Secreto Designio

Del corazón salen las obras

Cabe retornar hacia dentro para conocer la causa y origen
del proceder; retornar, con ansia, a la estancia donde permanece
la luz sembrada por la voluntad de Dios; recordar, por eso,
el camino y su cauce, el porvenir de cada surco que forjamos,
el fin que tanto buscamos.

Cabe vislumbrar, si atención ponemos en ello,
si no queremos tergiversar el fin que nos fue trazado,
si somos fieles a la esperanza que con su misericordia fijó,
el horizonte amplio que su comprensión ofrece,
el vendaval de sensaciones francas que son alimento para cada día.

Cabe encontrar, para saber dar el paso necesario,
en el misterioso mensaje que el corazón convoca y forma,
lo que es demandado, la obra que nos construye como personas,
que es de lo porvenir lectura clarificadora de nuestro ser,
descifrado bien que nos une al Padre.

Cabe estructurar, definidores de un hacer que nos dignifica,
la bienaventuranza que podamos cumplir, libres para escoger,
el directorio de una vida que acoge la raíz que soporta
la inclemencia de la incomprensión, mejilla mostrada,
el lugar donde, con esfuerzo que restaura, el cielo tiene
un Reino por destino, y cada paso es un surgir.

Interna exhortación

Como reclamando respuesta ante la inquisición del mundo,
ajetreado quehacer, viento que nos trae luz desde lo oculto;
como río que demanda su cauce para discurrir hacia el fin deseado,
muestra de afán y de intento, vértigo de la razón iluminada;
como rastro que se busca para seguir incólumes ante el embate,
lucha por recurrir al que salva, reposo reclamado por el alma;
como refugio donde descanse la mano que siembra sílabas,
imperecedera causa de enjoyado corazón, alba sin fin;
como alimento que, cada día, fragüe el camino a seguir,
reflejo caudaloso del amor de Dios, estación para permanecer;
como apoyo ante el entusiasmo perdido u olvidado,
barro que vuelva a formar, con insistencia, el horizonte que acerca;
como círculo que nos retorna al comienzo de un paso verdadero,
memoria que borre el desprecio de la Palabra;
como nota de cántico que eleva al universo un ruego,
escala de sueños que tienen, en la eternidad, una razón de ser;
como lamento que exigiera habitáculo donde alumbrar el perdón,
reminiscencia clave de la savia que lo conforma;
como la muestra, es, exacta de la benignidad del Padre,
como invitación, es, a la mesura en la quietud de la voluntad,
como expresión, es, de una libertad que gratifica al hombre,
como esperar, siempre, de ella, el fraterno abrazo del que crea.

Oculta fuente

Fluye, como accesible encuentro, destino que abarca nuestra vida,
como elemento que conforma la dicha de sentir su alba,
primicia de la Verdad que infunde Dios en nuestro ser.

Permanece, como agua que, remansada, espera el aliento del sol
para elevarse a la nube, estancia donde el bienestar del alma
es su misma esencia, claro menester de la vivencia.

Como maná soñado, sabiduría divina donada, renace perenne
cuando se demanda que la austeridad de su rumbo rescate
una Parábola, luz divina que llene de sustancia el dificultoso caminar.

Espera, dentro del nido que acuna su canto, corazón pleno,
que se sugiera un encuentro, que no se menoscabe su presencia,
que sea adorada la doctrina del Padre con entusiasmado paladar.

Resuena, como eco que rompe las ataduras del mundo,
como brazo que apoya el esfuerzo de la lucha interna,
ante el abismo sin nombre del olvido, ante el fin de la memoria.

Vertebra, con la insistencia de la necesidad y de la constancia,
el substrato objetivo de donde partimos cada día,
el rito sin parangón de someterse a la Palabra.

Rescata, como el alborear de la mañana a lo oscuro,
con la cotidianidad diáfana del amor que, con vigor, buscamos,
para que acudamos, prestos, al arrullo delicioso de su don.

Cumbres del corazón

Apoyados sobre fiel roca, formas que sustentan el fondo,
recostada nuestra memoria sobre recuerdos de doctrina
y hábitos que conducen a Dios, habitados de paternidad.

