InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2013

25.10.13

Eppur si muove - ¿Tan difícil es entender esto?

Signo de fe

No se trata de poner las cosas al mismo nivel sino, en todo caso, a cada una en el nivel que le corresponda estar. Pero eso parece que es imposible o que haya personas, muy intelectuales ellas, que no son capaces de entender lo obvio.

Cuando, por ejemplo, una persona mata a otra no podemos decir que sea lo mismo que la mate en un accidente de tráfico, digamos, no provocado a que haya meditado, pensado cómo y preparado la muerte del prójimo. Por tanto, no se puede tratar de la misma manera, judicialmente hablando, un caso y otro. Eso parece fácil de entender. Y es fácil porque los casos son muy distintos y las soluciones a tales casos también han de ser distintas.

Pues bien, parece que las beatificaciones (¡sí, otra vez!) del pasado domingo 13 de octubre, están escociendo más de la cuenta. Es decir, que pudiera dar la impresión de que conviene, para algunos, defender lo indefendible.

Ahora tenemos otro ejemplo. De un intelectual llamado Manuel Vicent, a la sazón escritor español y que el pasado 20 de octubre publicó, en “El País” un artículo titulado “Mártires”.

Empieza diciendo algo que es, sencillamente, falso:

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24.10.13

¡Que entre aire fresco!

Concilio Vaticano II

Las imágenes o, lo que es lo mismo, aquello que nos puede servir de ejemplo para llegar a alguna conclusión, vienen la mar de bien cuando se trata de temas como el que hoy traemos aquí.

Sabemos que cuando se abre una ventana pueden pasar muchas cosas.

Pues bien, como decíamos ayer, en la homilía del pasado domingo, 20 de octubre, el sacerdote (hombre mayor muy bien intencionado y con buen corazón) dio a entender que el Beato Juan XXIII quiso convocar el Concilio Vaticano II para que entrara aire fresco en la Iglesia católica.

Bueno, en realidad lo que dijo fue esto:

“Quiero abrir las ventanas de la Iglesia para que podamos ver hacia fuera y para que desde fuera pueda verse el interior”.

Y eso está muy bien porque ya sabemos que, de vez en cuando, conviene abrir las ventanas para que el aire de dentro de la casa (o del edificio que sea) no se enrarezca y, digámoslo suavemente, huela mal. Entonces, claro, también es posible que entre aquel aire fresco al que hacía referencia el sacerdote citado supra.

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23.10.13

Lo siento, pero esto no lo puedo tragar

Papado

Tengo que reconocer que en muchas ocasiones o, vamos, en casi todas, que escuchó una homilía, me vienen a la cabeza posibles temas para escribir. La Palabra de Dios nunca deja de sorprendernos y lo que dicen los sacerdotes al respecto de la misma, menos aún. Y eso, para quien tiene que ponerse todos los días ante el teclado para decir algo, es una buena fuente de información y de formación.

Y eso me pasó el pasado domingo, 20 de octubre, a la sazón 29 del Tiempo Ordinario de este Año de la Fe que va camino de su final.

Pues bien, la cosa dio como para dos días. Es decir que mañana jueves también escribiré, Dios mediante, sobre algo que el sacerdote tuvo a bien decir en la homilía.

Tengo que decir, antes de empezar, que espero que nadie me interprete mal porque no vaya a ser que quien lea esto entienda cosa distinta a lo que se quiere dar a entender y saber.

No es la primera vez que escucho esto en boca de la misma persona. Sin embargo como estoy más que seguro que no será la única que lo piense y lo diga, pues tampoco quiero ser el único (eso espero) que diga lo que piensa al respecto.

El Papa Francisco (a quien Dios guarde muchos años) hace lo que puede. Es bien cierto que le ha tocado lidiar con un toro bastante difícil porque, por una parte, tiene vitola de ser persona que dice lo que piensa y eso, a lo mejor, no siempre viene bien; por otra parte, según lo hecho hasta ahora (política de gestos que son, seguramente, más que verdaderos y no impuestos por ninguna circunstancias de disimulo) más de uno ha dado en pensar que ya era hora de que un Santo Padre fuera como tiene que ser.

