Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe"

Serie “El Camino de la Fe”

San Josemaría

El Camino de la Fe - 3
Una verdadera plegaria de amor

Aunque pueda parecer, esto, algo extraño al mismo concepto de oración, esto mismo, el orar, es un gran negocio. Por lo tanto, el ser un neg-ocio, lo hace contrario a la diversión, es decir, al ocio, a lo que es, exclusivamente, divertido y supone, por tanto, un trabajo, un esfuerzo, algo sobre lo que hay que perseverar. Bien podemos decir que orar no es fácil pero el fruto de la oración es dulce.

Por eso dice San Josemaría, preguntándose, “¿Con qué negocio humano te pueden dar más seguridad de éxito?” (1). Y es la oración, ese hilo tan particular que nos une con Dios, el que no deja de ser, por eso mismo, un instrumento espiritual que el Padre deja en nuestras manos, al alcance de la libertad que nos da.

En el orden de las realidades espirituales hay que conocer qué es lo más importante y qué es lo que, no por serlo mucho menos, se ha de dejar para un momento, digamos, posterior. San Josemaría, reconociendo la relación que el orar nos proporciona con Dios, cree que, además de que “la oración es el cimiento del edificio espiritual” (2) es lo que hay que llevar a cabo, en cuanto creyentes, en primer lugar: “Primero oración; después expiación; en tercer lugar, muy en ‘tercer lugar’, acción” (3).

Por lo tanto, el punto de partida es bastante claro: orar es fundamental; cómo hacerlo tiene, también, explicación aquí.

Sabemos que orar, por decirlo así, podemos hacerlo de diversas formas o, lo que es lo mismo, que existen más de una posibilidad de dirigirnos a Dios. Dice San Josemaría (4) que “El sendero que conduce a la oración debe prender poco a poco en el alma, como la pequeña semilla que se convertirá más tarde en árbol frondoso”. Por eso ese prender cabe hacerlo, incluso, si entendemos que no somos capaces o no sabemos. “Ponte en la presencia de Dios” (5) nos dice el Fundador del Opus Dei (cuando entendamos aquello de la falta de capacidad para orar) “y en cuanto comiences a decir; ‘Señor, ¡que no sé hacer oración!’…, está seguro de que has empezado a hacerla”. Con esto se posibilita, en mucho, esa acción fundamental para el cristiano pues no es entendible una vida espiritual digna de llamarse así si, en ella, no hay ese hablar tan particular con Dios.

Ese relacionarse directamente con el Creador no es algo ilusorio sino, al contrario, algo a lo que debemos aspirar practicando el orar ya que, como muy bien dice el santo de lo ordinario, “la oración del cristiano nunca es monólogo” (6)

“Et in mediatione mea exardescit ignis- Y, en mi meditación, se enciente el fuego”

Con esta expresión, recogida en el punto 92 de Camino, San Josemaría nos plantea lo que, en realidad, tenemos que buscar, y encontrar, en la oración, en esa verdadera plegaria de amor. No es, como podría pensarse, algo material (por más que, a veces, se pidan cosas materiales y, también, bienes espirituales para otras personas) sino una realidad que va más allá: “hacerte una hoguera, lumbre viva, que dé calor y luz” (7). Ese calor que, se supone, vamos a buscar; esa luz, ha de ser como la luminaria de la que dice Jesús no debemos esconder bajo el celemín (Mt 5, 15) porque la hemos de poner al servicio de quien necesite ser iluminado.

Pero, en muchas ocasiones, podemos sentir que nuestra relación con Dios, nuestra hoguera particular, se apaga porque, por diversas razones, nos sentimos alejados del Padre. Para esto, también tiene solución el libro espiritual del que tratamos o, más bien, su autor.

Por nuestra misma forma de ser, por los avatares de nuestra vida ordinaria, es posible que abandonemos, quizá, la oración que, por lo común, veníamos haciendo. No debe, eso, preocuparnos en exceso ni llevarnos al abandono total de la misma, ya que podemos echar las ramas y la hojarasca de pequeñas oraciones vocales, de jaculatorias” (8) que nos permitan mantener ese mínimo de nuestra vocación de estar con Dios, al menos, con ese pensamiento y el corazón que vuelan a su encuentro en cuanto atravesamos el umbral de la oración y penetramos, a fondo, en los límites de Aquel que nos creó.

Así, es bastante lógico que podamos preguntarnos, sobre todo si nuestra fe no está, digamos, consolidada en nuestro corazón e, incluso, estándolo, si es posible “hablar con Dios” y cuáles son los temas de nuestra conversación donde lo que importa no es, quizá, lo que digamos sino lo que nos diga Dios. Ante esto, San Josemaría entiende que se puede hacer aquello que nuestro corazón nos pida, sobre todo el hablar “de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias” (9). Pero no sólo de eso sino, más que nada, de lo que, en general, nos conviene como cristianos: “¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio” (10).

