Secreto Designio

Sazón del alma

Preparada como tierra que, surcada por la herramienta,
se dispone para recibir la semilla que fructificará en fruto;
alentada por el riego que, temeroso, discurre cauce adelante;
alimentada por el ánimo de quien pretende abrir el secreto
que su seno acoge.

Acoge con prontitud deseosa de gracia, amante de quien recibe,
el hábitat que no menosprecia el bien que se le ofrece,
que, cauteloso, esconde su miedo para afrontar la donación
de Dios, reflejo de su ansia por sentir el aliento divino
que llega.

Llega donde la voluntad de permanencia ha de abrirse paso,
donde la opacidad a ella aún no reina en su mundo,
donde el camino aún no ha perdido su meta
y la claridad meridiana del mensaje no ha devenido
corazón ingrato.

Ingrato el que, con desazón infundada, no somete su ser;
quien, con esmero digno de otra causa, no es artífice de la siembra;
quien, con orgullo ciego ante la Verdad que lo conforma
desmerece la caricia del Padre, esperando que olvide
su impronta en el alma que, sazonada de esperanza,
ansía ser benigna causa donde pose su mano el Bien,
donde, tras dar forma a los surcos, el reto de Dios haya vencido.

Como templo donde habitar

Dulcemente dejado por la mano de Dios, regalo impagable
con las obras del hombre, conductor incansable de la conducta,
abrevadero donde el alma sacia su sed de paternidad divina,
luz que clarifica el fin que, denodadamente, se busca.

Como alba el Espíritu es, Santo patrón que domeña la ira,
que pacifica el corazón entristecido por la desazón del mundo,
que, sabiamente, radica donde la voluntad de su persona
entiende, donde nada es más esperado que su deleitoso devenir.

Encuentra cuidado y atento sentir, espera su aliento como el que vive,
augura la Palabra el mensaje que el hijo pronunció,
establece el dominio de la gracia donde posó la paloma su símbolo
y signo; donde trinó, de mil formas,
por lenguas extasiadas, la dulce melancolía del Padre.

Como estancia infinita que contuviese al Ser, como eco
que transmite la razón exacta y su formidable estar,
como bienamado habitáculo donde permanecer y brotar,
dando fruto de camino esperanzado y trocando, en bondad,
las acechanzas del perverso enemigo que acomete.

Es ternura al ser reflejo de quien envía su poso,
paso al ser destino hacia quien contiene su mano,
ejemplo al ser luz a la que dirigir la mirada;
espacio buscado para ponderar, con prontitud, la estancia
donde more la defensa, donde, con misericordia,
ha querido Dios implantar su designio,
donde, con afán, retomamos, tras la caída,
el estímulo que nos lleva hacia Él, el acomodo para nuestro yugo.

Para reencontrar su presencia

Porque es necesario conocer la causa del abismo
para evitar su rumbo,
para no caer en esa ruta que pierde la raíz que la conforma,
para no dejarse vencer por la rutina desesperanzada
del vacío.
Porque necesitamos la misteriosa energía que la Palabra contiene,
vernos en su sombra para, con eso, evadir la tiniebla,
vislumbrar, tan sólo, una brizna de su luz para resurgir.
Porque buscamos, anhelando su encuentro, la brisa que el salmo
procura, que en sus sílabas concede,
vivificando cada paso que damos con su aliento de siglos,
sumiendo en un dulce sueño nuestra esperanza durmiente.

Porque no dejamos de sentir, en el seno que Dios nos dejó,
el delicioso fluir de su savia, memoria de su paternidad,
fermento que conforma una voluntad de certeza
que no duda…
y, retomando su estela, vemos con alegría que no nos abandona,
que, en nuestro ser, su alma improntó su huella con la perennidad
de su anhelo, dando curso a cada porvenir
y destino para cada merecimiento.
Porque de vital importancia es no tener de la tibieza rémora,
no hacer causa de la ignominiosa realidad de lo propio,
no ser un sino sin fe, no sentir lejanía que amordace el afán,
reencontrando su presencia para vernos, así, confirmados en Él,
esclavos de nuestro amor que tanto desea.

Verdad que persevera

Deja el aliento de Dios, como exhortación de su sueño,
que repose en nuestro corazón la Verdad, como exhalación
que retoma el camino, como misterio en el que podemos fijar
la mirada,
viento que fructifica en una voluntad deseosa de arraigo del Padre,
que busca, por donde deja espacio la luz, una sola brizna de esperanza,
una sola y única huella mínima de su estancia en nuestra alma.

Y brilla, como atrayendo el pensamiento hacia ella,
y reconquista, ante el abismo, la certeza de una espera indómita,
no dominada, aún, por el desdén y el olvido que siembra el vacío;
no vencido, aún, por la total turbidez que ensombrece la existencia
de los hijos.

