InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Amigo de Lolo

9.05.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” – Sentirse pequeño y ser grande

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Sentirse pequeño y ser grande

  

“Tú, detrás de la tapia un día y otro, ¿hasta el último? Si es así, que, al menos, mi nostalgia te venga a valer como un estampido de fe Mi fe enana, abismada en tu fuego colosal y gigante.” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 48)

  

Es más que cierto y verdad que cuando el Hijo de Dios dijo aquello de que debíamos ser humildes como Él lo era no andaba nada equivocado sino que sembraba en nuestros corazones una semilla con la que, espiritualmente hablando, se llega muy lejos.

Nosotros, sin embargo, no hay pocas veces que somos soberbios… Es decir, que no nos tomamos muy en serio aquellas santas palabras que, por salir de la boca de Cristo eran, exactamente, Palabra de Dios.

En este texto del Beato de Linares (Jaén, España) vemos cómo se siente nuestro amigo Lolo y, a la vez, vemos cómo es, para nosotros y seguramente para Dios mismo, este hombre “inútil” como él mismo se llamaba… 

Lolo cree que Dios está, algo así, como detrás de una tapia que es como decir que sí, que está ahí pero que no puede acometerlo como le gustaría acometerlo. Sin embargo, no duda para nada de la presencia de su Creador que está ahí, justo ahí, detrás de una tapia. Y lo está para siempre cree Lolo porque se pregunta si ahí va a estar hasta el último de sus días entre los vivos. 

Que alguien esté detrás de una tapia no supone, por eso mismo, que no sea posible comunicarse con tal persona. Es más, Lolo mismo escribió un libro en que el que dirigía cartas a religiosas de clausura que estaban, precisamente, detrás de una tapia y él les escribía “Al pie de la tapia”. Por eso estamos más que seguros que el linarense universal sentía más que cerca a Aquel que, habiéndolo creado y mantenido (¡mantenido!) en el mundo según sus personales circunstancias, allí estaba. 

Bien. Sabemos que Lolo era un ser inmensamente humilde. Y eso lo demuestra, una vez más, en las palabras que aquí traemos y que muestran hasta qué punto se conoce aunque, para nosotros, no sea del todo cierto eso que dice.

Veamos.

Lolo dice que tiene una fe “enana”. Y, entonces, ¿qué fe tenemos los demás?… Y esto lo decimos, al menos, por nosotros, pues es seguro que hay quien tiene infinitamente más que fe que quien junta estas cuatro letras. Pero queremos decir que, conociendo a Lolo y sabiendo cómo fue su vida, cuál su comportamiento y cuánta su convicción y su confianza en Dios… En fin… como que se nos queda pequeña la tierra para pedir que nos trague… 

Pero bien. Lolo siente que su fe es muy pequeña. Y, sin embargo quiere que la misma tenga en Dios una, digamos, pegada grande (si se nos entiende esto) pues quiere que sea un “ruido muy intenso y seco” que es lo que, en definitiva, significa la palabra “estampido” que es como querer decir que Dios escuche en grande lo que es su fe. Y que la misma se “abisme” en el fuego de Dios. 

A esto debemos dedicar, aunque sea, algunas palabras. 

Lolo dice muy bien lo que dice. Y es que manifiesta que él está inmerso en la contemplación de tal forma que permanece ajeno a lo demás. Y esto no es cosecha de quien esto escribe sino simplemente el significado del verbo “abismar”. Es decir, que nuestro buen amigo Manuel se sabía inmerso de tal forma en la contemplación de Dios que en la misma manifestaba su fe que, como vemos, no era para nada enana sino gigante y más que gigante. 

Por eso último decimos que no estamos de acuerdo con el sentir de Lolo. No. Su fe no era enana (aunque él, como su especial percepción de las cosas del alma, creyese que sí) sino que, en su “pequeñez” (por sostener lo que él dice) nos sirve de ejemplo para que la nuestra deje, en algo, de serlo. 

Sentirse pequeño y ser grande. Tal es la convicción que nosotros tenemos. Y nos basta y nos sobra para creer más y, si es posible y Dios quiere, mejor; creer a lo Lolo: saberse poco para creer mejor.  

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

2.05.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” – Ser luz y querer serlo

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Ser luz y querer serlo

 

“A mi luz, tan pequeña, ¿por qué se le ha dado una exigencia de repartirse? Porque ha de ser necesaria para otros. Una misión de sentido comunitario tira de ella desde todos los horizontes. Se me va, se me va, y yo estoy siempre como en una habitación de cortinajes echados.” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 47)

  

Si leemos estas palabras del Beato de Linares (Jaén, España) muy despacio encontraremos en ellas mucho de lo que fue la vida de Manuel Lozano Garrido. Y es que el buen amigo nuestro sabía el qué de su vida y eso, se diga lo que se diga, es más importante que el más importante de los tesoros. 

