Secreto Designio

Para el vivir dejado

Poso para que fructifique en obra santa llevada por la mano de Dios,
fermento que ha de hacer nacer
una imagen certera de su huella en el alma,
verso que se alimente de dejar, en nosotros, su Ser.

Viento que emana para llegar, con el tiempo que deja su estrato,
hasta donde el espacio no tenga lugar vacío,
el tejer el paso sea mediador del corazón ante la luz,
la estancia en lo profundo busque su renacer y su sufrir.

Orden que no condicione la consecuencia de su raíz,
libertad atribulada ante la elección que modifique el anhelo del Padre,
resurgir del Caín que llevamos como ego sumo, luz que dirija
hacia Él la promesa de Reino desde antes de lo concebido.

Caldo de cultivo de lo fraterno, misericordia en ciernes que perdone
el afán desmedido de desdén, angustia que reconstruya la noche
que tan oscura puede llegar a ser, rendición no permitida
ante el embate del maligno que nuestro pertenecer explora.

Íntimamente nuestra, opacidad que no permite ruido
ni llamarada de pasión falsa,
relación que, desde nosotros mismos, establecemos con quien quiso dejar
ese poso, ese viento, ese orden, ese caldo para que, con su observancia,
podamos traspasar el esforzado conocimiento de la Revelación.

Deseo y Don

Para la conservación del alma, como inagotable estallido
de luz,
para que el quehacer de obra no simule potencia sino sea acto,
quedó fijado, con vocación de perennidad,
el deseo y voluntad de Dios.

Para que su descendencia no huyera de la comunión debida,
y sereno fuera el peregrinar hacia el Creador, fruto que encierra
el alba,
quedó fijado, con virtud que domina el tiempo,
ese don de buscar, a tientas y en la lejanía,
la existencia en el origen, camino que curte
cada paso.

Somos, por eso, viento que recorre la faz de la tierra,
en cuanto, alborozados, conocemos que nos atrae hacia sí,
con aterciopelado esfuerzo, con acariciadora mano que sustenta
la doctrina,
cuando descubrimos que creer y existir son el mismo, y necesario,
aliento,
cuando sentimos nuestra pequeñez ante el formidable mensaje
que llevamos dentro,
descubridores del devenir que está escrito
en su voluntad.

Como una verdad, la Verdad, dejada, para siempre,
en nosotros. Como un deseo de alcanzar y un don
de gracia.

Para descubrir que estamos en Él porque somos de Él;
raíz que, desde sí misma, es sazonada por su eterna sabiduría,
buscada para conocernos; para saber, con certeza,
porqué somos la causa primera para Dios.

Divinos sabores

Resulta, de la mano donadora de vida de Dios,
de la voluntad que quiso formar el seno del ser,
el espíritu que funde, en nuestro corazón, la gracia y la dicha
del Padre.

Con el tesoro dejado, semilla que ha de hacer surgir el encuentro,
podemos vislumbrar la figura excelsa de quien crea,
rememorar, en momentos de desazón, el clarificador mensaje
entregado.

Así, y sin nombrar la inmensa posibilidad del fruto,
podemos sentir el gozo de prestar la mano a quien la necesita,
de ser apoyo, conciencia de yugo compartido, fraterno afán;
podemos sentir ese sabor a gloria que produce darse como florecilla
a sus pies,
gusto en el corazón a dulce ambrosía;
podemos palpar con los dedos del alma el sentir la cercanía
de Dios,
tocar con la palabra su dicha, escanciar sobre las sílabas
las que conforman su divina paternidad;
podemos gustar la bienhechora huella de su paso, estela profunda;
paladear, y no quedar nunca hartos, la felicidad de saberse
hijos suyos…hasta que los ojos estallen en lluvia
de agradecidas lágrimas;
podemos, mirando bien dentro, donde reside el origen
de nuestro fin,
ser austeros con nuestro obrar o agrandar su Reino
con nuestras manos.

Resulta, del augurio que Dios pone en nosotros,
un caudaloso surgir hacia el mundo, de nuestro ser, por hacer.

Dentro de mí suena tu palabra

En cuanto se difumina el arrebato de la voluntad
y la pasión por lo mundano, que agobia al alma,
deja paso al espíritu calmado de tu brisa…
dentro de mí suena tu palabra que cobija tu luz.

En cuanto la multitud de sentidos que las cosas tienen cesa
y la estancia ante el infranqueable muro de la incomprensión
libera la dejación de tu presencia…
dentro de mí suena tu palabra que tu recuerdo ampara.

En cuanto la escasez de entrega deja de ser espejo de conducta
y las manos de tu obra son reflejo de su ejemplo,
y la doctrina que se asienta en tu mensaje me abarca…
dentro de mí suena tu palabra que es seno que acoge.

En cuanto el espeso fondo en el que se habita al ignorarte
y en el que ubicamos nuestro ser para no ver la Verdad
se disipa como bruma de la mañana ante la caricia del Sol…
dentro de mí suena tu palabra que conforma un canto nuevo.

En cuanto la duda que asalta el pensamiento
deja de ser raíz sobre la que se construye el quehacer
y la fe campa sin medida por mi corazón,
dentro de mí suena tu palabra como estancia segura en Dios.

En cuanto vence tu nombre, vence al desdén,
en cuanto suena tu victoria, vences también.

Secreto depósito interior

Se nutre, el pensamiento, del aliento primero que sin conocer
tenemos; que, sin saber, ignorando su existencia,
llevamos dentro.

