InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2013

29.11.13

Eppur si muove - Letrilla: a vueltas con la encuesta

Viernes, 29 de diciembre de 2013
Eppur si muove - Letrilla: a vueltas con la encuesta

Demasiada carga

Valga, vuesas mercedes

, escribilles esta letrilla pues paresce que cuelga, de algunas mentes insanas, el sonsonete que dice que desde Roma han preguntado y, ¡miren por dónde!, ninguno de los que quería ha contestado. Rogamos se nos perdonen las licencias lingüísticas pero, en lo tocante a ciertas gracietas, es lo que tiene la lengua.

Y es la que sigue:

Algo se mueve en la Iglesia
cuando una encuesta te dan.

Cuando una encuesta te dan
y van pidiendo opiniones, pareceres
y demás.

Algo se mueve en la iglesia
cuando una encuesta te dan.

Cuando una encuesta te dan
esperan que digas esto, lo otro
y lo de más allá,
porque saben que dominas
todos los temas de imaginar.

Algo se mueve en la Iglesia
cuando una encuesta te dan.

Cuando una encuesta te dan
saben que todo controlas,
de los dogmas y doctrinás,
que te gusta lo ortodoxo
o lo progre… ya dirás.

Leer más... »

28.11.13

¡Esta dictadura no es nada silenciosa!

Casaté y sé sumisa

El otrora presentable Federico Jiménez Losantos, periodista español e insultador a según qué personas, tiene un libro titulado “La dictadura silenciosa” (que, por cierto, el que esto escribe tiene dedicado por el mismísimo autor) en el que plantea la situación vivida en España en los años de (des)gobierno del deleznable Felipe González y del “ámbito” social y político que se había conformado: una dictadura, en efecto, no ruidosa sino exactamente silenciosa pero efectiva, al fin y al cabo.

Pues bien, bien dice la zarzuela queLas ciencias avanzan que es una barbaridad” porque la ciencia del dictado impositivo de lo políticamente correcto, de la ideología de género y del igualitarismo han dado un paso hacia delante y se ha convertido en una dictadura verdaderamente ruidosa, escandalosa y sin vergüenza alguna.

A estas alturas de la película, de terror y de más que miedo, todo el mundo sabe lo que está pasando con un libro y con un Arzobispo que ha osado, ¡osado y atrevidamente permitido! que el tal libro pueda ser conocido y comprado por las personas a quienes les de la santa gana adquirirlo.

El título, dicen, es provocativo: “Cásate y sé sumisa”. En realidad, lo que es provocativa es la ignorancia de las personas que no saben ni dónde aparece eso, ni qué significa ni nada de nada y, además, se dedican a despotricar del título, del contenido y de todo lo que tengan que ver con el tema. Todo, verdaderamente, preocupante y, además, asqueante. Vamos, que da asco y requeteasco que haya personas que manifiesten una estulticia tan grande y tan poco presentable en seres humanos con estudios y formadas.

Pues bien, todo esto viene traído del texto evangélico en el que se dice, más o menos, lo mismo que el título de tal libro. Y es lo siguiente (Ef, 5, 21-33):

“Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada. Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, pues somos miembros de su Cuerpo. ‘Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne’. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia. En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido”.

Leer más... »

27.11.13

Sobre lo obvio aunque pueda no parecerlo

Tener fe o no tenerla

Rubén Esquivel Benites es una persona que tuvo a bien comentar un artículo que, hace tiempo ya, publiqué sobre un blog de los que se alojan en Religión Digital de título “Humanismo sin credos”. Lo que entonces dije allí, allí esta dicho y no voy a repetirme para no parecer, en exceso, pesado. Y pongo aquí su nombre, cosa que no hago nunca por salvaguardar la privacidad de la persona, porque me ha autorizado expresamente a poder hacerlo.

Pero bueno, lo que Rubén escribió es la mar de interesante. Lo es porque muestra el pensamiento que muchas personas, a lo mejor alejadas de la fe, pueden tener pero también es posible que haya creyentes que piensen lo mismo aunque no se den cuenta de eso.

Bueno, lo que decía era esto:

Leo ambos blogs y son comunes en algo: los veo demasiado sectarios y poco librepensadores o de mente abierta, entre esas posiciones no se convive. Personalmente respeto el derecho de opinión, de Dios tenemos representaciones, simbología, luego podemos pensarlo pero no afirmar su existencia (excepto por la fe), si vemos el desarrollo del hombre y la sociedad yo no encajo algo divino en esta “creación", si el creador representado como omniscente, omnipresente, tan lleno de sabiduría no pudo preveer las consecuencias de su creación se deslegitimiza, por otra parte me intriga la infalibilidad de la naturaleza (los animales y las plantas), quizás fue un error dar el salto del instinto a la razón. Un abrazo; si alguien quieren contestarme, rebatirme, criticarme.

Pues eso, le contestó, le rebato y, en lo que sea capaz este que escribe, lo critico sabiendo que lo que aquí se trata no es cuestión puramente personal sino que afecta, ni más ni menos, que a todo ser humano y, aún más, al ser humano creyente y, aún más, al ser humano creyente católico.

Leer más... »

26.11.13

Un amigo de Lolo- Todos somos hijos de Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Todos somos hijos de Dios

“¿Cuántos hermanos tienes? – Tres mil seiscientos millones, tantos como hombres”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (402)

El Amor de Dios lo soporta todo de parte de sus hijos, incluso que le rechacemos como Padre.

El ser humano, que es, sobre todo, apasionado, tiene como bueno y verdad, ha de tenerlo, que está en este mundo no por casualidad sino porque la concurrencia de una voluntad superior a toda voluntad y por encima de cualquier querencia humana, ha querido que así sea.

Sin duda alguna, es cierto y verdad que vivimos en un tiempo materialista y que sólo aquello que puede ser controlado, manejado, manipulado por el ser humano es tenido como cierto y es tenido como verdad. Se pierde, sin embargo, el verdadero sentido de lo que es cierto y de lo que es verdad. Lo cierto es aquello que hace que la verdad lo sea. Y a eso sólo puede jugar Dios que es Quien todo lo hizo y no la madre casualidad ni el padre azar.

Todos somos hijos de Dios. Y en eso no hay nada malo sino, al contrario, el cimiento de una mejor humanidad, el escabel sobre el que revelarnos, subidos en tal verdad, contra las desviaciones propias del pensamiento débil y las excesivas consideraciones que algunos han tenido sobre su poder sobre el prójimo desconociendo que, como hermanos, hay cosas que no se pueden hacer y acciones que se deben guardar, bien guardadas bajo siete llaves, en el cajón de la ignominia.

Leer más... »

25.11.13

Serie oraciones – invocaciones - Oración a la Virgen María, de San Alfonso María Ligorio

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – Invocaciones: - Oración a la Virgen María, de San Alfonso María Ligorio.

Virgen María

Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Os amo, Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás. Pongo en vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.

¡Qué gozo dirigirse a la Madre de Dios porque sabemos que nos escucha!

Cuando, ante alguna necesidad propia o ajena acudimos a la Virgen María, Inmaculada y Mediadora, sabemos que nos presta atención. Es madre; es más, es la Madre. Por ser quien aceptó la voluntad de Dios cuando el Ángel Gabriel se dirigió a ella en aquel momento de la Anunciación, nadie mejor que a ella a quien recurrir para que, en efecto, interceda por nosotros. También intercesora es.

Leer más... »