La herencia de Juan Pablo II Magno según algunos

Ser santo, o, mejor, ser declarado santo, no parece que todo el personal pueda soportarlo. Es más, que la Iglesia católica, fieles y jerarquía incluida, entiendan que determinadas personas merecen ser considerados de los mejores entre nosotros y ejemplos a seguir no acaba de gustarles.

Lo más curioso es que algunas de tales personas no se manifiestan casi nunca, siendo caritativo, a favor, en nada, de la Iglesia católica. Vamos, que le tienen una tirria y, yo creo, una envidia, bastante grande.

Una de tales personas es, siento repetirme con su nombre otra vez pero las cosas son como son, Juan G. Bedoya que desde su atalaya de “El País” predica siempre que puede contra todo lo que parezca e, incluso, sea, católico. Si, además, se trata de determinados pontífices, miel sobre hojuelas, pero miel caduca y hojuelas hechas con harina y huevos podridos que es, más o menos, a lo que huele el “Análisis” allí publicado.

Tiene gracia que diga que “No parece elegante culpar a los muertos, pero es comprensible cualquier referencia a Juan Pablo II por el encubrimiento de eclesiásticos pederastas ante la justicia civil” cuando, en realidad, en cada una de las líneas se destila un alto grado de culpabilidad imputada al Papa que viniera del otro lado del telón de acero y que, por cierto (y esto les duele mucho a según qué sectarios) tanto ayudó a que cayera.

En una muestra de desprecio dice que “Pese a que en algunos medios de comunicación empiezan a llamarle Juan Pablo II el Magno, para compararlo con Gregorio Magno, o así, el pontificado de Wojtyla esta colmado de sombras”.

“O así” no, manifiesto juntaletras. Los católicos no llamamos a Juan Pablo II Magno por compararlo con nadie sino por la labor realizada a lo largo de su pontificado que es, como poco, magna, grande, importante y de inalcanzable entendimiento por mentes tan obtusas como la de Juan G. Bedoya y sus conmilitones de secta.
Pero es que dice cosas este individuo que son para que se lo haga mirar.

Por ejemplo, Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, tuvo una actitud, conocida al cabo de los años, reprobable y censurable. Ahora bien, llamar “encubridor” a Juan Pablo II Magno es llevar las cosas demasiado lejos y no reconocer, además, la presunción de inocencia del Pontífice.

Pero eso poco le importa a según qué personas que se preocupan de lo que les conviene y en el orden temporal que bien les viene a sus burdos intereses.

Pero no crean que basta con eso sino que busca, y rebusca para ver si es posible achacar al Papa polaco lo que sea para que censurar que el proceso de beatificación siga el curso ordinario y normal, ordinario y normal, ordinario y normal (y lo repito por si no se entiende la cosa):

1.-Por ejemplo, al entender del analista, Juan Pablo II Magno tuvo un tratamiento suave con Pinochet (sin decir, por ejemplo, que viajó a Cuba para ver si era posible que el sanguinario dictador Castro abriera la isla al mundo…) porque debe ser del parecer que se puede tener como bueno lo que se haga con personas de su cuerda ideológica.

2.-Pero lo más gracioso es que diga dos cosas del fundador del Opus Dei que mueven a risa: que fue “polémico” y que, además, protegía a Juan Pablo II.

Yo no sé la polémica que puede acarrear la figura de S. Josemaría sino la que quieran crear aquellos que le tienen, digamos, cierta manía porque, al fin y al cabo, ser santo no es del gusto de los que ni gustan de la Iglesia católica ni de lo que la misma hace acerca de sus fieles más destacados.

Tampoco sabía yo que Juan Pablo II Magno hubiera estado protegido por S. Josemaría por lo que estaría bien que se diesen los datos correspondientes como para entender tan extravagante idea porque, de otra forma, tendremos que pensar que Juan G. Bedoya también quiere zaherir, de paso, a quien supiera escuchar la voz del Espíritu Santo aquel 2 de octubre de 1928 y fundara la Obra de Dios.

En cuanto a lo de la “execración” de los teólogos de la liberación es cierto que fueron severamente reprobados o, por decirlo de alguna forma suave, corregidos. Sin embargo, eso fue, sin duda, poca cosa porque el camino que tomaron (en el que, por cierto, muchos siguen) está alejado de la Iglesia católica de la que no puede predicarse el carácter marxista de lo que proponen los tales teólogos.

Entonces… lo que deben tener claro personas como Juan G. Bedoya es que la Teología de la Liberación no cabe dentro de la Iglesia católica en el sentido que se le quiere dar y que, por tanto, toda execración de sus partidarios será, siempre, insuficiente.

Y dice, además, que la herencia de Juan Pablo II Magno es “pesada” cuando, para pesadez la de aquellos que, no teniendo que ver con la Iglesia católica tratan de meter el dedo en el ojo o de poner palos en la rueda de la bicicleta.

O sea, pura actitud siniestra.

Eleuterio Fernández Guzmán

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