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21.03.22

Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro” - El primero de la fila

Presentación

Beato Manuel Lozano Garrido, beato Lolo sonriendo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y franco.

Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Las golondrinas nunca saben la hora“ libro con el que damos comienzo un año nuevo, el 2022. Y, para más información, digamos que se trata de un diario que abarca entre el 2 junio de 1961 y el 20 de agosto de 1965 o, lo que es lo mismo, contempla la vida de Manuel Lozano Garrido durante cuatro años.

  

El primero de la fila

 

“Me decía que lo mismo puede pasar con las adversidades, que uno se las carga a cuestas y otros son los que abren el camino, pero el beneficio es para todos y a todos satisface. ¿qué lugar ocuparé yo en la hilera de hormigas humanas? ¿Llevará siempre con fortaleza mi carga hasta el granero?” (Las golondrinas nunca saben la hora, p. 45)

 

Este texto pertenece al capítulo II del libro al que nos referimos arriba. Se titula el mismo “¿Son negros todos los días?” y, en concreto, viene referido a lo que Lolo escribe en su diario el día 13 de septiembre de 1961. Tal es el texto mientras que en el contexto habla de las hormigas. 

¿? 

No resulta tan extraño que el Beato de Linares (Jaén, España) hable de hormigas porque las ve en el balcón de su casa. Y él, tan quietecito donde se encuentra, las mira y las remira y ve lo que hacen. 

El caso es que, como hace tantas y tantas veces, lo que pudiera parecer más extraño a su situación vital sabe llevarlo más que bien a la misma y, ahora, las hormigas le dan pie (viendo cómo actúan unas con otras y cómo se atarean en sus más diversas faenas) a hablar de sí mismo y, en concreto, del lugar que ocupa en el trajín del camino por el que transita… 

No vaya a creer nadie que aquí Lolo actúa, hablando de sí mismo, de forma egoísta pues es al contrario la verdad: él se reconoce en el camino pero no va solo sino que hay otras personas que también caminan por el mismo y todas ellas ansían llegar al “granero” del que hablan llevando su “grano”, su ser mismo, sus acciones y omisiones… 

Pues bien, nos dice nuestro amigo que hay, en la fila de hormigas, una que lleva la carga y las otras le siguen. Suponemos que al hormiguero donde luego, todas ellas, se van a beneficiar del trabajo tan esforzado de aquella que había cargado con aquello. 

Lolo sabe que hace años que está pasando por muchas adversidades físicas que lo traen por el camino, cierto, de la amargura física. Sin embargo, como bien sabemos, eso no impide que sea feliz y más que feliz porque, hasta entonces y luego, ha conseguido saber sobrenadar el dolor y el sufrimiento (por muy imposible que a nosotros nos parezca eso…) y eso le ha hecho creer y estar seguro de que, sí, lleva una carga muy pesada, pero… 

Nosotros nos gusta pensar (porque seguro que era así) que Manuel Lozano Garrido ofrecía sus sufrimientos por las más santas intenciones y que Dios escuchaba tales ofrecimientos y más de una persona debió verse beneficiada en su existencia sin saber cómo ni las razones de eso. Eso sólo lo sabe el Creador pero por ahí debe andar la cosa. Por eso había quien se beneficiaba de aquella carga tan pesada que llevó Lolo tantos años.

Así debieron ser las cosas pero, como siempre pasa con Lolo, en lo que deja escrito hay algo que si no escondido, sí, algo más difícil de apreciar o de ver

Esto lo decimos por estas palabras: “¿Llevaré siempre con fortaleza mi carga al granero?” 

¡Cuánto de conciencia de saber y conocer hay aquí! 

Lolo sabe y reconoce que lleva una carga (¡Cómo no!) pero que no lo hace de forma anodina o sintiéndola que no es capaz de soportarla ni de entenderla. ¡No! Lolo lleva su pesada carga con “fortaleza”. Y lo hace, además, “siempre” porque desde el primer momento de darse cuenta de que lo suyo no tenía arreglo (como le debieron decir en Madrid, cuando acudió al médico al principio de los años 40 del pasado siglo, el XX) lo sufre todo con la alegría que sólo puede tener quien sabe y quien comprende lo que le pasa pero, sobre todo, por qué le pasa. 

Sin duda, Lolo ocupó en la hilera de hormigas humanas, el primer lugar pues llevó la carga por muchos para que muchos se beneficiaran de tal esfuerzo. Y nosotros con ellos, por supuesto.

  

Eleuterio Fernández Guzmán

Llama Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.