Y continúa, Verdad de incesante florecer, recordatorio de la Alianza,
versificando con dulzura la dura prosa del presente,
deshojando, con prontitud que anima, la ruta de nuestro calendario,
dejando caer, en un escondido rincón donde se pierde el hábito
de la memoria,
los pasos equivocados que damos, con temor, y que no sabemos olvidar.

Y encontramos, en ella, el alimento perfecto, el maná que no se agota,
el seguimiento que los ojos de Dios hacen de su semilla,
la prosecución del devenir de nuestro hacer en el destino que nos da.

Es así como conocemos, esclavos de un amor que se entrega,
que las puertas del Reino no se cierran ante la noche,
que el porvenir reservado en el Plan divino lo llevamos escrito
con sílabas de existencia, que somos augurio iluminado,
que la encomendación dada la inquirimos con ansia,
como esperando su voz.

Destello de la Verdad

Buscando.
A través de la persecución perenne de la causa que nos conformó,
haciendo residir nuestra voluntad en el seguimiento de su huella,
atisbando, con esfuerzo denodado, ante la opacidad de nuestro ego,
la brisa que, desde Dios, nos hizo filiales seguidores de su estela.

Vislumbrar.
Entre las tinieblas que nos tienden las ocasiones,
entre nuestro humano proceder, entre las sílabas escanciadas
en su recuerdo, percibir una señal que conforte la posible desesperanza,
que retome, con ahínco, la manifestación del Padre en nuestra alma.

Saber, y conocer,
tener por amar, crecer por encontrar,
manifestando, en nosotros, que el Bien ha sido acogido,
que la dicha que nos entregó la gracia no la dejamos atrás,
que no esperamos sino llegar hasta ella con la pureza hecha corazón,
dando la bienvenida a la luz, suavizando la turbidez de nuestro quehacer
con la claridad de su evocación.

Buscando.
Con la perplejidad de quien sabe el mensaje
pero no descifra, por sus caídas, el origen de su comienzo,
pero no alcanza a retener la percepción necesaria para la supervivencia
del espíritu.

Descubrir, por indicios, que Dios se ha adueñado de su obra,
que, sumergiéndonos en su plenitud, somos el alba que soñó,
que, rememorando su mensaje, somos principio porque fuimos su fin.

Eco de múltiple quietud

Si, aparejando deseo y voluntad y llevando al final del camino
la brisa del Espíritu,
dominando el ansia por lo terreno y viviendo la totalidad entregada,
renunciando a la paz que la mundanidad ofrece
por ser calma asentada sobre barro de miseria, ofensa a Dios…
si, poniendo a la escucha el sentimiento que busca su origen,
la perpetuidad de lo que antecede a nuestra persona
por haber sido sembrada,
el instante preciso en que descubrimos que somos herencia
que el Hijo amó…
entonces repercute la huella, resuena en nuestro corazón
el aliento de paternidad divina,
y encontramos, en oposición a lo simple, el sosiego que vivifica,
de todas las universales maneras que tiene Dios de manifestar
su dicha,
llenos del reposo que, virtuosamente, obtenemos de su gracia,
y optamos, en ese paso de nuestra senda, por glorificar su ejemplo,
y somos, así, precisos mensajeros de su designio,
heraldos que anuncian, con la fe de quien estima lo recibido,
su eterno Bien.

Desde donde se conoce la Verdad

Cuando, hechos al pecado del que huimos, balbucientes y peregrinos
del perdón, persistentes en el reinicio del paso cuando sucumbimos
ante la inercia de nuestra humanidad,
buscadores de la dicha que Dios encierra en su Ser y que ansiamos…
tratamos de encender la pasión de un misterio o, sílaba a sílaba,
queremos comprender el sentido multívoco de un salmo.

Cuando advertimos que, con el esfuerzo que el conocimiento exige,
y la redención que podemos encontrar en la Palabra, sin ausentarnos
del mundo,
estamos legitimados para acudir al espacio que la santidad nos entrega,
e imploramos una sola brizna, minúscula siquiera, de la luz que convoca,
percibimos la natural dedicación del alma, fruto de nuestro vadear al mal,
y liberamos, para bien perfecto de nuestro fin, un acariciador
agradecimiento al poso que, con su sola voluntad y aliento, dejó Dios
en nuestro corazón.
Es aquí desde donde, aferrados a una necesidad que nos une,
visitados por la iluminación que incendia el verso,
descubriendo la Verdad que, ante la entrega, se hace alimento del vivir,
podemos trazar, aunque sea torcidamente, aunque con imperfecto paso,
la suave ascensión que nos lleve al Reino eterno prometido.