Vemos, por lo tanto, que toda nuestra naturaleza de fieles creyentes se encuentra entre las posibilidades de establecer esa relación con el Creador que la oración proporciona porque, al fin y al cabo, todo consiste en “conocerle y conocerte: ¡tratarse!” que es la expresión con la que finaliza el ya citado punto 91 y la clave de un entendimiento cabal de lo que es la oración.

Desde ese momento “los católicos, hijos de Dios, hablamos con el Padre nuestro que está en los cielos” (11) y, aunque no sepamos qué hacer si qué decir, no ha de causar eso desazón en nosotros porque ese instante es, precisamente, “la hora del corazón” (12) y, en todo caso, siempre podemos tomar “algunas notas durante el día de las cuestiones que” deseamos “considerar en la presencia de Dios” (13) para, luego, ir a hacer oración en la seguridad de ser escuchados.

Todo es, como podemos ver, más fácil de lo que, en principio, puede parecer el entablar una conversación con Dios. Sin embargo, para orar, para rezar (bien sabemos que no es lo mismo una cosa que otra) se necesita una virtud que, para San Josemaría, es muy importante: la perseverancia.

Perseverancia fecunda

Conocemos que perseverar es, dicho en sentido estricto, el “mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión” y que, más atinadamente, es la “constancia en la virtud y mantener la gracia hasta la muerte”.

Pues bien, en principio, para poder hacer, digamos, cumplidamente, uso de esa virtud, se hace necesario, en primer lugar, mantener un trato continuo con Cristo. Aquí, nos dice el Fundador del Opus Dei que “Si no tratas a Cristo en la oración y en el Pan, ¿cómo le vas a dar a conocer?”(14).

Tratar a Cristo ha de querer decir tenerlo como hermano, como amigo; ha de querer decir acercarse a él con la confianza de quienes creemos posible recostar, como hiciera Juan en la última cena, nuestra cabeza en su corazón para que descanse del devenir de nuestra vida. Y esto, hacerlo en la oración. No como de pasada, como si no entendiéramos que nos escucha sino sabiendo, a fe cierta, que está a nuestra disposición y que espera nuestra llamada porque tratar a Cristo es tratar a Dios hecho hombre, carne y semejanza suya.

Y tratar a Cristo en el Pan, en esa forma especial de transformar la especie en su cuerpo, ha de partir de nuestra voluntad, de esa libertad que Dios nos da para que hagamos buen uso de ella. Por eso, orar, hacer oración, en cuanto recibimos la sagrada forma no es una simple forma de pasar un instante sino, al contrario, la toma de conciencia de estar formando parte del Cuerpo de Cristo, liberados de la desazón de las piedras del camino en el que no siempre cae semilla y, a veces, cuando cae lo hace para morir por afanes equivocados.

Por lo tanto, bien podemos ver, aquí, el establecimiento, digamos, de una actitud perseverante básica, esencial ya que no basta con tratar a Cristo en la oración sino, también, en el Pan, siendo, ambos momentos el instante preciso de reconocer la evidencia de su fraternidad con nosotros.

Y es ahí, en la oración, cuando podemos manifestar ese querer nuestro de no abandonar, a las primeras de cambio de nuestro orar, lo que queremos llevar a cabo. “No digas a Jesús que quieres consuelo en la oración.- Si te lo da, agradéceselo.- Dile siempre que quieres perseverancia” (15). Tengamos en cuenta que lo que nos dice el santo aragonés es que lo importante no es pedir consuelo sino pedirlo con insistencia pues es con ese insistir con el que demostramos que, de verdad, queremos ser consolados y con el que, seguramente, vamos a ser consolados.

Por eso, bien podemos preguntarnos, ya que hablamos de perseverar, hasta cuándo hemos de tener tal actitud en la oración porque es muy humano poner límites a lo que hacemos. Sin embargo, si hablamos del Espíritu no cuenta, para nada, esa temporalidad que tanto perjudica a nuestra vida. “’Pernoctans in oratione Dei’- pasó la noche en oración.- Esto nos dice san Lucas, del Señor”. A esto, San Josemaría propone lo que es, seguramente, el escabel sobre el que debemos apoyarnos: “Tú, ¿cuántas veces has perseverado así?” (16).

De aquí que nuestra perseverancia tenga que ser, sobre todo, fecunda. De cara a los demás, ha de mostrar una forma de comportamiento que muestre eso que San Josemaría dice, también en Camino, “éste lee la vida de Jesucristo” (17); de cara a Dios ha de significar que la entrega a su Reino es total en nosotros, que no quedaremos deslumbrados por el mundo ni por su mundanidad, que seremos, al fin y al cabo eso somos, hijos de Dios conscientes de serlo.

Persevera en la oración.- Persevera, aunque tu labor parezca estéril.- La oración es siempre fecunda” nos dice San Josemaría en el punto 102 de Camino. Esa fecundidad ha de ser, precisamente, buscada, y buscada hasta encontrarla. Para eso la perseverancia no hay que desdeñarla porque sin ella nos quedaremos aislados de nuestro verdadero destino querido.

Instrumentos para la oración

Aunque es evidente que contamos con nuestras propias fuerzas espirituales para orar y para perseverar en la oración, no es menos cierto que si dispusiésemos de una, a modo, de ayuda, cumplir con ese gozoso deber de hablar con Dios todo sería, digamos, más fácil.