Sujetos, con ansia, al aroma de eternidad que trasciende de su verbo;
vistos, a ambos lados de nuestra existencia, los caminos
que el bien y el mal ofrecen, vertidos hacia fuera los sonidos
de un salmódico canto.

Encontremos, en el depósito único que nos conforma,
el espíritu salvífico que conduzca nuestro paso, que restañe
los olvidos, que simule, al menos, que no somos pecadores,
descubridores, así, del bien que alimenta nuestra devoción.

Sepamos converger con la sabia naturaleza divina, mediando el Ser;
recubramos de bienestar sobrenatural nuestra alma
que busca, que espera, absorta ante la inmensidad del destino,
la más alta esencia que la Verdad le entrega.

Habiendo surgido de entre el abismo para espanto del maligno,
preparado el hábito que luzca ante el mundo para vencerlo,
desde esa alta cima desde donde se vislumbra el quehacer,
gustando el saber que el manjar de Dios nos dejó impreso,
desde ese medio amado que es cada sílaba que dejó dicha,
como alumbradora claridad que conduce,
podemos dar a cada instante la medida tierna de su amor,
a cada día el amparo necesario para cada desazón,
a cada mañana la causa de esa gran distancia que nos separa,
a cada manantial de fe que queremos un origen cierto,
un emerger del seno sentido y querido, un gracias por tanto don.

Tinieblas del alma

Es como cuando, cegados por una causa oscura, no mencionamos
la prudencia, ni sabemos caminar por otro rumbo que no sea
el deseado, esclavos del acierto que pensamos, absorbidos
por ese plan.

Es como si una luz cegara la vista; como si, llevados por ella,
no fuésemos dueños de nuestras manos,
ni nuestro corazón emergiese del fango, ni nuestro ser respondiera,
podrida la voluntad, encorsetado el quehacer en ese último sentido.

Es como sostener una idea que nos vaga por la razón
como atribuida al mundo, como evadirse para no mirar sobre nuestros
pasos porque dejan una huella de perenne viscosidad.

Es como pretender que las nubes que emponzoñan nuestro dificultoso mirar
no se dispersen y siempre enturbien la cerrazón del vivir,
mísera rutina que no nos aporta más que disipación y cobardía.

Es como sorber, con delectación, de la fuente amarga de la noche,
esperando que nos llegue una iluminación propia o robada, acechada,
a lo limpio, al paradigma del bienestar dulce del amor.

Es como no conocer la turbidez del pensamiento, ausente del individuo
mismo, como socavar las bases arraigadas de un mensaje entendido
y olvidado, como bendecir, con equivocada humanidad, con desacierto básico,
lo que vagamente se comprende; lo que, con certeza, yerra
el misterio; lo que espacia, en ilusorias imágenes, las impresiones
de la Palabra en nuestro corazón, como intentando, vano afán,
hacer errante al alma,
recriminar, con el viento a favor de la mundanidad que mancha el paso,
el justo medio de gracia que Dios nos dio,
y hacer, de la tiniebla opaca, un negador destino.

Interno desierto

Espacio donde no cabe fruto
porque no es fértil el sembrado;
lugar donde el camino se pierde
porque tus pasos dejan huella que el huir borra;
cauce donde no hay fluir
porque no irriga la Palabra su seno.

Como retomado afán de intento, mirada que sólo tiene ante si
el vacío, fantasía que causa el astro que ilumina tu mente,
espejismo de poder que de tu mundanidad surge;
pasto que las llamas de tu voluntad consumen;
árido estar que hace ser la nada para comprimir, en tus manos,
el oscuro mensaje que tanto anhela tu sueño errante.

Páramo donde tus pasiones pierden su estela,
donde la esperanza no tiene cobijo porque el ansia de tu fe
murió al ser concebida.
Espejo desde donde imaginas la bondad, y la bondad se pierde
porque tu corazón se contrae ante el miedo al hermano,
porque la causa de tu hacer no tiene semilla dentro.

Canto que no surge de tu boca para enaltecer al Padre
porque esas sílabas y sonidos no pueden nacer del vacío,
no emanan del nido que arraiga en la oscuridad del alma.

Basta para definir ese estado de postración que dicta tu rumbo
ese interno desierto, esa fijación del no ser,
esa ventaja que has dado, con tu paso, a tu más indigno enemigo.

