Y cuando desperté, Aído aún estaba allí

Augusto Monterroso, escritor guatemalteco, escribió un cuento corto, muy corto, diminuto. Decía lo siguiente:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí

Si se refería, o así me lo parece a mí, a algún dictador americano o a alguien por estilo no importa demasiado. Lo que, con tal expresión, quería dar a entender, es que, a pesar de haber pasado un tiempo (de sueño quizá soñador y no sólo reparador) lo malo aún permanecía donde había estado. Nada había cambiado.

En el tema del aborto venimos soportando, las personas que creemos que la vida humana, independientemente del estado de desarrollo en el que se encuentre, es importante, una campaña excesivamente agresiva por parte del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero.

Para justificar el asesinato de una persona no nacida, se pueden llegar a, por ejemplo, elaborar leyes que atribuyan tal derecho a la mujer o, también, a decir auténticas sandeces muy propias de alguien desnortado o, simplemente, borracho de poder que cree posible decir cualquier simpleza sin que eso tenga más repercusión que lo que tarde en olvidarse la idiotez dicha.

El caso de hoy, más que comentado a día de la fecha, corresponde a la segunda de las posibilidades apuntadas.

La ministra de igualdad (¿?) debe sentirse en el mejor de los mundos: aupada a un cargo público para el que, seguro, está preparada (para hacer barrabasadas hay que estar preparado) sabe, a ciencia cierta, que cuenta con el apoyo de su jefe de filas, el Presidente por accidente Rodríguez Zapatero.

Además, le han concedido el extraño papel, en la nueva ley del aborto, de aparecer como una de las personas que más la apoya y, siendo la acompañante de la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, dárselas de parte decisiva.

¡Nunca ella pudo llegar más alto ni el Gobierno más bajo!

Y, claro, cuando en una persona confluyen tales circunstancias… tarde o temprano acaba metiendo, bien, la pata.

La pregunta era bastante sencilla: ¿Es un ser vivo un feto humano de 13 semanas?

La respuesta, algo de esperar: “Un ser vivo, claro, lo que no podemos hablar es de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica“.

Por su parte, el presidente de de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC), Josep Maria Simó, que creo tiene más competencia para defender lo que cree científicamente probado que la ministra Aído, ha dicho que “un feto de 13 semanas tiene cabeza, corazón y se mueve

Tiene cabeza… humana
Tiene corazón… humano
Se mueve…

Parece algo extraño que se pueda decir, entonces, que no se trata de un ser humano.

Pero es que, además, en su gran incompetencia, ha querido corregir lo dicho haciendo referencia a un documento firmado por científicos en el que dicen algo parecido a lo que ella afirmó.

Se dice ahí que “El conocimiento científico puede clarificar características funcionales determinadas, pero no puede afirmar o negar si esas características confieren al embrión la condición de ser humano

Y, sin embargo, resulta bastante fácil ver y entender que cuando un “ser” tiene cabeza, corazón y, además, mueve las extremidades que tiene, y que tal ser ha sido engendrado por seres humanos y crece en el seno de una mujer perteneciente a la especie humana, no otra cosa que un ser humano puede ser. No otra cosa.

Pero, cuando la ciencia se alinea con posturas políticas determinadas y sirve de coartada para que personas tan impresentables como Bibiana Aído digan lo que dicen, bien deberían pensar las cosas que escriben antes de escribirlas porque, de otra forma, siempre habrá desaprensivos/vas que, como es el caso, utilicen determinados comunicados como el bálsamo de Fierabrás de sus cuitas.

Pero, sin embargo, aún hay algo peor.

Como diría Cicerón (pero adaptado al hoy): ¿Hasta cuando tendremos que soportar a una persona como Bibiana Aído?

Eso, a decir verdad, sólo lo sabe el oráculo monclovita, sección de cuota.

Seguro que mañana, cuando despertemos de esta pesadilla bárbara, aún estará ahí Aído. Sin haberse ido.

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