InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Defender la fe

9.09.10

Sobre sacrilegios y bofetadas

El ser humano es libre, al menos en nuestra sociedad occidental, de profesar una religión. Esto lo que, en general, quiere decir, es que persona alguna puede ser coaccionada para que tenga creencia alguna.

Así, si una persona quiere seguir la religión que tiene, digamos, por el origen de su familia (cristiana, musulmana, evangelista, etc.) nadie le puede decir lo contrario pues, entre otras cosas, la dignidad de la persona tiene, como componente esencial, la libertad religiosa.

Por eso las creencias que seguimos, por ejemplo, los católicos, nos gusta que sean respetadas. No por capricho sino porque, de otra forma, todo lo dicho arriba no sirve de nada y de nada sirve.

Si hay, a este respecto, algo sobre lo que no podemos transigir porque, de hacerlo, permitiríamos una gran vergüenza entre nosotros, es el respeto que se le debe a la Eucaristía. Y, como es de suponer, a todos los momentos litúrgicos que en la misma se llevan a cabo.

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8.09.10

Las cosas, con el Islam, están así

El pasado lunes, 6 de septiembre, me llegó un correo electrónico de una persona que, habitualmente, utiliza tal medio internáutico para transmitirme novedades al respecto de la religión. El caso es que no he podido resistir reproducirlo aquí para aviso de más de un despistado y para que más de otro se caiga del guindo en el que vive, se baje de la higuera o venga de Babia donde, al parecer, está pasando unas vacaciones su sentido de la realidad.

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4.09.10

En la Fe no todo es igual

Cuando el Cardenal Xavier Nguyen Van Thuan (que retornó a la Casa del Padre el 16 de septiembre de 2002) escribiera, en su libro “Mil y un pasos en el Camino de la Esperanza”, como preguntando a alguien (a casi cualquiera, podríamos pensar hoy día) “¿Te vas a unir a varias Iglesias?/ ¿Te vas a acomodar a todas las morales y vas a ajustarte a todas las conciencias?” puso en evidencia un asunto de no poca importancia: podría parecer que cuando hablamos de Fe todo vale o, también que tanto da una creencia como otra.

Un buen punto de partida para reconocer la Fe que verdaderamente nos asiste es lo que dejó dicho San Pablo en la Primera Epístola a los Tesalonicenses (5,21) cuando manifestó una gran verdad: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno”. Lo que no dijo es, por ejemplo, quedaos con todo porque, acto seguido (5,28) bendijo a los cristianos de Tesalónica con “la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros”. Por tanto, desde allí, hace ya tanto tiempo, hasta nuestro ahora mismo, queda claro que no todo es igual; en cuestiones de Fe no todo es igual.

Cuando Cristo dijo aquello de que nos debíamos “cuidar de los falsos profetas” (Mt 7,15) bien sabía a lo que se refería, pues muy conocida es, sobre todo hoy día, la proliferación de grupos que se dicen religiosos porque manifiestan algún tipo de creencia, pero que en realidad, son, por dentro, “lobos feroces” (Mt 7,15). La ferocidad que muestran es, a veces, poco vistosa, porque recurren a la adulación del ego humano o a vestir de divinidad sus proyectos cuando, en realidad, no son, sino, meros adalides de la mundanidad y del nihilismo, cuando no falsos interpretadores de las Sagradas Escrituras que abusan del desconocimiento, por parte de los católicos, de la misma Palabra de Dios e incluso de la más terrible preterición de la voluntad del Padre.

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1.09.10

Células durmientes católicas

Se suele hablar de “células durmientes” y referirse a grupos de musulmanes radicales que permanecen en el anonimato hasta que se les requiere para que “despierten” y cometan algún que otro atropello a la vida humana.

Algo parecido, pero en bueno y malo, pasa con los cristianos, aquí católicos: en bueno porque no se trata de estar ocultos para salir a matar y en malo porque supone, tal actitud, una forma de malversar nuestra fe.

Así, los cristianos, los católicos, somos células de las que se compone el tejido de la Iglesia, institución creada por el Mesías y entregada a Pedro para que la gobernara y, entregara, con el paso de los siglos, las llaves, de forma sucesiva, a Benedicto XVI, el Santo Padre.

Como tales células damos vida al tejido que, tras el paso del tiempo, ha dado en ser la imagen de Dios en el mundo. Por más errores que se hayan cometido por parte de las personas que, como seres humanos, han dado en llevar a la Esposa de Cristo hasta la situación en la que se encuentra hoy día, lo bien cierto es que aquel manojo de llaves que Jesús entregó a quien lo negara sigue siendo válido. Abre nuestro corazón, lo llena de la Palabra de Dios y, por así decirlo, lo conforma según la voluntad del Padre.

Por eso, a veces, resulta necesario preguntarse cómo es posible que los que hemos de dar forma, de conformar, el sí a Dios, el sí a Cristo, el sí al Espíritu, permanezcamos en estado de letargo, cual embrión que espera que llegue el día de salir al mundo, cuando nosotros somos herederos del Reino más importante que en el mundo ha sido: el Reino de Dios que Jesucristo ya anunció y trajo, siendo Él, siendo Hijo, siendo Padre y Espíritu.

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30.08.10

Una mala expresión panfletaria

Los habitantes de una nación de la que se predica que es una democracia tenemos el secreto pensamiento de pensar que, en efecto, tal es el estado del lugar donde nacimos, vivimos y morimos.

Es bien cierto que a lo largo de la historia de la humanidad se han difundido y aplicado sistemas políticos donde lo arriba apuntado no era, sino, un sueño o, en el mejor de los casos, un ejercicio exagerado de la imaginación. Al fin y al cabo, el desarrollo del ser humano ha sido el que ha sido y es ahora cuando, en verdad, podemos decir que en algunos lugares la democracia es, en efecto, una realidad.

Al menos eso es lo que queremos pensar.

Pero, claro, siempre hay excepciones que hacen que la regla se venga abajo y no, precisamente, que la confirmen. Es decir, que si la regla es que en el sistema democrático el poder establecido respeta la dignidad de la persona y hace de los derechos inviolables que la misma tiene la causa fundamental de su ser, lo que pasa entre las naciones políticamente correctas y en aquellas donde el relativismo se ha hecho dueño de casi todo, es, precisamente, lo contrario: escaso respeto a tales derechos e implantación de un verdadero sistema totalitario apoyado en la legitimidad que otorgan unas elecciones.

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