Y esto, como es obvio, ya existe.

San Josemaría, como conclusión de este capítulo 3 de Camino, nos tiende, por decirlo así, una mano bien grande.

No dejes tu lección espiritual.- La lectura ha hecho muchos santos” (18). Estas palabras, escritas para hacer posible el acercamiento sereno de nuestra alma a lo que otros cristianos han escrito sobre su relación con Dios, con Jesucristo o con la Virgen María y todo lo que eso supuso para sus vidas (fuente inmensa de riqueza para el espíritu) nos ha de ser muy útil. Esa utilidad lo es en el sentido preciso de darnos a entender los procesos mediante los cuales quienes han sentido, de forma especial, una cercanía a los límites del Reino de Dios o, de lleno, han entrado en ellos, han sabido reflejarlos de forma escrita.

Es evidente que en el propio San Josemaría tenemos un ejemplo bastante cercano como para entender, a la perfección, lo que quiso decir, en su día, cuando escribió este punto de Camino. Seguramente él no quería referirse a su persona pero, con el paso del tiempo, ha sido su Obra (la material y la espiritual) la que lo ha determinado como paradigma de lo que la lectura espiritual puede suponer para una persona: desde llegar a tener una mejor comprensión de la Fe hasta la pura conversión a la misma desde espacios humanos alejados, más o menos, de Dios.

Pero, también, se deja comunicar, en el último punto de este capítulo, por algún conocido lo que ha supuesto para esa persona la lectura espiritual.

En la lectura –me escribes- formo el depósito de combustible.- Parece un montón inerte, pero es de allí de donde muchas veces mi memoria saca espontáneamente material, que llena de vida mi oración y enciende mi hacimiento de gracias después de comulgar” (19)

Algo así es lo que tenemos que saber encontrar en el meterse dentro de lo que, para el espíritu, supone, hoy día, el amplio mundo de la lectura espiritual. Seguramente ya no puede limitarse al campo de los libros, de la literatura escrita en papel, pues existen, como sabemos, otros medios mediante los cuales nuestra formación espiritual puede llegar a buen puerto (internet, por ejemplo). Sin embargo, el sentido de lo dicho, y escrito, en ese punto (el 117) por San Josemaría, tiene un valor que no ha perdido, siquiera, un ápice desde que se escribió.

Al contrario, podríamos decir, y en aplicación del principio antrópico según el cual todo está ordenado para bien del hombre, como culmen de la creación de Dios, todos los avances que el ser humano ha sido capaz, y es, de alcanzar, colaboran a que, aunque la forma de acceder a lo espiritual pueda ser diversa, el fin buscado sea el mismo: orar, ayudarte a orar, también, así, resulta crucial para nosotros, los hijos de Dios. Y hacer de esa oración una plegaria de amor es, tan sólo, la respuesta que damos a esa filiación divina.

NOTAS

1 Punto 96.
2 Punto 83.
3 Punto 82.
4 En “Amigos de Dios”, 295.
5 Punto 90.
6 Punto 114.
7 Punto 92 citado.
8 Ídem anterior.
9 Punto 91.
10 Ídem anterior.
11 Punto 115.
12 Punto 102.
13 Por lo dos últimos entrecomillados, punto 97.
14 Punto 106.
15 Punto 100.
16 Por los dos últimos entrecomillados, punto 104.
17 Punto 2.
18 Punto 116.
19 Punto 117.

36 comentarios

  
luis
Empezamos mal, Eleuterio, el orar no es negocio, precisamente es ocio. Por favor, parece que RIALP editó "El ocio y la vida intelectual" de Pieper, en vano.

Lo del "negocio" de la salvación es un lamentable lugar común preconciliar. En el siglo XX, con la palabra ya inequívocamente definida en el sentido burgués, se prestó a una confusión desgraciada.

Que para peor, vinculado con la ética del trabajo burguesa y quasi calvinista del Opus y el culto del éxito, constituye una fuerte heteropraxis.

04/07/09 1:47 AM
  
Eleuterio
luis

Pues lamento haberlo entendido mal.

Cuando digo eso lo que quiero decir es que si el ocio es algo, digamos, aunque ligado a un interés (pues es algo propio de cada cual ocupar el tiempo en determinadas actividades) muy propio de ser abandonado en cualquier momento (por es ocio) la oración nos ayuda a conseguir, digamos, una relación con Dios a través de aquello que decimos.

Seguramente resulte difícil entender esto.

El negocio es la negación del ocio. Por lo tanto, es, digamos, lo contrario: si en el ocio buscamos algo pasajero (aunque nos ocupe mucho tiempo constituye una actividad de la que prescindimos) con el negocio lo que queremos encontrar es la satisfacción de lo hecho.

Así, utilizando las propias definiciones de las palabras "ocio" y "negocio" tenemos lo siguiente:

"Ocio" es lo siguiente:

ocio.

(Del lat. otĭum).
1. m. Cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad.
2. m. Tiempo libre de una persona.
3. m. Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras tareas.
4. m. pl. Obras de ingenio que alguien forma en los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones.

