de título “Al hilo de la Biblia”, aquello que está unido entre sí por haber sido inspirado por Dios mismo a través del Espíritu Santo y, por eso mismo, a nosotros mismos, por ser sus destinatarios últimos.

Por otra parte, es bien cierto que Jesucristo, a lo largo de la llamada “vida pública” se dirigió en múltiples ocasiones a los que querían escucharle e, incluso, a los que preferían tenerlo lejos porque no gustaban con lo que le oían decir.

Sin embargo, en muchas ocasiones Jesús decía lo que era muy importante que se supiera y lo que, sobre todo, sus discípulos tenían que comprender y, también, aprender para luego transmitirlo a los demás.

Vamos, pues, a traer a esta serie sobre la Santa Biblia parte de aquellos momentos en los que, precisamente, Jesús dijo.

Ser sal

 

Y Jesús dijo… (Lc 14, 34-35)

“Buena es la sal; mas si también la sal se desvirtúa, ¿con qué se la sazonará? 35 No es útil ni para la tierra ni para el estercolero; la tiran  fuera. El que tenga oídos para oír, que oiga.”

 

Todos somos hijos de Dios. Todos, pues somos sal y, por tanto, debemos dar sabor a lo que, de por sí, no tiene sabor. En tal sentido, la sal, nosotros, como buenos en cuanto hijos de Dios.

Sin embargo, puede pasar según nos dice Cristo en este texto del evangelio del médico evangelista.

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5.08.16

Reseña: Colección Fe sencilla - Sobre textos papales - “San Juan Pablo II - Encíclicas”

 

San Juan Pablo II - Encíclicas                              San Juan Pablo II - Encíclicas

Título: San Juan Pablo II - Encíclicas

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 97

Precio aprox.: 4 € en papel –1 € formato electrónico.

ISBN: 58800117895828 papel; 9781326753955 electrónico

Año edición: 2016

Los puedes adquirir en Lulu.

                            

San Juan Pablo II – Encíclicas, de Eleuterio Fernández Guzmán

 

Sin duda, San Juan Pablo II fue un Papa muy prolífico en cuanto a su producción espiritual y literaria. A lo largo de sus casi treinta años de pontificado tuvo a bien iluminar a la catolicidad con una serie de textos que han servido, primero, para darnos cuenta del corazón cristiano de nuestro Papa y, en segundo lugar, para formar a los fieles en materias muy diversas.

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4.08.16

Reseña: Colección Fe sencilla - En los altares: “San José Sánchez del Río, el niño mártir” -

 

San José Sánchez del Río, el niño mártir                      San José Sánchez del Río, el niño mártir

Título: San José Sánchez del Río, el niño mártir

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 23

Precio aprox.: 4 € en papel –1 € formato electrónico.

ISBN: 5800117879200 papel; 978-1-326-75397-9 electrónico

Año edición: 2016

Los puedes adquirir en Lulu.

                            

San José Sánchez del Río, el niño mártir, de Eleuterio Fernández Guzmán

 

NOTA PREVIA:

Con este libro, el que esto escribe da comienzo a una serie de libros a los que engloba en una colección de título “Fe sencilla”. La misma irá referida a una serie de temas como, por ejemplo, a los Papas, a sus textos publicados; a aquellos hermanos en la fe que han subido a los altares; a la salvación eterna, etc. Todo ello en la medida que Dios ilumine su mente y su corazón.

 

Y ahora pasemos al primer texto de esta Colección Fe sencilla.

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3.08.16

Una fe práctica- "¿Por qué ir a Misa?" – Oraciones para antes de la Santa Misa: una santa preparación espiritual.

“La santa Misa alegra toda la corte celestial, alivia a las pobres ánimas del purgatorio, atrae sobre la tierra toda suerte de bendiciones, y da más gloria a Dios que todos los sufrimientos de los mártires juntos, que las penitencias de todos los solitarios, que todas las lágrimas por ellos derramadas desde el principio del mundo y que todo lo que hagan hasta el fin de los siglos”.

Santo Cura de Ars

Sermón sobre la Santa Misa

 

Seguramente la pregunta que da título a este libro tiene mucho de intríngulis espiritual. No se trata de que se digan, sobre todo, las razones para asistir a la Santa Misa (que también) sino, más bien, de constatar que las hay y hacer hincapié en el hecho de que las haya. 