Se alimenta, la razón, de la raíz que sostiene el ser,
de la savia que circula, rebosante de vida, desde el fondo
y hacia todas las metas de nuestro camino,
fin de un porvenir.

Se esfuerza por dar, entregada lucha que se aferra a la costumbre,
el mensaje que, imperecedero, para ser extraído,
como a la espera de un fin bueno porque es bueno su afán,
busca la mano que lo cumpla.

Se diversifica en espacios de añoranza, en estratos de hacer,
en obras que, a veces, no llegan a tomar su rumbo,
el sentimiento que opera apoyándose en lo dejado,
en ese músculo rítmico, en ese latir que nos lleva.

Y es desde donde, con mayor o menor dedicación,
llevados del Espíritu, obtenemos las claves del comportar,
el fluir hacia el mundo de un amor que damos,
el bienestar del alma que surge y se difunde como una brisa,
la pervivencia del salmista que demanda, con entregada confianza,
la intervención benigna del Padre.

Es de ahí desde donde, dulcemente o con amargura,
como un depósito dejado por Dios, fe a retornar al hermano
o al gentil,
somos el reflejo de la doctrina franca, el viento que lleva al orbe
el feliz encuentro con el cumplimiento de lo dicho,
de poder obtener, de ese interno don, respuesta a la Verdad
que nos conformó, objeto siempre de nuestra inquisición al alma.

Santa delicia es evocarte

Extraigo, si miro en el corazón donde imprimiste
el bien,
un alba que pone límite a la noche
del alma,
un mensaje que forma el prólogo
de un nuevo día
y que se asienta sobre la palabra a la que infundes
el feliz dogma de tu amor.

Retengo, si evoco para mi deleite, en un suave estar,
la estancia que, con aromas dulcificantes sobre los que se asienta
el posible hacer, es herramienta para ser mano
de Dios.

Vuelco, sobre la mano que sostiene el azar,
el verso que detenta la búsqueda de tu huella
y el ritmo que modere el ánimo del que encuentra
su destino dentro de la intimidad de su ser.

Recobro, con moderación que limita el ansia,
la serenidad atacada por el huracanado paso de tu silencio
en mi vivir, como esperando, paciente, el retorno
de un recuerdo que siembre el más añorado sentir divino,
amaneciendo a una luz que emana de mi propio torrente
de sensaciones… para brillar, vencido el desaliento,
alumbrado por el beneplácito de tu Palabra dicha,
reconociendo, como apoyo sabio, que dentro de mí
habita la esencia precisa de tu espíritu,
como canto venidero de salvación, como causa santa.

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5 comentarios

  
Luis Fernando
Gracias por compartirlo, Eleuterio. Lo iré leyendo poco a poco.


---
EFG


Sí, ciertamente, es algo extenso.
22/03/10 5:59 PM
  
Eduardo Jariod
Magnífico, Eleuterio. Es precioso el título que has elegido a tu poemario, tan bello y tan lleno de verdad. Si existe algún sentido en esta vida, es descubrir el secreto designio con el que Dios nos ha marcado a todos y a cada uno. Y sólo se le descubre amando, como en tus poemas.

A ti te dedico, Eleuterio, este poema escrito por mí hace muchos años (ya demasiados, me temo). Trata del mismo amor y de la misma búsqueda:


PEREGRINAJE

Hallar la voz escondida, una palabra
callada que nombre este silencio,
esta nube que enturbia y hace
de la luz dolor y del deseo una
quietud de cementerio, pujando
por una vida, esta vida, mi vida.

Y mientras, este vacío pletórico
de existencias no dichas, sospechadas, sabidas,
necesidades amargas inconmovibles
de toda la insatisfacción de un hijo huérfano.

¿Dónde reposar en la confianza?
¿Dónde respirar sin acecho de consuelos
equívocos, vejantes, miserables?
¿Dónde encontrar el pulso
de una sonrisa, de una mirada, de una
comprensión plena, fiel, asegurante?
¿Dónde la verdad para hallar mi verdad?

Señor, descúbreme mi rostro,
y purifica la herida.



Muchas gracias, Eleuterio.




---
EFG


Muchas gracias por tu poema, Eduardo.

La verdad es que responder a las preguntas que haces en el poema es esencial para toda persona que se sepa hijo de Dios. !Qué equívoco puede ser, muchas veces, el consuelo del mundo y su mundanidad!

Ya me parece suficientemente fructífero el resultado de este poemario mío con tu aportación. Ha sido una semilla que ha fructificado muy pronto.

Gracias, de nuevo.
22/03/10 7:49 PM
  
Eduardo Jariod
Gracias a ti, Eleuterio.

Para mí ha sido una maravillosa sorpresa conocer esta vocación tuya, y la expresión de la belleza de Dios en ti a través de tus poemas.

Quiero releerlos con el sosiego que merecen.


---
EFG



Pues muchas gracias. No todo va a ser crítica. También se defiende la fe, creo yo, escribiendo poesía.
22/03/10 9:34 PM
  
María
Muy bonito y muy profundo su sentimiento

"Quiso DIOS que esa intima residencia de su gloria, tuviese exacto nido en nuestra Alma"
"Quiso DIOS,que moverse fuera para encontrarlo, que exisistir fuera para conocer y comprender su SER......

Verdaderamente precioso

gracias por recitarnoslo
22/03/10 9:56 PM
  
César Fuentes
Dos buenos poetas;mi admiración por los versos de Eduardo aumentan cada día. Es agradable conocer esa faceta suya, Eleuterio. Dios les guarde.
23/03/10 12:52 AM

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