"Negocio", es, sin embargo
negocio.
(Del lat. negotĭum).
1. m. Ocupación, quehacer o trabajo.


Son, precisamente, lo contrario.

Por eso, el "negocio" de orar (aunque pueda parecer economicista el significado de la palabra no tiene que serlo forzosamente) es un ocuparse de Dios, es tener en tu quehacer a Dios es "trabajar" por Dios y así, por el hombre, hijo suyo y hermano nuestro.

Por eso digo que la oración es un gran negocio.

Otra cosa es lo que, a lo mejor, el sentido con el que lo escribió S. Josemaría, pueda no entenderse.

Yo creo, sin embargo, que no podemos confundir una cosa con la otra.






04/07/09 8:19 AM
  
ayante
Luis, eso de la concepción quasi calvinista del trabajo en el Opus Dei es una interpretación errónea, salvo que que se considere que la concepción católica del trabajo se corresponde con el modelo hidalgo un tanto holgazán. En ninguna parte de la espiritualidad de la Obra se dice que el éxito económico sea reflejo del favor de Dios ni nada parecido, sino que las personas que no han sido llamadas a un estado religioso (que son la mayoría de los cristianos) tienen que caminar hacia Dios a través de su propia vida tal y como es. Y dentro de ésta el trabajo tiene un lugar central aunque no exclusivo, como cualquiera observa con naturalidad en todas las personas.
04/07/09 8:54 AM
  
Dniepper
Eleuterio,

1) La clave de la necesidad vital de la oración la das al final de tu escrito: la filiación divina. El cristianismo no es más , ni menos, que un encuentro PERSONAL con Cristo, Dios y Hombre Verdadero, que además nos ama como hijos. Hay que ve el cristianismo como una moral, una sucesión de tradiciones, ect. ; éstos acaban convirtiendo la religión en una sucesión de absurdas discusiones sobre vanidades intelctuales varias. EL cristianismo es fundamentalmente una historia de Amor.

Como en toda historia de amor, tiene que haber trato para que vaya perfeccionándose/perseverando esa relación. La Oración (junto con los sacramentos) es ese trato.

De hecho la Oración como bien recordaba San Josemaría es el centro de la vida del cristiano. El motor que mueve todo. "..., oración, expiación, y en tercer, muy en tercer lugar acción" así es.

Benedicto XVI nos prevenía el otro día contra el activismo. La oración , junto a la dirección espirtual (de la que hablabamos en el otro post) nos ayudan a no caer en ese error tan habitual, de buscarnos a nosotros mismos en lugar de las cosas de Dios. El activista pretende cambiar el mundo para no tener que cambiarse a sí mismo, es como una huída de al ver las miserias de las propias alcantarillas.

El actuar después de llevar honradamente a la oración lo que vamos a hacer da tranquilidad de conciencia. El éxito o el fracaso de nuestras actividades no se mide, de este modo, en honores y reconocimientos humanos. Hay una frase del Santo de Barbastro que me gusta mucho: "las obras de Dios consisten en que tú haces lo que puedes y Dios hace el resto." Saberse en manos de Dios nos ayuda a no tener miedo al fracaso ni ha engreirnos por el éxito.

2) Me ha gustado mucho eso de identificar la Oración con un trabajo. Cuesta en sentido doble, vencer la pereza, y vencer el temor a "escuchar" cosas que no van bien y deberíamos cambiar.

Además como todo esfuerzo genera "músculo" y experiencia.

3) Hay una parte de la oración (o una clase) que creo que no has mencionado, la CONTEMPLACIÓN. No sé, es algo así como cuando tu mujer apoya su cabeza sobre tu brazo o tu hombro (o al revés). Es un momento mágico, de ternura infinita. No hacen falta palabras, pero todo se dice. Simplemente estamos bien.

Una de las cosas que he aprendido estos últimos años es ha valorar este tipo de oración. Gracias a Cañizares, en Toledo la adoración eucarística ha crecido muchísimo. en fin, que me voy de tema, perdón.

4) La oración como obligación. Hoy en día eso suena mal, pero debería insistirse más. Así como la iglesia OBLIGA a ir a la Iglesia los domingos, debería "obligar" a hacer oración de vez en cuando, incluso cuando se va a la iglesia...jejeje.

Fuera de bromas, sería importante que re-descubrieramos la necesidad y el chollo que es la Oración. Es un arma poderosa para cambiarnos a nosotros mismos y cambiar el mundo.

Lo malo de la oración es que funciona, y el que se arriesga a llevar una vida de oración puede verse en la tesitura del joven rico del evangelio (Mat. 19 16-22)
04/07/09 9:34 AM
  
Eleuterio
Dniepper

Veo que entiende lo que he querido decir. Mejor, que entiende lo que ha querido decir S. Josemaría en el capítulo dedicado a la oración.

Tan importante es la oración que, en verdad, ha de ser un gran trabajo, un esfuerzo que vence al mundo y a la mundanidad que tanto nos aleja de Dios.

