La Palabra para el Domingo - 10 de enero de 2020

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Como es obvio, hoy no es domingo 10 sino sábado, 9 de enero de 2021. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.  

 

 

 

Mc 1, 7-11

 

“7 Y proclamaba: ‘Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.’

9 Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él. 11 Y se oyó una voz que venía de los cielos: ‘Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.’”

 

  

COMENTARIO

 

Presentación al mundo

 

Hacía muchos siglos que el pueblo judío esperaba la llegada del Mesías; mucho tiempo en el que, orando y pidiendo, reclamaban a Dios el cumplimiento de su promesa de enviar a un Salvador. Y Juan estaba allí. 

El Bautista ya había sido elegido por Dios para ser el último profeta de la Antigua Alianza y en eso se encontraba, bautizando, cuando los que asistían a esa sanación del alma en el agua del Jordán, río bendecido por el Creador, necesitaban conocer si él, Juan, el hijo de Isabel y Zacarías, era el que ellos esperaban. 

Pero Juan fija su atención en la especie de bautizo que él ofrece y el que ofrecerá, pues no es obligación para nadie, Jesús, el Mesías que, por otra parte, no es él, como trata de hacerles comprender a aquellos que están, quizá, cegados por los signos que hace pero, sobre todo, por lo que dice a quienes demandan auxilio espiritual. 

El bautizo de Juan, el que antecede al Cristo, es de agua. Con él se perdonan los pecados. No es que los perdone Juan sino que él es instrumento de ese perdón. Algo muy distinto de lo que hará Jesús, luego, en su vida pública. Esa inmersión, que proporciona a aquellos que la reciben un espíritu perdonado, les hace más fuertes ante las asechanzas del maligno, pero eso no les proporciona la vida eterna pues para eso tendrá que venir el Mesías, para cargar con los pecados de todos y él, Juan, no era esa persona, Dios, tan esperada. 

Por eso el que viene es más fuerte que Juan. Pero su fuerza no es una fuerza física (como muchos querían que fuera el Mesías) sino una fuerza espiritual. Por el bautismo con fuego, con el que quema, de verdad y para siempre el pecado del mundo lo ha de traer Aquel que todos esperan. Y ese no es él, Juan. 

El que viene, el Cristo, bautizará con Espíritu Santo además de con fuego. Eso, que es una forma distinta de bautismo tiene, en sí misma, una diferencia radical, o sea, de raíz, de base, esencial. Entre bautizar con agua y bautizar con Espíritu Santo existen dos mundos distintos. Bautizar para el mundo y bautizar para el Reino de dios; bautizarse para sobrevivir aquí y bautizarse para vivir en la eternidad. Esas son las diferencias. Y esas diferencias, favorables, no las traería él, Juan. Y lo sabía. 

Juan, por eso, no se siente capaz, su humildad se manifiesta en esto, de desatarle las sandalias. Porque él no es el Mesías. No es él, aunque sea su primo y haya jugado muchas veces con Jesús, seguramente, en su infancia. 

Y como si de una profecía se tratase, cuando Jesús, cumpliendo con la voluntad de Dios, como le dijera al mismo Juan cuando éste se negó a bautizarle pretextando lo de las sandalias, al salir del agua se le aparece el Espíritu Santo en forma de paloma, al igual que cuando Dios creaba su Espíritu sobrevolaba las aguas (lo dice el Génesis que puede ser todo lo alegórico que se quiera pero, al fin y al cabo, ha de decir algunas exactitudes y verdades esenciales). Esto confirma lo dicho por Juan a los que le preguntaban dando lugar, así, a la presentación, de Jesús, al mundo. Al mundo físico, porque al espiritual sería presentado en Caná, en las bodas. Este aparecer a la pública visión dando a entender quién es, pues es lógico que antes ya fuera conocido como el hijo del carpintero, traerá a nosotros, tras la experiencia del desierto, al hijo de Dios del que el Creador dice, aquí mismo, que es su “hijo”, o sea, su descendencia, y que entonces, ahora, lo ha “engendrado”. De aquí que el Credo diga de Jesús, que es “engendrado” y “no creado”. Creados somos los demás y por eso, por filiación divina, hermanos del Cristo. 

En este año que acaba de empezar, ahora que aún tenemos planes que cumplir, debemos fijarnos en dos realidades: primera, en la obediencia de Juan que, aunque no se sienta capaz, hace lo que le dice su primo, a la sazón el Mesías; y, por otro lado, a lo dicho por Dios: que Jesús es su Hijo. Y esto es, claro, mucho; y esto ha de suponer, también, mucho para nosotros porque ahí está nuestra salvación.  

 

PRECES 

Pidamos a Dios por aquellos hermanos nuestros que no comprenden la misión que Juan tuvo que llevar a cabo. 

Te lo pedimos, Señor. 

Pidamos al Todopoderoso por todos aquellos que no aceptan la misión que tuvo que llevar a cabo Jesucristo tras su bautizo. 

Te lo pedimos, Señor.

  

ORACIÓN  

Padre Dios; ayúdanos a recibir tu Espíritu y, además, a que nos llene el corazón y nos conduzca.   

 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.  

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

 

  

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

 

Panecillo de hoy:

 

Palabra de Dios; la Palabra

 

Para leer Fe y Obras.

 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. 

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