Cuando, versículo a versículo, saciamos de fe nuestro hacer
y hacemos de la Escritura abrevadero,
amniótico maná donde nos formamos como hijos,
siempre descubrimos un motivo para postrarse ante ella
como si fuésemos parte de su historia, contempladores que aman,
y sabemos, con seguridad probada por siglos de ejemplo,
que lo que dice y lo que sentimos es la misma y exacta Verdad.

Residencia y surgimiento de la Palabra

Mora la quietud y satisface la esperanza su sino,
se sustenta con aliento divino la permanente voluntad de ser,
radica, como paso desde donde partir y encontrar el camino,
la exacta semejanza de Dios.

Porque habita, para fortalecer el esfuerzo de encontrarlo,
mientras sucumbimos a la atracción de nuestra humanidad
y no dejamos trascender al Bien.

Vive, porque vivir es ofrecer el ansia a quien reclama su luz,
porque vivir es acompañar, sin demora, la contradictoria senda
del quehacer,
porque vivir es discernir, entre la bruma espesa que nos limita,
el recto destino que nos depara nuestra fraternidad.
Brota, como iluminación que muestra, como mano a la que asirse,
alzándose, liberadora, entre las voluntades que oscurecen el alma,
como muestra de la secular entrega del Padre Eterno;
se manifiesta, como fuerza ilimitada, escondiendo a los hijos,
el mensaje que tritura, con fijación opaquizante,
lo que de divino tenemos,
que trata de esconder el maravilloso hilo que nos une a Dios,
y nos lleva, si no lo impedimos, al goce perpetuo de su gracia.

Mana, la Palabra, como incesante bienaventuranza,
como presentación que ofrece un fin amado al que dirigirse,
como si nos diera a conocer el porvenir de una meta,
como si nos sugiriera que, el que busca, siempre encuentra,
que quien obtiene un pequeño brote, siquiera minúsculo, de esa
herramienta que somos,
sigue el camino de la redención que surca su corazón.

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5 comentarios

  
Luis Fernando
Gracias por compartirlo, Eleuterio. Lo iré leyendo poco a poco.


---
EFG


Sí, ciertamente, es algo extenso.
22/03/10 5:59 PM
  
Eduardo Jariod
Magnífico, Eleuterio. Es precioso el título que has elegido a tu poemario, tan bello y tan lleno de verdad. Si existe algún sentido en esta vida, es descubrir el secreto designio con el que Dios nos ha marcado a todos y a cada uno. Y sólo se le descubre amando, como en tus poemas.

A ti te dedico, Eleuterio, este poema escrito por mí hace muchos años (ya demasiados, me temo). Trata del mismo amor y de la misma búsqueda:


PEREGRINAJE

Hallar la voz escondida, una palabra
callada que nombre este silencio,
esta nube que enturbia y hace
de la luz dolor y del deseo una
quietud de cementerio, pujando
por una vida, esta vida, mi vida.

Y mientras, este vacío pletórico
de existencias no dichas, sospechadas, sabidas,
necesidades amargas inconmovibles
de toda la insatisfacción de un hijo huérfano.

¿Dónde reposar en la confianza?
¿Dónde respirar sin acecho de consuelos
equívocos, vejantes, miserables?
¿Dónde encontrar el pulso
de una sonrisa, de una mirada, de una
comprensión plena, fiel, asegurante?
¿Dónde la verdad para hallar mi verdad?

Señor, descúbreme mi rostro,
y purifica la herida.



Muchas gracias, Eleuterio.




---
EFG


Muchas gracias por tu poema, Eduardo.

La verdad es que responder a las preguntas que haces en el poema es esencial para toda persona que se sepa hijo de Dios. !Qué equívoco puede ser, muchas veces, el consuelo del mundo y su mundanidad!

Ya me parece suficientemente fructífero el resultado de este poemario mío con tu aportación. Ha sido una semilla que ha fructificado muy pronto.

Gracias, de nuevo.
22/03/10 7:49 PM
  
Eduardo Jariod
Gracias a ti, Eleuterio.

Para mí ha sido una maravillosa sorpresa conocer esta vocación tuya, y la expresión de la belleza de Dios en ti a través de tus poemas.

Quiero releerlos con el sosiego que merecen.


---
EFG



Pues muchas gracias. No todo va a ser crítica. También se defiende la fe, creo yo, escribiendo poesía.
22/03/10 9:34 PM
  
María
Muy bonito y muy profundo su sentimiento

"Quiso DIOS que esa intima residencia de su gloria, tuviese exacto nido en nuestra Alma"
"Quiso DIOS,que moverse fuera para encontrarlo, que exisistir fuera para conocer y comprender su SER......

Verdaderamente precioso

gracias por recitarnoslo
22/03/10 9:56 PM
  
César Fuentes
Dos buenos poetas;mi admiración por los versos de Eduardo aumentan cada día. Es agradable conocer esa faceta suya, Eleuterio. Dios les guarde.
23/03/10 12:52 AM

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