Oración... obligación: debería ser, para un cristiano.
04/07/09 11:26 AM
  
rastri
Tanto la oración vista desde ese punto extremo que pueda producir, en el sujeto que ora, física levitación; Como la de aquel que en obligada situación pueda producir rutina, cansancio o dormición: Es un negocio para quien ora. Y no es negoció, ciertamente, para quien aborrece esta suerte de oficio o misión.

Ni qué decir tiene que el colmo, del éxtasis de la oración se presenta cuando el que orar, por su oración ligado a quien se ora -siempre arriba y superior- es de tal forma en espíritu atraído que éste puede arrastra el cuerpo físico y conseguir hacerlo levitar.


Que esto pueda contrastar con lo que se haya dicho o se cuente en ciertos casos que tipos endemoniados hayan conseguido en momentos críticos levitar. Esto no implica que la oración a Dios; por efecto de posesión de Dios el sujeto consiga levitar. Pues el Demonio, de forma inversa o por efecto "desposesión" puede hacer levitar al sujeto endemoniado.

Aquí estoy completamente de acuerdo con S. Josemaría, que quien a Dios ora, hace un buen negocio. Mejor para quien consigue levitación, pues, éste ve y comprende lo que otros no pueden ver ni comprender. Y bueno o menos malo para quie ore por rutina, cansancio y dormición.

Cabe orar e implorar al Demonio, ciertamnete que sí. pero quien esto hace. Mal negocio hace, pues, éste en su confura y oscura situación, siempre como el Grande Acusador, traiciona a su orador.

No se de dónde viene la anédota, pero parece que un individuo en cierta ocasión: viendo cómo un grupo de señoras mayores estando rezando el Santo Rosario: repetían y repetían sus padrenuestros y avemarías: Le preguntó a la Virgen María:

-Señora no te aburre todo este oír y el repetir y repetir maquinalmente de éstas avemarías y letanías.- A lo que le contestó la Señora:

-De cualquier forma, mientras esto ellas hacen, no hacen otra cosa peor, porque el Demonio se les acerca menos.

Y el sujeto en cuestión entendió lo que antaño oyó: Que no hay cosa que más reviente al Demonio que oír y oír y repetir día adía y sin cansarse eso de: -Ave María madre de Dios,... Inmaculada.
04/07/09 1:32 PM
  
Urdax
Los tintes calvinistas de la noción de trabajo en la Obra se pueden apreciar perfectamente en su defensa a ultranza del liberalismo político y económico en sus instituciones de enseñanza y formación profesional. Liberalismo condenado por el Magisterio de la Iglesia, sea dicho de paso.
04/07/09 2:15 PM
  
luis
Eleuterio, tienes trastocadas las cosas. Te recomiendo el libro de Pieper que cito en mi primer comentario.
Confundes el esfuerzo preparatorio que debe hacerse para la oración o la tensión a que hay que someter al cuerpo de muerte contra la acidia con la oración misma, que es ocio puro.
Lo que define al ocio es la gratuidad con que se realiza. Se hace porque se hace, como se ama porque se ama. La oración es ocio, la contemplación es ocio. Se ama a Dios por amarlo, no por otro fin. Se tienen amigos por tener amigos, se busca la sabiduría y la belleza por sí mismas, no por un fin ulterior.
El negocio se caracteriza por buscar una finalidad ajena al mismo negocio. Si es plata, será negocio mercantil, si es exito sera negocio mundano, si es poder será negocio político.
"El ocio y la vida intelectual", de Joseph Pieper. Y los párrafos de Aristoteles, creo que en la Metafísica, donde dice que la sabiduría se busca por sí misma, que no sirve para nada, porque no sirve a nadie ni a nada.
04/07/09 3:26 PM
  
Eleuterio
rastri

Pues si eso molesta al Demonio... habrá que seguir repitiéndolo muchas veces y muchos años.
04/07/09 3:34 PM
  
Eleuterio
Urdax

De todas formas, no creo yo que a la altura del tiempo en el que estamos podamos condenar al Opus Dei porque, a lo mejor, tiene, del sentido del trabajo, una concepción similar a la que lo pueda tener un calvinista.

Si un calvinista cree en Cristo, no por eso podemos hacer pasar, tal creencia, por mala y decir que, al creer, también, nosotros, en el Hijo de Dios, nuestra actitud no es buena ni benéfica.

Cada cosa en cada lugar.
04/07/09 3:37 PM
  
Eleuterio
luis

Siento no haber leído tal libro. Esto es, por otra parte, bastante normal porque uno no puede leerlo todo.

Por eso, es bastante fácil que tenga, yo mismo quiero decir, carencias intelectuales y que, por eso, no entienda ciertos puntos sobre los que tengo que escribir.

Lo que quiero decir es que para mí es imposible conocer todo lo que, sobre algo, se escribe. Por tanto, el libro que me dice Ud. ni lo tengo ni lo he leído.

Creo, por otra parte, que me resultaría interesante leerlo y, en cuanto pueda, procuraré hacerme con un ejemplar porque parece que lo que ahí se dice es importante para el tema de hoy.

