Eucatástrofe y Tierra Media

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Esperemos ser perdonados porque hacemos un pequeño alto, de un solo día, en la biografía sobre J.R.R. Tolkien. Y no es que no vayamos a escribir sobre nuestro autor preferido sino que, eso, no lo hacemos de su vida en cuanto a desarrollo más o menos lineal sino que lo hacemos sobre un tema que surge, claro, de su devenir como escritor. Y es que siempre surgen cosas así al tratar con una persona como fue, y es (en cuanto recuerdo-presente), el profesor de Oxford.

El caso es que no es nada difícil imaginar a Tolkien, profesor y escritor, inventando palabras. De hecho, hizo eso con lenguas y lenguas y no es de extrañar que hiciera lo propio con simples vocablos. E hizo eso con una que es un descubrimiento gozoso además de la explicación íntima al devenir de la vida y existencia de muchos de sus personajes. Y nos referimos a la palabra “eucatástrofe” que, así dicho y a primera vista, parece un palabro que nos recuerda otros términos de lengua griega. Sin embargo, nuestro autor sabía más que bien (como es fácil imaginar) lo que quería decir.

A tal respecto, en una de sus cartas, en concreto una dirigida a su hijo Christopher, a primeros de noviembre de 1944, decía esto el maestro (1):

“Pues acuñé el término ‘eucatástrofe’: el súbito giro feliz en una historia que lo atraviesa a uno con tal alegría que le hace saltar las lágrimas (lo cual, argüía, es la más alta función que cumple un cuento de hadas). Y llegué a la conclusión de que produce su peculiar efecto porque es un súbito atisbo de la Verdad, la entera naturaleza de uno adherida a la cadena material de causa y efecto, la cadena de la muerte, siente un súbito alivio como si un miembro fundamental dislocado hubiera vuelto de pronto a su lugar. Percibe —si la historia tiene ‘verdad’ literaria en el segundo plano (para lo cual debe verse el ensayo)— que así es como las cosas realmente funcionan en el Gran Mundo para el cual está hecha nuestra naturaleza. Y concluía diciendo que la Resurrección era la mayor ‘eucatástrofe’ posible en el mayor Cuento de Hadas, y produce esa emoción esencial: la alegría cristiana que provoca lágrimas porque es cualitativamente equivalente al dolor, porque proviene de los lugares donde la Alegría y el Dolor son lo mismo, reconciliados al perderse en el Amor el egoísmo y el altruismo.”

Cuando dice Tolkien eso de que “acuñé” lo dice porque, en efecto, fue en el pasado cuando, por decirlo así, hizo referencia a tal palabra. Y fue en su conferencia de título “Sobre los cuentos de hadas” pronunciada en la Universidad de St Andrews el 8 de marzo de 1939.

Entonces dijo esto (2):

“Este ‘gozo’ que yo he elegido como carácter o sello del auténtico cuento de hadas (y del de aventuras) merece mayor atención.

Probablemente, todo escritor, todo sub-creador que elabora un mundo secundario, una fantasía, desea en cierta medida ser un verdadero creador, o bien tiene la esperanza de estar haciendo uso de la realidad; esperanza de que (si no todos los detalles) la índole típica de ese mundo secundario proceda de la Realidad o fluya hada ella. Si de verdad consigue una cualidad a la que justamente se le pueda aplicar la definición del diccionario, ‘consistencia interna de la realidad’, es difícil entonces concebir que la haya logrado sin que la obra forme parte de esa realidad. La cualidad específica del ‘gozo’ en una buena fantasía puede así explicarse como un súbito destello de la verdad o realidad subyacente. No se trata sólo de un consuelo’ para las tristezas de este mundo, sino de una satisfacción y una respuesta al interrogante: ‘¿Es eso verdad?’ La contestación que di al principio (por demás adecuada) fue: ‘Si habéis creado bien vuestro propio mundo, sí; en ese mundo es verdad. Eso le basta al artista (o a lo que de artista tiene el artista). Pero una rápida ojeada nos muestra que en la ‘eucatástrofe’ la respuesta puede ser más importante; puede ser un lejano destello, un eco del evangelium en el mundo real. El uso de este término dará una pista de por dónde va mi epílogo. Es un tema profundo y peligroso. Por mi parte resulta una presunción tocarlo; pero si, por un milagro, lo que yo diga alcanza a tener cierta validez, ello se deberá tan sólo al hecho de ser una faceta de una verdad incalculablemente rica, como es evidente; de una verdad que tan sólo es finita porque la capacidad del Hombre, para quien se hizo, es asimismo finita.”

 

Sobre la manera correcta de morir en la lava - Naukas

Vemos, por tanto, que el término “eucatástrofe”, perfectamente definido sobre el momento en que fue creado por J.R.R.Tolkien, tiene todo que ver con lo que, en un momento determinado, produce un giro que da, como resultado, lo que bien podríamos denominar un “final feliz” del cuento de hadas y, en este caso y por concretar, de “El Señor de los Anillos” pues fue aquel en el que Gollum, queriendo tener su querido tessssoro coge el anillo pero, con la mala-buena fortuna de caer en el río de lava y allí, morir él y destruir el Anillo Único. Y tal momento fue, en el que parecía imposible de solucionar todo lo pasado hasta entonces (pues el propio Frodo se había dejado dominar por el Anillo ansiándolo como suyo como tantos siglos antes le había pasado al mismísimo Isildur que no lo destruyó, digamos que venturosamente porque de haberlo hecho habría acabado ahí todo su devenir) el más gozoso de todos pues aquel giro de los acontecimientos (claro que perfectamente pensado por el autor de todo eso) dio al traste, de una vez, con el Anillo, con Sauron, con la fortaleza y, ya de paso, con sus servidores que, bien murieron, bien huyeron despavoridos ante el “giro” (nunca mejor dicho) que habían tomado los acontecimientos.

En realidad, la eucatástrofe viene a ser como la plasmación del pensamiento propio de quien cree que nunca hay que perder la esperanza y que, hasta el último minuto, es posible que todo se solucione no por motivos propios del buenismo sino, al contrario, por el concurrir de lo bueno y de los intereses de lo mejor que es, exactamente, lo que pasa en El Señor de los Anillos.

Por tanto, ”el súbito giro feliz en una historia que lo atraviesa a uno con tal alegría que le hace saltar las lágrimas”, que es lo que dice el propio creador (aquí sí) de la palabra “eucatástrofe”, es lo que, al final de tantas aventuras, de tantos caminos recorridos y, también hay que decirlo, de tanta sangre derramada (buena y mala por ser buenos o malos sus portadores), provoca que todo salga bien o, mejor, que el gozo sea completo.

Y nosotros que nos alegramos, si ustedes nos entienden…

  

(1) Texto tomado del libro de título “Cartas”, publicado por Minotauro

(2) Texto tomado del libro de título “Los monstruos y los críticos y otros ensayos”, publicado por Minotauro.

 

   

Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond

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