La Palabra para el Domingo - 11 de diciembre de 2022

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Como es obvio, hoy no es domingo 11 sino sábado, 10 de noviembre de 2022. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del día siguiente, domingo.

También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.
 

Mt 11, 2-11

“2 Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: 3  ‘¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?’ 4 Jesús les respondió: ‘Id y contad a Juan lo que oís y veis: 5 los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; 6 ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!’ 7 Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: ‘¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. 9 Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. 10 Este es de quien está escrito: = He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino. = 11 ‘En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él.’”
                             

              
COMENTARIO 


Entre Juan y Jesús

 

La vida de aquel hombre designado por Dios para introducir en el mundo a su Hijo había sido muy ajetreada. Si desde el seno de su madre, Isabel, recibió la buena noticia de que el Salvador del mundo iba en el vientre de la prima de su Madre, llamada María, no iba a dejar de cumplir la misión para la que, muy especialmente en el seno de una mujer a la que llamaba estéril, iba a nacer.

Pues bien, aquella misión la cumplió tan bien Juan el Bautista que, por eso mismo, fue encarcelado pues no pudo el Mal hacer otra cosa que utilizar a ciertas mujeres y a cierto hombre poderoso para que la cabeza de aquel buen hombre de Dios rodara por el suelo y fuese servida, ante indignos comensales, en una bandeja.

Pero aquí, en este texto del evangelista Mateo, Juan aún no ha subido a la Casa del Padre. Sus discípulos, aún en la cárcel estando su maestro, se ven enviados por el mismo a preguntar a Jesús si es que era Él quien debía venir para salvar al mundo.

Es más que probable que Juan supiera, lo sabía de hecho antes del bautismo de Jesús, que su primo era, en efecto, el Mesías. Sin embargo, necesitaba la confirmación del hijo de María y de José para que todo el mundo supiera, ya para siempre que había llegado el Esperado, el Ungido de Dios. 

Y Jesús no puede apartar nada más, y nada menos, que lo que ha hecho. Las Sagradas Escrituras hasta entonces conocidas por el pueblo elegido por Dios, decían que el paso por el mundo del Mesías se vería acompañado de una serie de hechos que, por extraordinarios determinarían que el mismo era, en efecto, el Enviado de Dios. Y no por casualidad todo aquello se estaba cumpliendo a la perfección: Jesús cura a ciegos, cura a sordos, resucita a muertos y, como consecuencia de todo eso, anuncia que el Reino de Dios ha llegado.

Todo, pues, se estaba cumpliendo.

Catholic.net - Juan el Bautista. Un testigo de la luz

Pero Jesús sabe que ha de decir algo importante sobre Juan.

Al igual que le pasaba a Él mismo, que muchos esperaban un Mesías vengador contra el pueblo opresor romano, lo bien cierto es que muchos también esperaban que quien debía anunciar al Mesías debía ser un hombre más bien rico, muy bien vestido… Y, sin embargo, como a Él mismo le pasa, Juan también es pobre y viste pobremente aunque Él cumple la voluntad de Dios, igual que hace Jesús.

Como todo lo que estaba sucediendo ya había sido escrito por los profetas de Dios en los textos sagrados hasta entonces conocidos, lo que estaba pasando con Juan también se había escrito. Dice Jesús, por eso mismo, que aquel hombre era quien enviaba Dios para que preparar el camino y, como diría Él mismo, anunciase que los caminos del Señor debían ser enderezados (señal de que se habían torcido bastante). Era, de aquí su importancia intrínseca, el más importante de los nacidos sin contarlo a Él mismo, claro.

 

Y algo muy importante dice Jesús al final de este textoJuan el Bautista es un hombre muy importante pero incluso así quien ha alcanzado el Reino de los Cielos, el definitivo Reino de Dios y allí es el más pequeño es más grande que quien bautizó a Cristo.

¡Gran misterio es éste!, y, sin embargo, nos muestra la importancia que tiene no olvidar cuál es nuestro destino eterno y cómo debemos enfocar nuestra vida: enderezando nuestro camino…

PRECES

Por todos aquellos que no tienen en cuenta las recomendaciones de Juan el Bautista en su predicación.

Roguemos al Señor.

Por todos aquellos que no se dan cuenta de que la importancia espiritual es mucho más importancia que la material.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a encontrarte en lo bueno y mejor del mundo. 

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
 

Eleuterio Fernández Guzmán

  

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.


Panecillo de hoy:

 

¡Qué Juan más grande! ¡Qué grande que fue Juan!  

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