Por otra parte, es evidente que la oración se hace porque se quiere. Es, por eso, algo que no es económicamente (tipo negocio) entendible. Pero no es el sentido de negocio visto como realidad económica a lo que yo me refería.
04/07/09 3:49 PM
  
luis
Entiendo perfectamente, Eleuterio.
Y sé que tanto Josemaría como Usted no se refieren a la noción económica. Sin embargo, la contraposición con el "ocio" y la noción moderna de negocio contaminan esa noción de oración. Si a eso le suma la heteropraxis del Opus, que considera el exito como una suerte de mandato religioso y a los exitosos como la presa más codiciable, se deforma la espiritualidad, no necesariamente en sentido economico, pero sí en sentido utilitario; por ejemplo el proselitismo de la Obra, los fines de la Obra, los diversos artilugios en que la Obra se convierte en fin en sí mismo.
Los "ex" seguro que contarán cosas.
Repito, porque el utilitarismo es una enfermedad que penetra todos los poros: Dios no sirve para nada. La salvación no sirve para nada. El amor no sirve para nada. Son fines en sí mismos, no "sirven" a nada ni a nadie.
04/07/09 4:00 PM
  
Dniepper
Eleuterio ,

1) Oye que ahora que tengo un ratico después de comer, he buscado en el google algo que me rondaba por la cabeza mientras leía tu post.

Fray Luis de Granada (no confundir con el de León) también hablaba de la oración como negocio. Es curioso ¿verdad?

" Porque 1a oración es negocio de todos los tiempos y lugares y conviene que ella sea compañera de nuestra vida, parecióme sería bien recoger aquí algunas oraciones y meditaciones sacadas por la mayor parte del Libro llamado Guia de Pecadores, para que sirviese como de unas horas de rezar y de un pequeño manual que se pudiese traer en el seno, para despertar con él nuestra devoción todas las veces que la muchedumbre de los negocios deste siglo resfriase nuestro corazón".
(prólogo del manual de oraciones de F. Luis de Granada)


2) Recuerdo que San Josemaría recomendaba llevar a la oración el padre nuestro. Una oración recomenda por el mismo Jesús, donde se da las gracias , se alaba al Señor, nos ponemos en sus manos y se piden cosas materiales y espirituales. Actividades que pueden resumir muy bien los fines de la oración.

Habitualmente la oración más extendida es orar para pedir favores, siguiendo el consejo del Señor de "pedid y se os dará" ; pero me parece que si nos quedásemos allí nos quedaríamos sin la finaliad más importante de la oración: enamorarnos del Señor, tratándolo. Por cierto, cosa que si su Gracia sería imposible.
04/07/09 4:01 PM
  
Eleuterio
luis

Yo sí creo que la salvación sirve y que Dios sirve. No me gusta, para nada, la frase "el fin justifica los medios" y me gusta pensar que el sentido que, en el Opus Dei se le da a la expresión "negocio" en cuanto a la oración, es la correcta.

Aunque, a lo mejor estoy equivocado.

Por cierto, gracias por hacerme la advertencia acerca de Pieper. Como mi ignorancia es oceánica en muchos aspectos (apenas llevo 7 años, de 45 que tengo, en temas directamente relacionados con la Religión católica y antes era, sólo, uno más de los católicos, digamos, "del montón de Dios") tenía oído a Pieper pero, francamente, no había leído nada de él.

Ud. dirá que es una falta grave. Y es cierto.

Sin embargo, como a mí me gusta aprender y siempre aprendo de quien sabe más que yo (que es tanta gente...) he hecho uso de la red y he recopilado más de 50 páginas sobre Pieper (incluidos artículos suyos) que voy a leer en cuanto pueda (vamos, ya) para que la laguna, grave, que acabo de mostrar, se note menos la próxima vez.

Por eso, luis, muchas gracias por su recomendación porque me hará más bien del que pueda pensar.
04/07/09 4:14 PM
  
luis
Sí, la palabra negocio es un lugar común de la espiritualidad hispánica. Se fue repitiendo y degradando la palabra. Tomen un folleto del siglo XIX o de antes del Concilio y aparece la idea del "negocio" de la salvación comparado con otros negocios, y la importancia de calcular la ganancia de uno y otros, como en uno se "gana" haciendo obras buenas, a diferencia de los negocios del mundo, etc. Un asco, contabilidad espiritual, como decía un gran autor místico. Es una distorsión utilitarista típica del pensamiento moderno.
Dios es otra cosa, no sirve para nada. O como dijo el místico Angelus Silesius, la rosa es sin-un-por-qué.
04/07/09 4:15 PM
  