Es bien cierto que, como uno de los siete Sacramentos que instituyó Jesucristo en su primera venida al mundo, la Eucaristía tiene mucho que decir a quien se siente fiel perteneciente a la Iglesia que fundó el Hijo de Dios y a la que, con el tiempo, se dio en llamar católica. 

“Vayan y prediquen el evangelio a toda criatura” (Mc 16,15) es el verdadero origen del sentido universal que quería imprimir Jesucristo a la Iglesia que había fundado. Pero fue San Ignacio de Antioquía (30 al 35 AD, muere C 107) quien, sobre el año 107, en su Carta a los Esmirniotas (8,2) dejó dicho que “Donde esté el Obispo, esté la muchedumbre así como donde está Jesucristo está la iglesia católica".  El caso es que si hay discusión acerca de si “católico” quiere decir, en exclusiva, “Universal” o, también, “Verdadera/auténtica” referida a la fe. Sin embargo, existe una creencia mayoritaria que favorece la primera concepción. A tal respecto, San Policarpo, que fue martirizado 50 años después de San Ignacio de Antioquía, hace uso de los dos sentidos y define a San Ignacio como “Obispo de la Iglesia Católica de Esmirna”.

Por otra parte, San Pacián de Barcelona (375) dejó dicho, su Carta a Sympronian,  que “Cristiano es mi nombre, y católico mi apellido. El primero me denomina, mientras que el otro me instituye específicamente. De esta manera he sido identificado y registrado… Cuando somos llamados católicos, es por esta forma, que nuestro pueblo se mantiene alejado de cualquier nombre herético”; San Cirilo de Jerusalén (315-386), en su Catequesis (18, 23) enseñó que “La Iglesia es católica porque está esparcida por todo el mundo; enseña en plenitud toda la doctrina que los hombres deben conocer; trae a todos los hombres a la obediencia religiosa; es la cura universal para el pecado y posee todas las virtudes”. Pero Sería, de todas formas, Santo Tomás de Aquino, quien desarrollaría los elementos de la teología de la catolicidad. Para el Aquinate la Iglesia es universal en tres sentidos: 

1. Se encuentra en todos los lugares (Cf. Rom 1,8), teniendo tres partes: en la tierra, en el cielo y en el purgatorio. 

2. Incluye personas de todos los estados de vida. (Cf. Gal 3,28). 

3. No tiene límite de tiempo desde Abel hasta la consumación de los siglos. 

Pero es ya en los Hechos de los Apóstoles (continuación, en realidad, del Evangelio de San Lucas) donde se recoge, bien pronto, esto (2,42):

 

“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”.

El caso es que, desde que Jesús, en aquella Última Cena tan merecidamente recordada, dijera que se le debía recordar según algunos gestos que hizo (partiendo el pan y repartiendo el vino, por ejemplo) no se ha hecho otra cosa por parte de quienes, allí mismo también, quedaron constituidos como sacerdotes de Dios y servidores de los hombres.

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2.08.16

Un amigo de Lolo – Importa el ahora

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Importa el ahora

 

“¡La hora! Las golondrinas nunca saben la hora, para ellas es sólo ‘hoy’, ‘este momento’: sol, risa, vuelo, canciones; para allá, para acá, únicamente hoy. Un aire las trajo, un dulce viento las llevará también algún día. No importa la fecha: será aquella que está escrita en el gran catálogo celeste de las golondrinas.“ (Las golondrinas nunca saben la hora. p. 32).

 

“¡La hora! El hombre nunca sabe la hora, para él es sólo ‘hoy’, ‘este momento’: solo, risa, cielo, canciones; para allá, para acá, únicamente hoy. Un viento lo trajo, un dulce viento lo llevará también algún día. No importa la fecha: será aquella que está escrita en el gran catálogo celeste del hombre”.

Este texto no es, como puede verse, el mismo que hemos aquí traído y escrito por nuestro Beato Manuel Lozano Garrido. Lo que pasa es que podemos imaginar a Lolo, que no podía siquiera caminar, verse reflejado en el corazón de una golondrina que puede volar y subir, subir, subir, sin preocuparle el poder estrellarse porque domina muy bien el arte de volar…

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