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3.05.21

Sobre Tradición y Conservadurismo - La dignidad de la persona

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 Nos hacemos conservadores a medida que envejecemos, eso es cierto. Pero no nos volvemos conservadores porque hayamos descubierto tantas cosas nuevas que  eran espurias. Nos volvemos conservadores porque hemos descubierto tantas cosas viejas que eran genuinas.

G.K. Chesterton

Solemos decir que una persona es digna cuando en ella concurren una serie de cualidades especiales que la hacen comportarse de una manera a la que se le puede atribuir una cualidad así. Sin embargo, siendo eso cierto y verdad, no es menos cierto ni menos verdad que un ser humano es digno por haber sido creado por el Todopoderoso, Aquel que todo lo creó y mantiene. Es decir, que la dignidad misma, su expresión suprema, tiene su centro origen y destino, en Dios mismo.

Decir eso tiene muchas consecuencias, digamos, a nivel práctico porque no se trata de algo que se dice por sostener una grandilocuencia o declaración, así, magna, sino porque es la total y cierta verdad. Y no podemos negar que hoy día, en pleno siglo XXI (pero desde hace bastante tiempo) hay a quien la dignidad de la persona le importa algo así como nada de nada o menos, incluso.

Hay, a este respecto, casos muy claros donde la dignidad de la persona es atacada de tal forma que no es que no se tenga en cuenta sino que se acaba con ella desde su misma raíz e, incluso, siendo la persona un ser hecho y derecho.

Así, por ejemplo:

-Las manipulaciones genéticas,

-La prostitución.

Como pueden ver, sólo ponemos dos ejemplos de lo que consideramos una clara vejación de lo que supone la dignidad de la persona y una capitidisminución de la misma hasta su real desaparición.

Partamos, para esto, de lo básico y elemental.

El ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, tiene el pleno derecho a venir al mundo como el Creador quiso que viniera al mundo. Es decir, si lo hubiera querido de otra forma de otra forma lo hubiera hecho. Pero no, lo hizo como lo hizo y cualquiera acto que interfiera en la naturaleza misma del ser humano no es que esté destinado al fracaso (porque vemos que no) pero si está destinado a que se le pueda reprochar comportamiento antinatural. Y es que tenemos por natural aquello que es original, no manipulado.

Pues bien, como cristianos resulta difícil admitir lo que se lleva produciendo demasiados años. Y es posible que se nos pueda tachar de radicales e, incluso, de ir contra la ciencia (o de retrógrados), pero no por eso podemos dejar de decir la verdad que no es que sea “nuestra” verdad sino que es la simple y llana verdad.

A este respecto, no podemos negar que las tecnologías biomédicas han avanzado, por así decirlo, mucho. Y eso ha llevado, lógicamente, al uso de las mismas para cuestiones algo más que delicadas donde la dignidad de la persona está en juego y, como suele pasar, acaba perdiendo la partida.

El caso es que, en este aspecto, debemos creer en la existencia de un “criterio ético fundamental” que tiene todo que ver con la dignidad de la persona. Y es que el mismo viene referido a que el fruto de la generación humana, desde el mismo momento en que es un ser humano nuevo, desde la formación del cigoto, ha de ser respetado de forma no condicionada o, lo que es lo mismo, sin condición alguna. Es decir, que consideramos que el ser humano lo es desde ese mismo momento, desde la concepción misma y, por eso, todos los derechos que se le reconocen a la persona le han de ser reconocidos y, por tanto, su vida y existencia son inviolables sabiendo, además, que se encuentra en una total y absoluta indefensión. Y eso es un derecho fundamental.

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