InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Defender la fe

27.11.14

Granada: presuntamente culpables

 

El que esto escribe cursó, durante una serie de años, la carrera de Derecho y la terminó hace, más o menos 10 tras un notable esfuerzo no exento de la ayuda de Dios, inspiración del Espíritu Santo y la ayuda inestimable de su Ángel Custodio.

 

Pues bien, a lo largo de tal serie de años una cosa quedó meridianamente bien aprendida y asumida: una persona no es culpable hasta que se demuestra que lo es. Nunca, pero nunca de nunca y jamás.

 

Esto, así dicho, parece lo más lógico pues no es de esperar que una persona, a la que se la acusa de lo que sea tenga que demostrar que no lo ha hecho para eximirse de tal culpa. Es decir, demuestra que es culpable quien acusa y, en todo caso, el acusado se defiende… si quiere, claro está.

 

Sin embargo, hay casos en los que las cosas no son así y se invierten los términos de una manera bastante vergonzante y vergonzosa. Es más, por parte de algunas personas se llevan las cosas demasiado lejos antes de haber salido el vehículo de su lugar de salida. Es decir, que alguno se ha pasado varios pueblos con determinadas actuaciones.

 

Digamos, ahora mismo, como se suele decir con lenguaje popular, que el “que la hace, la paga”. Y aunque sabemos que, en determinados casos eso no pasa (veamos, por ejemplo, la corrupción política) estamos más que seguros que en casos como el que ahora nos ocupa, pasará. Y es lógico, por otra parte, que así pase. Nada, pues, que objetar.

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13.11.14

Falsedades acerca de la Iglesia católica

Falsedades y mentiras contra la Iglesia católica

 

Es bien cierto que a la Iglesia católica y, por extensión, a los católicos, se le tiene, se nos tiene, por parte de muchos, una manía ciertamente enfermiza.

 

Si creen que exagero les pongo lo que suele decirse de la religión católica, de la fe católica y, en fin, de la Iglesia católica. Aquí traigo esto para que vean hasta qué punto puede llegar la preocupación por un tema que es, ciertamente, falso.

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6.11.14

¿Son, éstos, tiempos turbulentos para la fe?

 

Voy a escribir con total franqueza. Es lo mínimo que se le puede pedir a un católico: nada de medias tintas ni contemplaciones con la tibieza. Y, mucho menos, con miedo a malas consecuencias. Los mártires, los nuestros, nunca miraron eso y actuaron como debían.

 

Pues eso.

 

El que esto escribe sabe perfectamente que es un creyente sencillo, del común, bastante simple y que no tiene muchas luces teológicas. Pero tal sencillez y tal simpleza la impelen, claro está, a preguntarse. Otra forma no hay de aprender.

 

Desde que el que fuera Arzobispo de Buenos Aires fuera elegido para ocupar la silla de Pedro no se ha dejado, por parte de muchos, de sembrar cizaña al respecto del papel que iba a desempeñar el Santo Padre en la Iglesia católica. Y apareció, por entonces, el término “primavera eclesial” que no quería decir que el Papa fuera un “primavera” (por alelado o algo así) sino que una estación espiritual nueva había llegado a la Esposa de Cristo. El caso es que hemos ido pudiendo ver que la cosa no ha llegado a tanto (al menos por ahora) y que los “primaveras” han sido muchos que, dándose cuenta de lo que ha pasado, andan diciendo que este Papa, en realidad, no era como parecía que era.

 

Pero hay señales que siembran dudas.

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1.11.14

¿Queremos ser santos?

 Cuando llega un día tan señalado, espiritual y litúrgicamente hablando como es el primero de noviembre, siempre recordamos, porque lo merecen, a todos nuestros hermanos en la fe a los que se les ha otorgado el título de “santo” porque lo fueron en vida y porque, tras la muerte, se ha podido demostrar la intervención, la suya, en la solución de determinado problema humano. Decimos, entonces, que se cumplen los requisitos para que un creyente católico sea santo y, en efecto, se le inscribe en el Libro a tal menester creado.

 

Santos, a lo largo de historia, ha habido muchos. No hay más que leer cualquier calendario debidamente preparado (no los mundanos, precisamente) para darnos cuenta que cada día hay muchas personas a las que se les ha considerado tales y podemos recordarlos a fin de servir, además, de ejemplo para nosotros. Y es que se santo, como puede verse, no es imposible.

 

Sin embargo… ¿de verdad queremos ser santos?

 

San Josemaría, en sus “Conversaciones” aporta ciertas pistas acerca de qué significa ser santos. Nos dice, en el número 62 de tal libro esto:

 

“Querer alcanzar la santidad —a pesar de los errores y de las miserias personales, que durarán mientras vivamos— significa esforzarse, con la gracia de Dios, en vivir la caridad, plenitud de la ley y vínculo de la perfección. La caridad no es algo abstracto; quiere decir entrega real y total al servicio de Dios y de todos los hombres; de ese Dios, que nos habla en el silencio de la oración y en el rumor del mundo; de esos hombres, cuya existencia se entrecruza con la nuestra”.

 

Y luego, en el número 856 de “Forja”, esto otro:

 

“La santidad —cuando es verdadera— se desborda del vaso, para llenar otros corazones, otras almas, de esa sobreabundancia.

Los hijos de Dios nos santificamos, santificando. ¿Cunde a tu alrededor la vida cristiana? Piénsalo a diario.”

 

Algo, pues, sabemos sobre lo que significa la santidad, sobre lo que es ser santo.

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16.10.14

¡Detente!

 ¡Detente!

Esta expresión, para un creyente, quiere decir mucho porque supone, en primer lugar, que se opone a quien quiere detener y, en segundo lugar, que sabe que puede confiar en Quien puede ayudar a detener al Mal. No está solo. 

 

El ¡Detente!, instrumento espiritual de gran ayuda para el creyente, tiene su origen en Santa Margarita María Alacoque que dejó escrito esto:

 

“El Señor me hizo ver que el ardiente deseo que tenia de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a todos los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación y de salvación que contiene. A fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, y al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya Imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en él su amor y llenarlo de los dones de que está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desarreglados; que esparciría sus Gracias y Bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su Santa Imagen para tributarle honores, y que tal bendición seria como último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombre en estos últimos siglos de la Redención amorosa”.

 

Abunda, por eso mismo, la misma santa cuando en una carta a la Madre de Saumaise y le dice que

“Nuestro divino Maestro me ha dicho que desea y quiere que se hagan imágenes pequeñas de su Divino Corazón, para que aquellos que quieran Honrarlo en privado, puedan tenerlas en sus casas, y otras pequeñas para llevarlas sobre sí”

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