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22.10.13

Un amigo de Lolo - Sobre las huellas de Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Sobre las huellas de Dios

“Dios no es un Ser circense, amigo de los escamoteos, sino volcado con intensidad sobre las criaturas y en continua manifestación ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (731)

Sabemos o, por lo menos, lo tenemos por cierto y verdad, que Dios es veraz. Decir eso, a lo mejor, se puede entender como si el Creador no mintiese nunca. Y eso es, de raíz, ciertamente verdad porque en Dios no hay engaño ni actúa como si quisiese decirnos una cosa mientras piensa otra. Lo bueno del Todopoderoso es que pone las cartas sobre la mesa desde el primera día de la creación.

Pues bien, por eso mismo, sabemos que no podemos andar con el Padre como si pensase una cosa e hiciese otra sino que, como ha demostrado a lo largo de la historia de la humanidad desde que esta sabe que Dios existe y que es el que es, cuando dice esto o lo otro es que piensa esto o lo otro. Por eso Jesús sabía y dijo que donde era sí debíamos decir sí y donde es no tal no era lo que debía imperar. Sin zarandajas o disimulos.

En realidad, lo que pasa es que Dios siempre está presente en la vida del hombre, en sus circunstancias y, digamos, en todo aquello que tiene que ver con su criatura. Presente y con formas tan diversas que nadie debería decir que no es capaz no de ver a Dios tal cual es sino a través de su obra, de su creación y de todo lo que tiene relación con ella.

Dios, Padre Todopoderoso es, en efecto, Padre porque tiene unos hijos, creados cuando quiso crearlos y a su imagen y semejanza; es Todopoderoso porque siempre se manifiesta o, mejor, se manifiesta siempre en todo aquello en lo que nosotros pensamos que no puede manifestarse. Es como si tuviéramos el corazón cerrado ante la evidencia de Dios y que sólo cuando lo abrimos a su presencia, al igual que les pasara a los discípulos de Emaús cuando Jesús partió el pan ante ellos, somos capaces no ya de entrever (en el sentido de procurar ver) sino de ver, directamente, esto o lo otro de lo hecho por Dios atribuyendo al Creador lo hecho. Pura presencia en un corazón, ya, nuevo y abierto al Padre.

Pero no por eso podemos creer que nuestro Señor se aviene a manipulaciones de las muchas que los seres humanos solemos utilizar con nuestros semejantes. No. Al contrario es la verdad porque, como hemos dicho arriba, Dios es veraz y, por lo tanto, siempre nos trata con franqueza: lo escogemos a Él o escogemos al mundo. Ni más ni menos. Así de fácil es la elección aunque muy diferentes sean los resultados: mundo es igual a alejamiento de Dios; Creador, elegirlo a Él, es la forma mejor y más benéfica para nuestra alma de proceder.

Dios, pues, siempre se manifiesta. Y lo hacen en tantas y tantas realidades que hay que estar más que ciego, cegado para el bien, para no darse cuenta de lo que por nosotros ha hecho y hace. Presente, siempre; liberándonos, siempre, del Mal que nos acecha y pretender perdernos.

Así es Dios, así de gozosa nuestra existencia con Él.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Enlace a Libros y otros textos.

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Ser otro Cristo, el mismo Cristo… Comencemos por descubrir su pacto con nosotros, la luz que el dedo de Dios impresionó en nosotros al ser concebidos.

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Para leer Fe y Obras.
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21.10.13

Serie oraciones – invocaciones - Oración de amor a Dios, de San Juan María Vianney, Cura de Ars

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones –invocaciones: Oración de amor a Dios, de San Juan María Vianney, Cura de Ars

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