Lolo se sentía poca cosa. Y no es que no creyera que su ser fuera importante para Dios sino que creía que, en efecto, no era alguien que iluminara a lo grande. Y tal conocimiento de sí mismo o, al menos, la percepción que tenía de sí, era expresión pura de humildad pero de humildad verdadera porque Lolo creía que era, eso, una luz “tan pequeña”. 

Nosotros, claro está, en la distancia que hay entre estas palabras escritas en los años 60 del siglo pasado y el ahora mismo… en fin, como que sabemos que no, que Lolo no era una luz pequeña sino, al contrario, una verdadera luminaria y un faro más que importante para los que conocemos lo que hizo y lo que dijo. Pero para él, en aquel momento en el que su vida era tan sufriente y se sentía así poca cosa… era lógico que creyese que la luz que podía salir de su mismo ser y de su vida era… pequeña. 

De todas formas, a pesar de eso sabía Manuel que se le exigía algo muy importante, que Dios había puesto en su vida algo más que su mirada. Y eso lo comprendía más que bien y así hacía y así actuaba: exigencia de Dios… respuesta de Lolo con un sí grande, como aquel de María diciendo que era la “esclava del Señor” (aunque, claro, con las distancias que se deban salvar en este caso… pero es para tratar de explicarnos…) 

Lógicamente, Lolo sabía que había muchos enfermos (y los que no lo estaban) que podían tomar como ejemplo su ejemplar vida. Y por eso aquella luz era grande y no pequeña… 

Lolo sabía, también, que lo que hiciese o dijese era escuchado por muchas personas que lo veían como alguien en quien poner su mirada y su corazón. Y eso entonces cuando, podemos decir, a lo mejor no era tan conocido como lo pueda ser ahora… 

Se da cuenta Lolo, veinte años (luego más cuando acabó este diario) después de caer irremediablemente enfermo que sí hay quien necesita su luz. Por eso se siente algo así como atraído por todos aquellos que lo necesitan. Porque sí, necesitan el testimonio de alguien que tanto había sufrido hasta entonces y tanto sufriría hasta su subida al Cielo, apenas unos años después de “Las golondrinas…”. 

Lolo, de todas formas, no es ciego en cuanto a no saber cómo se encuentra sino que, al contrario, lo tiene muy claro: se siente como “en una habitación con cortinajes echados” donde, por tanto, nada del exterior puede ver o percibir. Y eso es como decir que sí, que sabe que su labor puede ser importante pero que él, él mismo… siempre se siente así, triste pero alegremente así si se nos permite presumir… 

¡Qué gozo tan grande siente uno cuando se da cuenta de que alguien se da al prójimo de una manera tan completa, acertada y perfecta! 

Por cierto, tengo que reconocer que al terminar de escribir estas cuatro letras se me han humedecido los ojos… de agradecimiento a Lolo, por ser tan así. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

25.04.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” – El misterio es lo que importa

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

El misterio es lo que importa

 

“Pero no me contestes. Nuestra fe tiene una exigencia de silencio tuyo. El misterio es así y debe bastarnos.” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 47)

  

Poco antes de estas palabras, Manuel Lozano Garrido le pregunta a Dios acerca de su luz, de cómo es posible que tenga que dar tanta siendo él, como así lo considera, tan poca cosa… 

Sin embargo, no se cree nada importante nuestro amigo y, acto seguido, comienza lo siguiente diciendo que no, que no hace falta que le conteste su Creador a la pregunta que antes le ha hecho. 

Lo que viene luego tiene que todo que ver con la fe y, así, con la confianza que el creyente, quien de verdad lo es, tiene en Quien lo ha creado y mantiene en el mundo. Y es que muy fácil, siempre lo es, dirigirse a Dios en modo exigencia y esperar, del Todopoderoso, la correspondiente respuesta manifestando de tal manera que se tiene muy justa la confianza en El Señor. Es decir, muchas veces no tenemos demasiada fe y se nos olvida que, precisamente, la fe supone, como decimos arriba, confianza y eso, se diga lo que se diga, es puro misterio. 

¿Misterio? Una palabra así nos lanza a lo desconocido pues, para eso lo es el misterio: algo que no comprendemos, algo que, en fin, no acabamos de tener claro pero ante lo cual sólo se puede manifestar lo que manifiesta el Beato de Linares (Jaén, España) en estas pocas pero enjundiosas palabras. 

