InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: Mayo 2012, 14

14.05.12

Meditaciones sobre el Credo 3.- Que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Explicación de la serie

El Credo representa para un católico algo más que una oración. Con el mismo se expresa el contenido esencial de nuestra fe y con él nos confesamos hijos de Dios y manifestamos nuestra creencia de una forma muy concreta y exacta.

Proclamar el Credo es afirmar lo que somos y que tenemos muy presentes en nuestra vida espiritual y material a las personas que constituyen la Santísima Trinidad y que, en la Iglesia católica esperamos el día en el que Cristo vuelva en su Parusía y resuciten los muertos para ser juzgados, unos lo serán para una vida eterna y otros para una condenación eterna.

El Credo, meditar sobre el mismo, no es algo que no merezca la pena sino que, al contrario, puede servirnos para profundizar en lo que decimos que somos y, sobre todo, en lo que querríamos ser de ser totalmente fieles a nuestra creencia.

La división que hemos seguido para meditar sobre esta crucial y esencial oración católica es la que siguió Santo Tomás de Aquino, en su predicación en Nápoles, en 1273, un año antes de subir a la Casa del Padre. Los dominicos que escuchaban a la vez que el pueblo aquella predicación, lo pusieron en latín para que quedara para siempre fijado en la lengua de la Iglesia católica. Excuso decir que no nos hemos servido de la original sino de una traducción al castellano pero también decimos que las meditaciones no son reproducción de lo dicho entonces por el Aquinate sino que le hemos tomado prestada, tan sólo, la división que, para predicar sobre el Credo, quiso hacer aquel Doctor de la Iglesia.

3.- Que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María .

El Credo

En el texto de la Profesión de fe que Pablo VI pronunció el 30 de junio de 1968 al concluir el Año de la fe proclamado con motivo del XIX centenario del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en Roma dice, en un momento determinado, el entonces Santo Padre, “Creemos en el Espíritu Santo, Señor y vivificador que, con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado. Que habló por los profetas /…/y, luego, al referirse a la Virgen María, “Creemos que la Bienaventurada María, que permaneció siempre Virgen, Fue la Madre del Verbo encarnado, Dios y Salvador nuestro Jesucristo”.

En aquel especial Credo Pablo VI refiere los aspectos que, con la creencia en Dios Padre Todopoderoso, tienen especial relación con el creyente y con lo que suponen para el mismo. Por eso al referirse al Espíritu Santo y a la Santísima Virgen María, explícita lo creído por todo católico: Jesucristo fue concebido con la intervención del Paráclito y se encarnó en María, joven judía que esperaba la salvación de Israel y oraba por la misma.

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