Eleuterio
Dniepper

Estoy de acuerdo con Ud. Tratar al Señor en la oración es algo recomendable. Vamos, que es lo único que podemos hacer como hijos suyos.
04/07/09 4:16 PM
  
luis
Eleuterio, Pieper es un gran filosofo pero en esto de la contemplación y del ocio no hace más que repetir la doctrina tradicional tomista y monástica típica de la Edad Media. El barroco y cierta escuela jesuitica, al dar primacía a la acción sobre la contemplación, sesgaron a tal punto el tema que la idea de ocio sagrado, totalmente evidente para san Bernardo y toda la mística medieval, se oscureció. Escribá y el Opus son herederos de esa concepción barroca. Pieper ayuda a entender el tema
Y no, Dios no sirve para nada. Que si sirviera para algo, no sería Dios.
04/07/09 4:39 PM
  
luis
Y puestos a recomendar, Eleuterio, a mí me sirvió mucho "Las tres edades de la vida interior", de Sertillanges O.P. Le va a ser muy útil.
Cordialmente.
04/07/09 4:42 PM
  
luis
Perdón, de Garrigou-Lagrange.
04/07/09 4:43 PM
  
Eleuterio
luis

Pues muchas gracias por su nueva recomendación.
04/07/09 4:57 PM
  
Urdax
Eleuterio, por supuesto que la noción de trabajo de un calvinista no es lícita. ¿Qué voluntarismo es ése e decir porque sí que es aceptable? Yo ni condeno ni dejo de condenar al Opus. No es mi papel. Me limito a decir que contradien el Magisterio cuando propugnan una noción política y eonómica anticristiana e inhumana. Sólo hay que leer todas las encíclicas habidas desde León XIII hasta Juan Pablo II para comprenderlo. Y la que viene de Benedicto XVI.

Según Vd., como todos creemos en Cristo, no se pueden juzgar las teorías económicas de unos y otros. Pues dígaselo a Roma, a ver porqué tantos Papas han sacado encíclicas sociales. ¿Desde cuando la economía o la política son ajenas a la vida del cristiano? Porque en éso consiste el liberalismo.
04/07/09 4:57 PM
  
Eleuterio
Urdax

Yo no digo que no se pueda juzgar lo que diga una u otra confesión. Faltaría más.

Lo que quería decir es que decir que en algo se parece lo dicho por S. Josemaría al calvinismo pues puede ser... Entonces sería como decir que es malo creer en Cristo porque también crea un calvinista.

En cuanto al liberalismo de S.Josemaría... no sé yo lo que entendería el Fundador del Opus Dei por liberalismo pero se me hace difícil creer que fuera algo contrario a lo dicho por la Iglesia católica.
04/07/09 5:20 PM
  
luis
De nuevo, el "calvinismo" de la obra no está primordialmente a nivel doctrinario sino a nivel de heteropraxis.
Se ve básicamente en el proselitismo, en la búsqueda de gente de élite (justificada por supuesto con los motivos más píos), en la insistencia en el exito profesional, justificado también con los motivos píos.

Heteropraxis, desviación de la correcta espiritualidad y práctica, no heterodoxia.
04/07/09 5:27 PM
  
rastri
Perdón ELEUTERIO:

EL FIN SE JUSTIFICA EN SUS MEDIOS; O EL FIN JUSTIFICA LOS DE LOS QUE SE SIERVE: SIEMPRE Y CUANDO Y EN LA MEDIDA QUE EL FIN ESTÉ JUSTIFICADO.

O vamos a ser tan bestias que reprobemos a Dios el servirse de su Hijo como medio para lograr el fin de nuestra salvación.

No se puede generalizar eso de que: "El fin no justifica los medios" Porque en este mundo hay medios y fines que son superfluos o inadecuado; y otros negativos.

Y bendito sea que el amor de Dios hacia el Mundo como fin de definición. Justifique a su Hijo unigénito como medio de salvación hacia sus hijos menores.
04/07/09 7:42 PM
  
Urdax
Eleuterio, no sé si San Josemaría era liberal. He mencionado el liberalismo galopante del Opus, no de su fundador.
04/07/09 9:20 PM
  
Yolanda
Pues estoy al 100% con Urdax. Lo del liberalismo galopante del opus es manifiesto, y nunca mejor dicho porque así es como se manifiesta un miembro del opus de pro: "en política soy liberal". Sin excepción. Cuando yo era jovencita y estaba rodeada de jóvenes del opus, todos sin excepción, repetían esa consigna. Era la época de efervescencia política (1976-80), no existía un partido en España llamado con el nombre de Liberal (existiría porque había doscientos millones de partidos, pero no sería un partido con posibilidades), eran de derechas, eso no se cuetionabe, eran anti-rojos, pero a la hora de darse una definición, siempre era: "soy liberal". Han pasado los años y ellos y sus hijos "siguen siendo liberales". Es una frase hecha, como quien lleva un marchamo en la frente. Eso se traduce en liberalismo a muchos niveles.

La práctica extremadamente utilitarista en el proselitismo es igualmente manifiesta.

Y la palabra negocio en el siglo XVI... ¡hombre, por Dios! La Guía de Pecadores, un libro de prosa tan exquisita, perfecta y elegante como la del otro Fray Luis en De los Nombres de Cristo y preludio de la de Cervantes empleará poco más tarde, usa la palabra negocio como se hacía en el castellano clásico. En aquel tiempo negocio no era más que "asunto", algo que nos ocupa o un propósito. Por ejemplo, si dos amigos tenían un secreto común, tenían un negocio común (nada a cambio de nada); dos amantes tenían un negocio común (un amor mutuo gratuito); si alguien tenía algún propósito o empeño, tenía un negocio, aunque ese propósito supusiera alguna pérdida para él.