Luz que lucha

Surgida de cada rincón donde esconde el alma el sueño,
atravesada por el rayo divino de la voluntad de Dios,
vertida en el corazón por un acto de misericordia y dicha,
gracia derramada por los ojos del Padre, virtud que acompaña
la mejor de las mañanas, alba que augura el perdón.

Soneto que, con perfección métrica, define la honda plasmación
de su infinitud;
que, con razonado ser, da a cada gesto la exacta medida que busca
quien siente la necesidad del conocimiento verdadero,
quien ha menester del alimento limpio de su aura.

Sometida por los embates del mundo causante del desdén,
atrapada en la trampa multiforme de las pasiones que ha de vencer,
rehén de quien ignora la pulcritud de su esencia.

De entre las notas de un sonido falso puede entreverse su nido,
a la decadente miseria de un camino equivocado puede oponerse
su ánimo,
del seno oculto del corazón puede extraerse su aliento,
donde permanece agazapada hasta que se reconozca su ser,
hasta que se aprecie la certeza de su sabiduría,
hasta que no se olvida que es el mensaje dejado
para aprovechamiento del hombre.

Luz que lucha por sobrevivir a la espera,
nunca quimera ni ilusión tampoco, inmejorable origen del bien,
sacudida de la esperanza a la mano que, trémula, duda su fin.

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5 comentarios

  
Luis Fernando
Gracias por compartirlo, Eleuterio. Lo iré leyendo poco a poco.


---
EFG


Sí, ciertamente, es algo extenso.
22/03/10 5:59 PM
  
Eduardo Jariod
Magnífico, Eleuterio. Es precioso el título que has elegido a tu poemario, tan bello y tan lleno de verdad. Si existe algún sentido en esta vida, es descubrir el secreto designio con el que Dios nos ha marcado a todos y a cada uno. Y sólo se le descubre amando, como en tus poemas.

A ti te dedico, Eleuterio, este poema escrito por mí hace muchos años (ya demasiados, me temo). Trata del mismo amor y de la misma búsqueda:


PEREGRINAJE

Hallar la voz escondida, una palabra
callada que nombre este silencio,
esta nube que enturbia y hace
de la luz dolor y del deseo una
quietud de cementerio, pujando
por una vida, esta vida, mi vida.

Y mientras, este vacío pletórico
de existencias no dichas, sospechadas, sabidas,
necesidades amargas inconmovibles
de toda la insatisfacción de un hijo huérfano.

¿Dónde reposar en la confianza?
¿Dónde respirar sin acecho de consuelos
equívocos, vejantes, miserables?
¿Dónde encontrar el pulso
de una sonrisa, de una mirada, de una
comprensión plena, fiel, asegurante?
¿Dónde la verdad para hallar mi verdad?

Señor, descúbreme mi rostro,
y purifica la herida.



Muchas gracias, Eleuterio.




---
EFG


Muchas gracias por tu poema, Eduardo.

La verdad es que responder a las preguntas que haces en el poema es esencial para toda persona que se sepa hijo de Dios. !Qué equívoco puede ser, muchas veces, el consuelo del mundo y su mundanidad!

Ya me parece suficientemente fructífero el resultado de este poemario mío con tu aportación. Ha sido una semilla que ha fructificado muy pronto.

Gracias, de nuevo.
22/03/10 7:49 PM
  
Eduardo Jariod
Gracias a ti, Eleuterio.

Para mí ha sido una maravillosa sorpresa conocer esta vocación tuya, y la expresión de la belleza de Dios en ti a través de tus poemas.

Quiero releerlos con el sosiego que merecen.


---
EFG



Pues muchas gracias. No todo va a ser crítica. También se defiende la fe, creo yo, escribiendo poesía.
22/03/10 9:34 PM
  
María
Muy bonito y muy profundo su sentimiento

"Quiso DIOS que esa intima residencia de su gloria, tuviese exacto nido en nuestra Alma"
"Quiso DIOS,que moverse fuera para encontrarlo, que exisistir fuera para conocer y comprender su SER......

Verdaderamente precioso

gracias por recitarnoslo
22/03/10 9:56 PM
  
César Fuentes
Dos buenos poetas;mi admiración por los versos de Eduardo aumentan cada día. Es agradable conocer esa faceta suya, Eleuterio. Dios les guarde.
23/03/10 12:52 AM

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