Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - Gracias, Lolo

Presentación

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Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 

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Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “El sillón de ruedas”.

Gracias, Lolo

 

“Porque la verdad es que nadie más que yo tiene un concepto tan real de sus limitaciones y, junto a mi brega, aún puedo oír el jadeo de un coloso que secretamente me aupaba el corazón para después retirarse en silencio y dejarme gozar solo, como un niño, el botín generoso de un triunfo de colaboración mínima por mi parte.” (El sillón de ruedas, p. 115)

 

Muchas veces querer es poder y el Beato Manuel Lozano Garrido nos muestra a la perfección esta, que podemos considerar, verdad puramente humana. Y es algo que, como seres limitados que somos, debemos agradecer grandemente.

Resulta muy cierto que cada uno sabe qué limitaciones tiene y, a no ser que nos queramos engañar a nosotros mismos, la verdad es que sabemos tanto del pie que cojeamos como del corazón que tantas veces dejamos vencido ante la tentación maligna.

Pues bien, Lolo, que como siempre escribe con total franqueza y no se guarda para sí, como de forma egoísta, tiene a bien comunicarnos que sí, que sabe que es limitado e, incluso entonces, cuando escribía este su primer libro, ya tenía más que muchas limitaciones físicas aunque, como vemos, ninguna espiritual.

Saber, como el Beato de Linares (Jaén, España) que se es limitado nos ha de venir la mar de bien. En primer lugar, para no creer que somo más de lo que somos, para no endiosarnos pero, luego, para poner las cosas en su sitio. Y así podemos caminar en la certeza de no andar por el camino equivocado hacia el definitivo Reino de Dios. Pero, sobre todo, para darnos cuenta de la importancia que tiene apoyarnos en lo que sí tenemos sin imperfecciones espirituales o, algo así, como un punto de partida hacia el fin buscado de la vida eterna.

Nuestro hermano en la fe, aquel hombre que tanto sufrió físicamente en su vida entre los mortales, sabía, de todas formas, que junto al sufrimiento y a sus propias limitaciones tenía algo a su favor: la lucha. Y es que por muy mal que estuviesen las cosas sabemos, por lo que dejó escrito, que nunca se dejó amilanar por el mal, fuera del jaez que fuera el mismo. Por eso nos dice que existe su “brega” que viene a ser como un no abandonarse uno mismo ante lo que nos pueda acaecer si es perjudicial para nosotros. No. Ni Lolo se sometió a la desesperanza ni nosotros debemos someternos a lo que pueda parecer imposible de soportar o de pasar.

Es más, era consciente que, junto al Hijo de Dios, a su dolor y sufrimiento, y completándolo en lo que de su parte podía poner ahí, se sentía más que bien acompañado. Y eso le debió dar fuerzas más que suficientes no sólo para seguir viviendo sino para dejar por escrito aquellos años de pasarlo no demasiado bien…

Podía, sí, colaborar en el sufrimiento de su hermano Jesucristo. Y sí, sabía que su colaboración iba a ser “mínima” pero, a su vez, que la misma era una fuente de gozo tan grande como aquella a la que la cierva va a abrevar en sus momentos de sed y que recogen las Sagradas Escrituras. Fuente que lleva a la vida eterna y, además, origen de lo bueno que se puede sacar del mal si sabemos sobrenadarlo y sobrenaturalizarlo.

Y eso, claro está, es un triunfo, como muy bien nos dice Lolo.

 

      

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

 

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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