Del siglo XVIII en adelante, negocio se fue convirtiendo en lo que es hoy: la esencia del lucro, incluso para ganacias piadosísimas.
04/07/09 9:42 PM
  
Eleuterio
rastri

El fin no justifica los medios es una expresión fácil de entender: el fin no justifica los medios.

Debe ser suficiente para un cristiano.
04/07/09 11:08 PM
  
Eleuterio
Urdax

Yo no sé,lógicamente, con qué ideas se identifica una persona que pertenece al Opus Dei. De todas formas, en el caso de que se diga, como aquí se dice o insinúa, el liberalismo no ha de ser el que es relativista ni nihilista. Ha de ser otra cosa pero no una que, con su actitud, ataque a lo religioso y, en concreto, al catolicismo.

No tendría sentido nada.

04/07/09 11:16 PM
  
Yolanda
"""Yo no sé,lógicamente, con qué ideas se identifica una persona que pertenece al Opus Dei"""

¿Y eso por qué, Eleuterio? ¿Por qué "lógicamente"? Escribes sobre el opus páginas y páginas y ¿no los conoces?

¿Y cuál es el liberalismo nihilista? ¿Y el relativista? ¿O son el mismo? ¿O el relativismo y el nihilismo son actitudes más propias de otras ideologías? ¿O no, y entonces el opus sirve a dos Señores? Va a ser esto último. Y, como sabemos por boca del único Señor, a dos no se puede servir? Y como el opus al dinero sabemos que no lo aborrece...
05/07/09 1:17 AM
  
Urdax
Como dice Yolanda, el liberalismo es la pretensión de servir a dos señores, pero el Evangelio nos dice claramente que sólo se puede servir a un Señor. En el Opus se han empeñado desde hace mucho en poner una vela a Dios y otra al mundo. Al mundo y al rédito económico.

Sólo hace falta ver que los miembros del Opus que se dedican ala política no escogen opiciones netamente cristianas, por muy minritarias que sean. No, todos al PP, partido que, entre otras cosas, es claramente abortista.
05/07/09 2:49 AM
  
luis
Una de las cosas más chocantes de esta mentalidad del Opus es que ahora quieren iniciar la causa de beatificación del banquero Luis Valls. En el increíble folleto de promoción que han sacado, figura increíblemente esta increíble frase que es resumen de una heteropraxis grande como una casa:
"...Desde aquel día glorificaría a Dios con uno de los medios más difíciles para darle gloria: el dinero" (Sic).
El vínculo completo, con una descripción desopilante del folleto:
http://exorbe.blogspot.com/2009/06/un-santazo-de-la-banca-al-altar-ver-si.html
05/07/09 4:03 AM
  
Eleuterio
Yolanda

Yo no soy miembro del Opus Dei aunque conozco a personas que sí lo son. Seguramente por eso no conozco, a la perfección, el funcionamiento de la Obra pero tampoco lo desconozco del todo.

Sin embargo, creo que es esperable que no todas las personas que forman el Opus Dei piensen igual. En materia espiritual, seguramente sí pero en otras materias, supongo que habrá de todo.

Por otra parte, muchas veces se ha escrito que la Obra es una especie de secta dentro de la Iglesia católica. Yo no creo eso, por supuesto.

Si, como se suele decir, el Opus Dei tiene interés por las personas que muestran una capacidad de trabajo más dinámica es porque, seguramente, entienden lo de la santificación del trabajo de una forma distinta a como la entienden la mayoría de los cristianos.
05/07/09 7:44 AM
  
Yolanda
Mira, Eeluterio, esto es verdad:

"""seguramente, entienden lo de la santificación del trabajo de una forma distinta a como la entienden la mayoría de los cristianos"""

pero mala cosa, eh.

¡¡¡Y lo de Valls!!! Cierto, cierto que si algo puede producir náuseas es el tema de Valls. Estoy segura de que tan escandalosa pretensión no puede prosperar. No me considero intérprete del Espíritu Santo, pero a menos que a Éste le de una transtorno mental (transitorio en todo caso) es impensable que sople en el sentido de santificar a quien sirvió ¿a Dios? y al Dinero.
05/07/09 9:51 AM
  
Urdax
Pretender subir a los altares a Luis Valls es de coña, vamos. Como les salió tan bien la canonización turbo de San Josemaría, han visto el camino libre para intentar canonizar a quien les de la gana.

Querer poner como modelo de santidad a un banquero es de un relativismo atroz. Por no decir un insulto a la inteligencia.
05/07/09 4:40 PM
  
Espinete
Si piden la canonización de don Luis Valls, yo voy a pedir la de Don Pinpón, no te fastidia.

Parece que en el Opus Dei cualquier tío majo y cristiano decente ya es considerado santo. Pues que arrogancia.
05/07/09 6:48 PM
  
Yolanda
Espinete: es que ni siquiera era majo
06/07/09 4:57 PM

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