Noviembre de Santos y Difuntos – Subir al Cielo sin proceso

Los Santos nos enseñan a orar por las Almas del Purgatorio – Misioneras de  la Divina Revelación

Es bien cierto que la Sagrada Escritura dice lo que dice pero no es menos cierto que, muchas veces (sobre todo si se refiere a acontecimientos a los que hay que darles una comprensión) debemos tratar de entender a qué se refiere.

Eso pasa con el Apocalipsis que no es, precisamente, un texto bíblico que se comprenda, así, a la primera.

Resulta que, en un momento determinado, San Juan escribe que ha visto a un número concreto de almas: 144.000 y, luego, a una muchedumbre que sobrepasa tal número y que, digamos, van a presentarse ante Dios. Y lo dice así:

 

“Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos“

 

Es cierto esto y no podemos negar que eso es lo que ahí pone. Y nosotros, traído tal texto al tema de los Santos, es bien cierto que podemos deducir dos cosas:

 

1. Hay un grupo que son, digamos, los que han sido reconocidos como Santos y que equivaldría a lo que se entiende por Santos “de proceso” y que son aquellos que han seguido el mismo para ser reconocidos como tales.

 

2. Hay otro grupo, mucho más inmenso, que son los Santos “de facto” porque, aún no habiéndoseles reconocido, digamos, de forma oficial o procesal por parte de la Iglesia Católica que lo son, ha tenido a bien Dios, tras el Juicio Particular de cada fallecido, así considerarlos y los ha querido, como se diría en palabras antiguas y sabias, cabe sí, a su lado.

 

También es verdad que la referencia a que aquellas almas llevaban “palmas en sus manos” puede entenderse a que han pasado por el martirio y por eso las llevan y allí están por propios méritos pero, digamos, que entendemos que tales almas, las que no forman parte de los 144.000 (número, además, muy explicable en la Biblia…) son aquellas que están en el Cielo por sí mismas sin ningún añadido procesal…

Es bien cierto que a tales almas no se les ha podido demostrar milagro alguno hecho a favor de alguien del mundo pero, de todas formas, ¿quiénes somos nosotros para decir que no deben estar en el Cielo si Dios así lo ha querido?

En todo caso, los méritos para alcanzar el definitivo Reino de Dios, llamada vida eterna o Cielo, está, por decirlo así, al alcance de cualquiera. ¡Sí, de cualquiera! (1)

Cuando decimos esto último quizá estamos poniendo el listón muy bajo y es que, en realidad, Dios mismo lo ha puesto ahí, a la altura de nuestras propias posibilidades y al ejercicio de los dones y gracias que nos entrega, porque quiere, Quien todo lo ha hecho y mantiene.

De todas formas, somos nosotros mismos los que subimos el citado listón y, a veces, no somos capaces de saltar lo suficiente como para alcanzar el Cielo. Y ahí nada tiene que ver Dios sino el cómo somos y el cómo actuamos en nuestra vida.

Es cierto que eso pasa. Pero también es cierto que puede pasar lo contrario y, como atestigua San Juan, debe pasar más de lo que creemos porque la multitud de almas que ve el evangelista dista mucho de creer que sean pocas las personas que no lleven una vida acorde con la Voluntad de Dios por mucho que nosotros, mirándonos al corazón, creamos que eso no puede ser…

Nosotros creemos (con franqueza)que la santidad no es imposible. Es decir, que tenemos la posibilidad de ser santos aunque no haya proceso de por medio… Y eso es, sí, cosa de cada uno de nosotros porque Dios así lo ha querido y así lo quiere.

Ciertamente, tenemos unas pautas que seguir, unos Mandamientos y unas Bienaventuranzas, una doctrina y unos principios y valores. esto ya lo hemos dicho en muchas ocasiones porque, en realidad, es lo que hay y es a lo que debemos dedicarnos. Y es que no es poca cosa que nos espere la santidad, aunque sea sin proceso alguno. Y, de todas formas, no debe ser nada malo subir al Cielo por las escaleras aunque no sea por el ascensor…

 

NOTA

(1) Cuando decimos de “cualquiera” no deberíamos entender lo que no se puede entender. Y es que el que esto escribe escuchó, en una homilía del domingo 1 de noviembre, en el que estaba incluida para tal día el texto del Apocalipsis que aquí hemos traído, que el sacerdote se refirió a que también estaban incluidas en la situación a la que se refiere San Juan, al respecto de las de “toda nación, razas, pueblos y lenguas” también las de “toda religión”. Eso, en realidad, es un añadido que sobra pues no se dice eso. Y, como estamos seguros de que quería aplicar el documento papal de título “Fratelli tutti”, pues debemos decir que una cosa es una cosa y otra es otra y que no, no están incluidas en texto bíblico a todas las personas de toda religión sino, y eso lo tenemos más que claro (aunque Dios puede hacer lo que bien le parezca, faltaría más), a las que aceptan a Jesucristo como el Mesías y Dios hecho hombre.

Y es que, como se diría popularmente, el que calla, otorga y no va a ser este el caso…

 

Eleuterio Fernández Guzmán

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Un mes para orar porque nos conviene.

Para leer Fe y Obras. 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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