Sabemos que tener fe, se lo dijo Cristo a Mateo cuando el mismo manifestó su duda ante Su Resurrección, es “creer sin ver” y eso tiene que ver más que mucho con la confianza. Y eso es, simplemente, el misterio. 

Que sea, eso, misterio, supone, para empezar, que no lo vamos a conocer así como así. Es más, que no lo vamos a conocer y ya está. Y entonces nos debe bastar con el silencio que Dios pueda tener al respecto de la fe que tenemos porque el Creador no se nos manifiesta así, de palabra y en acto como si se tratase de una persona más que tenemos delante o, como mucho, al otro lado de cualquiera de los muchos medios de comunicación que hay hoy en día. No. Dios espera de su descendencia que tenga la suficiente confianza en Él como para aceptar Su Voluntad sin ser tiquismiquis al respecto de que no lo vemos o no lo escuchamos con los ojos u oídos físicos… Ahí, pues, está el misterio y al mismo lo debemos aceptar porque es una manifestación evidente de Dios mismo. 

“Debe bastarnos”. ¿Verdad que en demasiadas ocasiones a nosotros no nos basta con saber que se trata del “misterio”? Sin embargo, a Lolo le basta porque sabe que más allá de lo que pueda ser su voluntad, sí, de poder escuchar o ver a Quien todo lo hace está lo que quiere Quien todo lo hace: que sus creaturas tengan tal confianza en Su Creador que les baste con saber que, en efecto, los escucha y los ama. Y eso, para Lolo, era más que suficiente.

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

28.03.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Hay que creer… ¿Lo sabemos?

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

Hay que creer… ¿Lo sabemos?

“Hay que creer, lo sé. Con fe nos liberamos, nos engrandecemos, nos eternizamos. La cerilla que se apaga, se tira; el fuego que crece, se extiende. El misterio de esta realidad invisible lo posees sólo Tú. Nosotros tenemos que caminar, porque los senderos son lo que definen y acercan. Avanzar siempre, aunque la luz sea pequeña.” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 47)


La verdad es que, al menos en teoría, aquello que supone la fe que tenemos es de esperar que entendamos qué significa. No se trata, por tanto, de algo teórico que poco tenga que ver con nuestra vida, digamos, ordinaria sino que es, al contrario, el eje sobre el que debe girar la misma.

Está siempre bien que alguien como Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica, nos eche una mano para entender eso que, a veces, tan difícil es de asimilar por según cómo somos.

Sabe Lolo que hay que creer. Es decir, no tiene duda alguna acerca de lo que es la fe, lo que supone confiar en Dios, Padre Todopoderoso y, en fin, Aquel que nos ha creado y mantiene aquí mismo, en esto que llamamos valle de lágrimas forma nada equivocada…

En realidad, que la fe es algo más que una utopía o algo que está ahí, lejana a nosotros, es más que claro. Por eso nos dice Manuel que con ella nos liberamos, nos engrandecemos y nos eternizamos.

Por tanto, que con la fe nos liberamos sólo puede querer decir que nos hace libres de verdad porque la escogemos y escogemos lo que significa creer.

Por tanto, que con la fe nos engrandecemos sólo puede querer decir que crecemos con ella, que nuestro corazón también lo hace y que nuestra alma, alimentada por su esencia, también crece.

Por tanto, y por finalizar, que con la fe nos eternizamos sólo puede querer decir, según Lolo, que con ella, sólo con ella y no sin ella, alcanzamos la tan anhelada vida eterna o, mejor, la alcanzaremos cuando Dios tenga a bien que la alcancemos. 

Hace bien Lolo, por otra parte, en poner el ejemplo de la cerilla pues, en efecto, cuando de apaga es que se ha consumido la misma y hay que tirarla. Ha cumplido su función y ahí queda. Pero el fuego… el fuego es otra cosa porque el mismo, al crecer se extiende y, si es cierto, puede causar mucho daño es verdad que el Beato de Linares (Jaén, España) lo dice con otro sentido. Y es que creemos que se refiere al fuego de la fe que, así dicho, también se extiende cuando crece hasta ocupar los recovecos más cerrados de nuestro corazón.

El caso es que muy bien sabe Lolo que es Dios quien conoce mejor que nadie un misterio tan grande como es el de la fe pues es cosa del Todopoderoso la misma al imbuirla en los corazones de quienes aceptan su total Señoría sobre el todo.

De todas formas, no por eso a nosotros no nos queda nada que hacer. Es más, es justo al contrario la verdad: a nosotros nos queda tanto que hacer que, en el fondo, todo acaba dependiendo de que queramos que sea o no sea la fe en nuestra vida. Y es que sí, se trata de eso de “A Dios rogando y con el mazo dando”, por así decirlo.

