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26.03.22

La Palabra para el domingo - 27 de marzo de 2022

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Como es obvio, hoy no es domingo 27 sino sábado 26 de marzo de 2022. Esto lo decimos porque hemos publicado hoy el comentario del Evangelio que siempre hemos traído aquí en día, precisamente, domingo. Sin embargo, un amable lector, sacerdote, me hizo la sugerencia de poner el comentario del Evangelio del primer día de la semana, el sábado porque, como es verdad y lamento no haberme dado cuenta, el texto del Evangelio de la Santa Misa del sábado por la tarde es el del domingo siguiente.

  

También lamento no haberme dado cuenta de que publicando este comentario a determinada hora de España aún es viernes en la América hispana. Por eso, y por cumplir con el horario y que las cosas sean razonables, es publicado este comentario ahora, a esta hora en España cuando ya es sábado en América. Y a lo mejor es posible que haya quien piense que decir esto no hace falta pero con franqueza digo que creo es necesario y más que necesario.

 


Lc 15, 1-3. 11-32


“1 Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle. 11 Dijo: ‘Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. 13 Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. 14 ‘Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. 15 Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. 16 Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.17 Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! 18 Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti.

19 Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.” 20 Y, levantándose, partió hacia su padre. ‘Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. 21 El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” 22 Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. 23 Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta. 25’Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas;26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” 28 El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. 29 Pero él replicó a su padre: “Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; 30 y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!” 31 ‘Pero él le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; 32 pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado.’”


COMENTARIO

El exacto amor de Dios

Sabemos que Jesús, cuando predicaba y hacía uso de las parábolas, lo hacía porque sabía que era una forma muy conocida de explicar aquello que podía resultar más difícil de entender y porque sabía, además, que muchas veces era la única forma de mínimamente entendido.

El caso es que podemos decir que las compañías de Jesús, aquellos con los que hablaba y con los que tenía una relación muy cercana, no eran, según determinadas conciencias, lo mejor de cada casa (y entiéndase esto, por favor). Y es que si había venido a salvar lo que estaba perdido ¡qué mejor que estar con lo que está perdido!
Queremos decir que Cristo Jesús se juntaba con personas que, a tenor del pensamiento de los sabios oficiales, no eran muy recomendables: pobres, publicanos, ciegos, paralíticos, enfermos en general o, en fin, leprosos o mujeres y niños…

Todo aquello hacía que le tuviesen cierta inquina los que eran considerados conductores del pueblo judío o, lo que es lo mismo, fariseos et alii.

Pero Jesús sabía cuál era la misión que tenía encomendada y la cumplía a rajatabla y sin pararse en comportamientos políticamente correctos o pegados al qué dirán o respeto humano. Es más, algunos de los considerados sabios le dijeron en una ocasión (que sepamos) que sabían que era así.

Pues bien, Jesús se ve en la obligación de explicar con toda claridad cómo es Dios. Lo hace a través de la muy conocida parábola del hijo pródigo que bien podríamos titularla “La parábola del amor de Dios por sus hijos perdidos”.

Lo que cuenta Jesús es más que conocido: un hijo se va de la casa del padre con el dinero procedente de la parte de la herencia que le corresponde; su hermano se queda con el padre y vive allí todo el tiempo que su hermano pequeño pasa por ahí malgastando el dinero hasta que llega un momento en el que, sin una sola moneda, se ve en la obligación de volver a su casa paterna y pedir perdón.

Aquí hay varias actitudes que están más que bien definidas. Y es que siendo una parábola, todo aquello encerrada una enseñanza o muchas.

Son varios, pues, los personajes aquí: el padre que espera siempre la vuelta de su hijo. Este hombre bien puede representar a Dios que siempre espera, en efecto, el regreso de sus díscolos hijos.

El Padre del Hijo Pródigo - IEP Vitoria

Pero aquí hay dos hermanos. En realidad, lo que hay son dos actitudes ante la vida y ante la fe.

Un hermano, el que se va, lo hace porque ama más al mundo que a su padre. Pero cuando se da cuenta del error cometido (y del hambre que tiene) decide volver de donde nunca se debía haber marchado. Lo hace, ciertamente, por egoísmo, pero no escondiendo el arrepentimiento que se muestra en este texto.

El otro hermano, el mayor, se queda con el padre. Suponemos que llevando sus negocios y trabajando en la tierra, cuidando el ganado, etc. Se cree mejor que quien se ha ido a dilapidar, con prostitutas, el dinero de la herencia. Y odia. Tiene un odio grande por aquel que, ahora que vuelve, recoge el amor nunca perdido de su padre. No sabe, al parecer, que su hermano ha sido recuperado para el bien porque había sido tomado por el Mal. Pero él se siente fuerte en su situación porque se ha quedado con el padre pero, como podemos ver, con menos amor y demasiado materialismo…

Y luego nos queda el padre que había esperado pero no había perdido la esperanza. Por eso hacía lo que hacía cada día…

Aquel hombre amaba a sus dos hijos. Eso no se puede negar. Sin embargo, como es de esperar, añora a quien se ha ido porque a quien tiene a su lado lo tiene a su lado. Por eso podemos imaginar al buen hombre salir de su casa cada tarde a mirar si veía, a lo lejos, la figura de aquel hijo que se había marchado de su lado. Y no nos extraña, para nada que, cuando lo ve venir, se alegre mucho y goce mucho con aquel momento. Él esperaba el regreso de quien se había ido y, cuando lo ve volver, no puede hacer otra cosa que manifestar alegría. Y lo agasaja con lo mejor que tiene.

Ha vuelto un hijo que parecía estar muerto. Y hay mucha alegría en el Cielo por eso.

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren darse cuenta de lo que importa no alejarse de Dios.

 

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que son capaces de reconocer sus pecados.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a no alejarnos nunca de Ti.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén. 

 

Eleuterio Fernández Guzmán

    

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Está más que bien darnos cuenta de nuestros errores. 

Para leer Fe y Obras. 

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.