Esto es cierto y es verdad porque sólo en el camino que seguimos hacia el definitivo Reino de Dios podemos encontrar y atesorar la fe que nos conduce por el mismo. Por eso Lolo nos dice que, en el fondo, lo que debemos hacer es avanzar hacia Dios, a su encuentro, aunque nuestra luz sea pequeña. Y es que, al fin y al cabo, es el Creador quien nos la ha puesto en el corazón. ¿Lo sabemos de verdad? 

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

21.03.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - El primero de la fila

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

  

El primero de la fila

 

“Me decía que lo mismo puede pasar con las adversidades, que uno se las carga a cuestas y otros son los que abren el camino, pero el beneficio es para todos y a todos satisface. ¿qué lugar ocuparé yo en la hilera de hormigas humanas? ¿Llevará siempre con fortaleza mi carga hasta el granero?” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 45)

 

Este texto pertenece al capítulo II del libro al que nos referimos arriba. Se titula el mismo “¿Son negros todos los días?” y, en concreto, viene referido a lo que Lolo escribe en su diario el día 13 de septiembre de 1961. Tal es el texto mientras que en el contexto habla de las hormigas. 

¿? 

No resulta tan extraño que el Beato de Linares (Jaén, España) hable de hormigas porque las ve en el balcón de su casa. Y él, tan quietecito donde se encuentra, las mira y las remira y ve lo que hacen. 

El caso es que, como hace tantas y tantas veces, lo que pudiera parecer más extraño a su situación vital sabe llevarlo más que bien a la misma y, ahora, las hormigas le dan pie (viendo cómo actúan unas con otras y cómo se atarean en sus más diversas faenas) a hablar de sí mismo y, en concreto, del lugar que ocupa en el trajín del camino por el que transita… 

No vaya a creer nadie que aquí Lolo actúa, hablando de sí mismo, de forma egoísta pues es al contrario la verdad: él se reconoce en el camino pero no va solo sino que hay otras personas que también caminan por el mismo y todas ellas ansían llegar al “granero” del que hablan llevando su “grano”, su ser mismo, sus acciones y omisiones… 

Pues bien, nos dice nuestro amigo que hay, en la fila de hormigas, una que lleva la carga y las otras le siguen. Suponemos que al hormiguero donde luego, todas ellas, se van a beneficiar del trabajo tan esforzado de aquella que había cargado con aquello. 

Lolo sabe que hace años que está pasando por muchas adversidades físicas que lo traen por el camino, cierto, de la amargura física. Sin embargo, como bien sabemos, eso no impide que sea feliz y más que feliz porque, hasta entonces y luego, ha conseguido saber sobrenadar el dolor y el sufrimiento (por muy imposible que a nosotros nos parezca eso…) y eso le ha hecho creer y estar seguro de que, sí, lleva una carga muy pesada, pero… 

Nosotros nos gusta pensar (porque seguro que era así) que Manuel Lozano Garrido ofrecía sus sufrimientos por las más santas intenciones y que Dios escuchaba tales ofrecimientos y más de una persona debió verse beneficiada en su existencia sin saber cómo ni las razones de eso. Eso sólo lo sabe el Creador pero por ahí debe andar la cosa. Por eso había quien se beneficiaba de aquella carga tan pesada que llevó Lolo tantos años.

Así debieron ser las cosas pero, como siempre pasa con Lolo, en lo que deja escrito hay algo que si no escondido, sí, algo más difícil de apreciar o de ver

Esto lo decimos por estas palabras: “¿Llevaré siempre con fortaleza mi carga al granero?” 

¡Cuánto de conciencia de saber y conocer hay aquí! 

Lolo sabe y reconoce que lleva una carga (¡Cómo no!) pero que no lo hace de forma anodina o sintiéndola que no es capaz de soportarla ni de entenderla. ¡No! Lolo lleva su pesada carga con “fortaleza”. Y lo hace, además, “siempre” porque desde el primer momento de darse cuenta de que lo suyo no tenía arreglo (como le debieron decir en Madrid, cuando acudió al médico al principio de los años 40 del pasado siglo, el XX) lo sufre todo con la alegría que sólo puede tener quien sabe y quien comprende lo que le pasa pero, sobre todo, por qué le pasa. 

Sin duda, Lolo ocupó en la hilera de hormigas humanas, el primer lugar pues llevó la carga por muchos para que muchos se beneficiaran de tal esfuerzo. Y nosotros con ellos, por supuesto.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.